Prólogo.

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4 Años atrás…

MEEKAH SMITH.

Despertar en un mundo de náuseas y mareos no es la forma más agradable de comenzar el día. El sol ya brillaba, pero yo me sentía atrapada en una niebla espesa, con la fuerza drenada de mi cuerpo. La idea de ir a la universidad se desvanecía como un susurro lejano. Sin embargo, sabía que debía poner de mi parte y enfrentar el día. Con esfuerzo, logré levantarme, pero en cuanto lo hice, una ola abrumadora de mareo me golpeó. Sin poder controlarlo, corrí al baño.

El frío del azulejo contra mi piel fue un alivio momentáneo mientras mi cuerpo se rebelaba. Las náuseas se intensificaron y, en un instante que pareció eterno, me dejé llevar por esa necesidad incontrolable de vaciarme. Cada arcada era un recordatorio de cuán frágil podía ser el equilibrio entre el cuerpo y la mente. Después de lo que pareció una eternidad, finalmente me levanté, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento.

Con determinación, me di una ducha rápida. El agua caliente era un bálsamo para mis sentidos adormecidos. Al salir, me vestí con ropa sencilla; no había espacio para complicaciones hoy. Me miré en el espejo y traté de ocultar las enormes ojeras que me delataban. Un poco de maquillaje sería suficiente para disimularlas.

Cuando finalmente estuve lista, bajé al comedor donde el aroma del desayuno me recibió calidamente. Mi madre ya había preparado todo cuando me llamó:

—¿Desayunas, cariño?

Me senté a la mesa y empecé a comer, aunque las náuseas seguían acechando en el fondo de mi estómago. No pude terminar lo que había en mi plato; cada bocado era un desafío.

—¿Qué tienes cariño? ¿Por qué no terminas el desayuno? — Preguntó mi madre con preocupación.

—Solo me duele un poco la barriga, mamá, pero ya se me pasará. ¿Me lo puedes guardar para cuando venga? — Respondí con una sonrisa forzada.

Ella asintió mientras yo trataba de tranquilizarla con mis palabras. Poco después, mi padre llegó para llevarme a la universidad.

—¿Qué tienes Meekah? Sé que no te duele la barriga; no me como ese cuento — Dijo él, mirándome con esa mezcla de preocupación y cariño.

—Es la verdad, papá. Me duele la barriga; no te preocupes, me tomaré una pastilla y se me pasará — Aseguré con voz firme.

—Bueno. Pero me tienes que dar una explicación. — Replicó él.

Sonreí en respuesta; amaba ver cómo mis padres se preocupaban por mí. Era un amor sincero que siempre lograba calmar mis inquietudes.

—Está bien papá — Dije mientras nos dirigíamos hacia el coche. A pesar del malestar que aún sentía, sabía que tenía su apoyo incondicional a mi lado.

Al llegar a la universidad, me uní a mis amigas en un rincón del campus, riendo y comentando sobre nuestras clases. La emoción de un nuevo día siempre traía consigo una mezcla de nervios y alegría. Justo cuando el timbre estaba a punto de sonar, sentí vibrar mi teléfono. Era un mensaje de él.

MI AMORCITO ❤️‍🩹✨: Hola amor, ¿cómo estás? ¿Ya llegaste a la universidad?

Al leer esas palabras, una oleada de mariposas revoloteó en mi estómago. Me sonrojé sin poder evitarlo; su cariño siempre me hacía sentir especial. Con una sonrisa en el rostro, respondí:

MEEKAH: Si, bebé, ya estoy aquí. ¿Y tú dónde estás? No te veo.

No pasó mucho tiempo antes de que su respuesta llegara.

El jefe de la mafia. (Nueva edición).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora