El susurro de la noche

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Zara se movía con cautela por el campamento, evitando las miradas inquisitivas de los otros guerreros. Sabía que algo en ella no estaba bien, algo que la separaba del resto de los Hijos del Alba. Desde aquella mañana sin sol, ese vínculo incómodo con la oscuridad había empezado a crecer como una sombra imposible de ignorar.

Mientras caminaba hacia la plaza principal del campamento, las palabras de Kellan resonaban en su mente. "Hoy no será como cualquier otro día". Y aunque las criaturas de la oscuridad siempre eran una amenaza, esta vez había algo más profundo, más inquietante. El sol estaba desapareciendo. Y con él, la certeza que siempre había acompañado a los Hijos del Alba.

El resto del campamento bullía de actividad. Guerreros y magos discutían entre sí, intentando comprender qué estaba ocurriendo. La plaza, usualmente bañada por la luz del amanecer, ahora estaba sumida en una penumbra tensa.

Kellan estaba de pie en el centro, rodeado de los líderes de la orden. Cuando Zara se acercó, vio cómo el capitán discutía con una mujer de túnica blanca, la Alta Sacerdotisa Ilya, quien dirigía los rituales de conexión con el sol.

—Esto no puede ser un simple fenómeno natural, Kellan —decía Ilya, su voz firme, aunque con un rastro de miedo—. Algo o alguien está interfiriendo con el ciclo del día.

—No estamos preparados para una noche prolongada —respondió Kellan, su voz cargada de frustración—. Si no encontramos la causa, las criaturas atacarán antes de que podamos reagruparnos.

Zara se mantuvo en silencio, pero su corazón latía rápido. Sabía que no podía quedarse ahí sin hacer nada. Se adelantó, apenas consciente de lo que estaba haciendo.

—Capitán —intervino, su voz más segura de lo que se sentía por dentro—. Hay algo más que deberíamos considerar.

Kellan e Ilya se giraron hacia ella. La sacerdotisa arqueó una ceja, claramente sorprendida por la interrupción.

—Zara, este no es el momento —comenzó Kellan, pero ella no se detuvo.

—Anoche tuve un sueño —continuó—. No es la primera vez, pero fue diferente. Sentí que algo en la oscuridad... me llamaba.

Un silencio incómodo cayó sobre el grupo. Los otros Hijos del Alba que estaban cerca dejaron de hablar y se volvieron hacia ella. La oscuridad no era un tema que se discutiera abiertamente entre ellos. Eran los guardianes de la luz, y cualquier mención a la sombra era vista con sospecha.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó Ilya con frialdad—. ¿Estás sugiriendo que tienes una conexión con la oscuridad?

Zara tragó saliva. Lo que iba a decir podría significar su exilio de la orden, o algo peor.

—No sé lo que significa —admitió, sintiendo la presión de todas las miradas—. Pero creo que algo o alguien está tratando de comunicarse a través de la oscuridad. Y si el sol está desapareciendo, quizás la respuesta no esté en la luz... sino en la sombra.

La sorpresa de Kellan fue palpable. Sabía que Zara era distinta, que había algo en ella que no encajaba del todo con el resto de los Hijos del Alba, pero nunca había imaginado que fuera esto.

—Zara —dijo con un tono más suave—. Sabes lo que implica lo que estás sugiriendo. Los Hijos del Alba no coqueteamos con la oscuridad. Es peligrosa, corrupta. Si juegas con ella, podría devorarte.

Zara bajó la vista, pero no cedió.

—Lo sé. Pero también sé que el sol nos está abandonando. No podemos ignorar que algo está cambiando, y si queremos salvarnos, debemos estar dispuestos a explorar todas las posibilidades, incluso aquellas que tememos.

Ilya se acercó a Zara, su expresión era un enigma.

—Eres valiente por admitir esto, joven guerrera —dijo con una voz que no era ni amable ni hostil—. Pero la oscuridad no es algo con lo que jugar. Ha destruido a más Hijos del Alba de los que puedo contar.

Zara la miró directamente a los ojos.

—Si no enfrentamos lo que no entendemos, podríamos perder mucho más que unos pocos guerreros. Podríamos perderlo todo.

Kellan, que había estado observando en silencio, finalmente asintió, aunque su rostro mostraba una mezcla de preocupación y aceptación.

—Entonces no tenemos elección. No podemos quedarnos esperando a que el sol vuelva por sí solo. Ilya, debemos prepararnos para enfrentar la noche. Zara... tú irás conmigo.

—¿A dónde? —preguntó, aunque ya lo sabía.

—A la frontera del reino —respondió Kellan, su mirada oscureciéndose—. Si la noche ha llegado para quedarse, debemos ver qué nos espera más allá de los límites seguros. Y si tu conexión con la oscuridad puede ayudarnos a entender lo que está sucediendo, entonces lo arriesgaremos.

Zara asintió, su corazón golpeando con fuerza en su pecho. Por primera vez, su extraña conexión con la sombra no era una maldición, sino una posible salvación. Pero no pudo ignorar el temor que se apoderaba de ella. Sabía que había fuerzas oscuras allá afuera, y que quizás su destino no sería el de salvar el reino, sino caer bajo el peso de las mismas sombras que ahora sentía tan cerca.

Mientras Kellan daba las órdenes finales para la partida, Zara miró una última vez hacia el horizonte. Aún no había señales del sol.

La noche, con todos sus peligros, apenas estaba comenzando.


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⏰ Last updated: Sep 12 ⏰

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Los Hijos del AlbaWhere stories live. Discover now