Capítulo IV

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   Cuando me estacioné vi a una mujer rubia abrazando a Julian.

   No sabía si mi visión estaba fallando o si en verdad Cynthia había llegado de viaje, pero tuve que bajarme del auto para confirmarlo que sí: estaba abrazándolo y llenándolo de besos en la mejilla.

   Ella tenía puesta prendas deportivas de colores grisáceos y su cabello suelto, a la altura de sus hombros. Su fleco caía como cortina alrededor de su rostro.

   —¡Papá, hola! ¡Mira quién está aquí, es mamá!

   Julian corrió hacia mí y lo abracé. Cynthia se sonrió.

   —Te ves bastante bien sin Yoko al lado.

   —¿Y tú sigues tiñéndote de rubio por mí? Sabes que ya no me gustas.

   —Gracias a Dios.

   Nos saludamos con un beso en la mejilla.

   —¿Cómo estuvo tu viaje? ¿Y Lilian?

   —Bien, te deseó la muerte un par de veces.

   —Qué casualidad. Yo hice lo mismo. ¿No sabes si ya se cumplió?

   —Para tu desgracia no.

   —¡Quiero ir con mamá el fin de semana, papá! —Julian exclamó—. ¡Y con John! ¡Quiero ver a John!

   El esposo de Cynthia se llamaba John Twist. Y solía bromear conmigo diciendo que por fin había encontrado un John que valiera la pena.

   Yo le decía que me amaba tanto que aún deseaba gemir mi nombre en el sexo.

   —Está bien. Pasaré a recogerte el domingo en la tarde.

   —¡Sí, está bien! —Julian se sonrió—. Ah, papá. El maestro me dijo que quería hablar contigo en el aula. Está allá esperándote.

   —Mmh, sí. En eso quedamos.

   —Nosotros nos vamos —Cynthia tomó la mano de Julian—. Despídete de papá.

   Lo abracé y le di muchos besos en la frente.

   —Te amo. Te estaré llamando, ¿okey? Hazle caso a mamá y pateále los testículos a Twist.

   Jules rió y Cynthia se enojó. Finalmente, al levantarme, le guiñé el ojo.

   —¡No le enseñes esas cosas al niño!

   —Llámame si quieres otra versión en miniatura de Julian, hermosa.

   —¿Para qué también seas irresponsable? No, gracias.

   —Tonta.

   Ella se marchó riéndose junto a Julian, mientras que yo me adentré al colegio. Caminé por el corredor hacia el aula de Julian, cuya puerta estaba abierta.

   Paul estaba sentado en el escritorio y a su lado, inclinada, una mujer de cabello rubios. Estaban viendo el cuaderno y una niña de la edad de mi hijo estaba junto a ellos.

   Era Heather, la amiga de Julian.

   —... Estoy seguro que puede mejorar, Lin. No está mal, pero necesita ser más clara y legible.

   Aquella mujer rubia, que deduje que era la mamá de Heather, se sonrió.

   —¿Escuchaste, Heather? Paulie dice que tienes que mejorar la letra.

   La niña asintió.

   Paul miró a la mujer, le sonrió, y cuando me miró a mí por detrás del hombro de ella, trató de tragarse un gesto de disgusto.

Once in a Lifetime ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora