Diseñando un sueño

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Jimin había decidido que era momento de dar un giro a su vida. Había dedicado años a sobrevivir de la mejor manera que podía a la par de ir aprendiendo a bailar en las calles, observando videos en su teléfono mientras practicaba incansablemente en espacios reducidos. Ahora, con el apoyo y el amor de Jungkook, había una chispa de esperanza en sus ojos; no solo quería sobrevivir, sino también prosperar.

Estaba decidido a comenzar su propio emprendimiento: una plataforma en línea que ofreciera clases de danza y vendiera ropa diseñada por él mismo. Pero antes de eso, sabía que debía fortalecer sus bases, estudiar formalmente danza para perfeccionar su técnica y tener la seguridad de que podía enseñar a otros con propiedad.

Una tarde, Jimin se encontraba en su pequeño departamento, rodeado de papeles, telas, y bocetos. La luz del sol entraba por la ventana iluminando su cara concentrada mientras dibujaba sin cesar. Jungkook lo observaba desde el sofá con una sonrisa de orgullo. Jimin, perdido en su creatividad, dibujaba diseños para su futura línea de ropa de danza, piezas cómodas y modernas que podían usarse tanto para bailar como para el día a día.

—Nunca había visto a alguien tan apasionado —comentó Jungkook, rompiendo el silencio.

Jimin levantó la vista, sorprendido de que Jungkook lo hubiera estado observando.

—¿Ah? ¿Dijiste algo?

Jungkook soltó una risa suave. —Nada, solo me siento orgulloso. No todos pueden tener la pasión y el talento para empezar desde cero como tú lo haces.

Jimin sonrió, sonrojándose ligeramente. —Bueno... gracias. Pero aún tengo mucho que aprender. De hecho, he estado buscando academias para estudiar formalmente. Mis conocimientos son... más bien empíricos. No quiero enseñar algo que no domino completamente.

Jungkook asintió. —Es una buena idea. La educación formal te dará más herramientas, pero tu talento ya es inmenso. Recuerdo cuando te vi por primera vez... —hizo una pausa, sonriendo—. Estabas temblando en una esquina, ¿recuerdas?

Jimin soltó una risa ligera. —Claro que lo recuerdo. Pensé que te habías equivocado de calle o que estabas perdido.

Jimin estaba de pie, bajo una farola parpadeante en una esquina de la ciudad, intentando mantener el calor en medio del frío de la noche. Llevaba un abrigo delgado, demasiado gastado para protegerlo del viento helado que cortaba su piel. Sus dedos temblaban mientras se frotaba las manos, tratando de mantener la circulación. Había salido esa noche con la esperanza de encontrar algún cliente para pagar sus cuentas y quizás llevarse algo de comida a la boca.

Esa misma noche, Jungkook caminaba por las calles con el ceño fruncido y las manos en los bolsillos, furioso por una discusión reciente con sus padres. Se sentía atrapado en una red de expectativas familiares que lo asfixiaban. Había estado tratando de encontrar un camino propio, pero parecía que cada intento solo resultaba en un nuevo conflicto. Mientras avanzaba, sus pensamientos estaban tan lejos que casi no notó a Jimin, hasta que escuchó su voz suave.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó Jimin con una sonrisa cautelosa.

Jungkook parpadeó, sorprendido. No esperaba que alguien le hablara en esa esquina oscura, y menos con una sonrisa tan genuina. Miró al joven frente a él, notando la delgadez de su abrigo y el ligero temblor en su cuerpo. Sin pensar, soltó sus frustraciones.

—No... no lo estoy —admitió, dejándose llevar por el inesperado gesto amigable de un desconocido. Sus palabras salieron en una ráfaga—. Mis padres... quieren que viva una vida que no es mía. Quieren que sea alguien que no soy...

Jimin escuchó con atención, asintiendo de vez en cuando, como si entendiera perfectamente el peso que Jungkook llevaba. No interrumpió, ni pareció juzgarlo. Simplemente, dejó que él hablara hasta que se dio cuenta de que su interlocutor estaba comenzando a temblar más visiblemente.

Desde los cimientos (Yoonjin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora