Boda Real

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Las campanas resonaban y el pueblo festejaba ante la unión del Príncipe con Elia Martell. La celebración mantenía a toda la ciudad en un estado de júbilo, pero al siguiente día, el príncipe y su ahora esposa partieron a Roca Dragón.

Por otro lado, Tywin Lannister se encontraba colérico. Era hora de partir a Roca Casterly; no quería seguir ni un minuto más en la Fortaleza Roja. Sin embargo, su hija Tyla no estaba por ningún lado. El Señor de la Roca había enviado a varios de sus hombres en su búsqueda, pero seguían sin encontrarla.

—No voy a esperarla más —exclamó Tywin a sus dos hijos, pero Jaime, visiblemente preocupado, intervino.

—No podemos dejarla aquí sola, padre.

Tywin miró los ojos llenos de preocupación de su hijo.

—Si ella no está aquí, es una clara señal de que no quiere irse con nosotros.

En ese momento, el Rey Aerys había enviado a uno de sus guardias a buscar a la primogénita de Tywin. El Rey sospechaba que su propio hijo quería arrebatarle el trono, porque la leona se lo había ordenado, y él no lo iba a permitir.

Mientras tanto, Tyla estaba en su aposento empacando sus cosas cuando recibió el llamado del rey. La rubia había estado muchas veces con su padre en la sala del trono cuando este era mano del rey, pero ahora, sola en el camino hacia el salón del rey, se sentía nerviosa.

El Rey Aerys la vio de pie en la puerta de la sala.

—Acércate, Leona —dijo con una voz grave.

A pasos nerviosos, ella se acercó lentamente.

—Majestad —respondió, pero el rey la interrumpió.

—Silencio —exclamó desde su trono—. ¿Crees que no sé que tú y mi hijo conspiran en mi contra?

—Majestad, si me permite explicarle —intentó, pero la voz del rey resonó nuevamente en el salón.

—Silencio. No voy a permitir esto, pero tampoco puedo matarte; me serías de ayuda. —El Rey sabía que tenía que mantener a Tywin Lannister controlado, y qué mejor que tomar a su hija como rehén. —A partir de ahora, serás confinada en el Torreón de Maegor.

—Majestad, no puede hacer esto —intentó protestar Tyla, pero el rey ordenó a los guardias que la llevaran al torreón.

Tyla tenía lágrimas en los ojos, destrozada por todo lo que dejaba atrás, deseando estar con su familia en la Roca. No sabía cuánto tiempo estaría encerrada ni qué planes tendría el rey para ella.

El rey había comunicado a la corte su placer por tomar a una segunda esposa. Rhaella Targaryen temió ante esto; ella sabía más que nadie lo que le esperaba a la pobre muchacha Lannister que el rey quería desposar. El plan del rey se mantuvo en secreto, ordenando que los preparativos se realizaran lo más rápido posible.

La noche había caído, y Tyla estaba sentada en una de las esquinas de su aposento, con el rostro lleno de lágrimas. Levantó la vista cuando notó que la puerta de su habitación se abría. Al ver al rey pasar, se levantó rápidamente para encararlo.

—No voy a permitir que huyas de aquí —dijo el rey, con el rostro cansado—. Pero voy a asegurar tu estadía aquí.

—Gracias, majestad —Tyla se tranquilizó un poco ante esto.

—Tienes prohibido cualquier tipo de comunicación con tu padre, mi hijo, o cualquier persona —ordenó el rey Aerys, y Tyla solo asintió en silencio.

El rey se acercó a la rubia, y ella retrocedió. Era la viva imagen de la mujer que Aerys había amado en su infancia, y él estaba obsesionado.

—Majestad —exclamó la rubia, sintiendo que el corazón le latía con fuerza.

—Ella murió, pero tú... —El rey tomó su rostro con una de sus manos, lastimándola con sus uñas—. Tú tomarás su lugar.

Tyla comprendió todo. Sabía la historia de sus padres y cómo el rey se había obsesionado con su madre. Los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas ante esto. El rey soltó su rostro y se retiró, dejando a la joven de diecisiete años con el rostro empapado en llanto.

Dos días después, unas damas de la reina dejaron un hermoso vestido blanco con dragones bordados, junto a un hermoso dije de dragón. La rubia se aseó con ayuda de las damas y se vistió. Se veía como una princesa.

El septo de Baelor solo contaba con la presencia de algunos guardias del rey, el septon supremo y el rey. Tyla se encontraba al inicio del salón con lágrimas en los ojos. Luchó, pero fue en vano; sabía que los planes del rey eran hacerla su rehén, pero no pensó que la tomaría como segunda esposa. A la reina Rhaella ni a su hijo se les permitió asistir a la boda, siendo resguardados en sus torres.

—En presencia de los Siete, yo enlazo estas dos almas, uniéndolas para la eternidad. Mírense el uno al otro y digan las palabras: Padre, Herrero, Guerrero. Madre, Dama, Anciana, Extraño. Yo soy de ella y ella es mía. Desde este día hasta el último de mis días —Tanto Tyla como el rey repitieron las palabras.

Con un beso entre lágrimas, Tyla y el rey sellaron dichas palabras.

El rey decidió enviar cartas a las grandes casas anunciando su unión con Tyla, ahora Targaryen.

El rey había dado órdenes a su mano de reunir al reino a las afueras del septo para presenciar a su nueva esposa.

El rey tomó la mano de la rubia, apretándola, y la llevó a las afueras del septo, donde los ciudadanos los miraban con rostros sorprendidos ante la decisión del rey. Tyla se limpió las lágrimas y saludó a los súbditos, mientras el rey mostraba una sonrisa maliciosa en el rostro.

El primer paso del rey ya había sido dado.

Los cuervos ya habían sido enviados, las fichas ya habían sido movidas; la canción de fuego y hielo se estaba llevando a cabo.

The Lion's Promise||Juego de Tronos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora