CAPÍTULO 8

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Love


Camino descalza por la alfombra intentando no cojear tanto, debo reponerme cuanto antes o estaré perdida.

«La rehabilitación es fundamental para afrontar cualquier dolencia, Love».

Las palabras de Ángel hacen eco en mi mente, en aquel entonces él no se refería precisamente a una dolencia física. Estaba en un pozo tan oscuro que me fue difícil salir de él, sentía que ni la llegada de Leo era suficiente para recuperarme, entonces Ángel me llevó al cuadrilátero, me dio un par de guantes, me los puso y me invitó a que lo golpeara tan duro como quisiera. No lo entendí en ese momento, pero al pasar el tiempo sí, él me liberó de la depresión haciendo que sacara todas mis frustraciones, desilusiones y sentimientos, a golpes.

Tal vez un buen psicólogo como lo sugirió Anna hace tanto hubiera hecho un mejor trabajo, pero la terapia de Ángel me resultó más atractiva. No solo me ayudo a cambiar mi interior, también el exterior, de pronto ya no me sentía una niña indefensa jugando a ser grande.

«Tuve que ser fuerte, tenía una razón más grande que el universo mismo para hacerlo, no había otra opción, aunque un tiempo estuve perdida... Debo volver, no por un jodido hombre y mucho menos voy a esperar que nadie venga a rescatarme».

Yo puedo con el tal Pablo y contra su ejército de pacotilla.

Soy Love Johnson Moore. Soy imparable, la flor de loto que nace en los pantanos en medio de calamidades.

Escucho un clic y veo que la puerta empieza a abrirse.

—Hola —saluda desde la puerta apoyando su mano en el marco de esta.

—¿Ahora serás mi niñera? —pregunto despreocupadamente mientras me siento en el borde de la cama.

—¿Quieres que lo sea? Porque a mí no me molestaría.

—No creo que a tu jefe le guste.

Ríe estrepitosamente y da un paso hacia adentro. Levanto mi cabeza un poco para demostrarle que no le temo y él camina con paso seguro, pone sus manos en los bolsillos de su pantalón y se agacha un poco para estar a mi altura y susurra suavemente:

—Cariño, yo soy el jefe aquí.

—Momento... —Lo miro a los ojos y este retrocede un poco de la invasión a mi espacio personal—. Pensé que eras el pelele de alguien o algo así, pero si dices que eres el jefe pues ¿qué quieres que diga?, ¿te felicito?

Se pone erguido y me mira furioso.

—Esa lengua tuya se vería bien en mi...

—Si quieres conservar tu lengua es mejor que no termines esa oración. Un poco más de respeto, porque puede que sea tu prisionera, pero tú y yo no somos iguales.

—Explícate, porque hasta donde yo sé pertenecemos al mismo mundo de mierda, drogas, armas y más depravaciones, estamos al otro lado de la ley, cariño.

Lo hice cabrear, bien. Nadie en la vida va a volver a amedrentarme.

—Hay niveles, querido —digo esto último con desdén y altanería—, y en efecto compartimos un mismo mundo como bien dices, pero no somos lo mismo, la trata de mujeres no forma parte de mi familia y los secuestros menos.

—¿Vas a decir que nunca han secuestrado y matado?

—Si se lo merecen sí, pero nunca para pedir un rescate.

Vuelve a reírse.

—¡La princesa de la mafia que nunca ha roto un plato! Dime, ¿siquiera has visto un muerto alguna vez?

—Catorce y contando...

—¿Tú los mataste?

—Sí. Y pronto serás mi quince, lo prometo. No me subestimes.

—¿Estás segura?

—Es un hecho. —Le extiendo la mano para cerrar el trato y este me mira un momento de pies a cabezas y luego hace un movimiento que me tumba hacia atrás y se pone encima de mí.

Agarra mis manos por encima de mi cabeza y me mira como un león mira a su presa, siento su aliento mientras empieza a oler mi cuello y va bajando, intento moverme, pero con la pierna mala es poco lo que puedo hacer, hago un movimiento y veo una oportunidad que tomo, lo empujo con todas mis fuerzas, me suelta y me hago hacia atrás.

Él se ríe de mí poniéndose de pie.

Mi pecho se siente agitado y mi respiración es entrecortada y aun así no le muestro miedo, me niego a hacerlo.

—Puede que sea una mierda de persona, pero tomarte por la fuerza no está en mis planes. Ten una linda mañana, Love Johnson Moore, porque por lo visto, estarás aquí por mucho tiempo. En el armario hay un vestido, te recomiendo que lo uses, daré un almuerzo, es mi cumpleaños y quisiera que me acompañaras.

—Soy tu prisionera, no tu invitada.

—Me gusta conversar contigo y eso es raro. Sí. Eres mi invitada, por algo estás en una de las habitaciones de huéspedes. Créeme, no quieres ser mi prisionera, como bien piensas soy una mierda y tú no conoces ese lado mío y no quisiera que lo conocieras, así que te haré una vez más la invitación: acompáñame.

Acomoda su camiseta y sale de la habitación dejando la puerta abierta.

Me paro rápidamente siguiéndolo, salgo y lo veo recorrer el pasillo, de pronto siento que soy observada y, en efecto, hay dos hombres armados al otro lado del pasillo que me miran con una sonrisa.

Está demasiado confiado pensando en que no me escaparé.

De pronto escucho pasos y veo que es una muchacha acercándose con una bandeja casi corriendo, no hace contacto visual conmigo cuando me entrega la bandeja con el desayuno.

Devuelvo mis pasos y cierro la puerta detrás de mí, de pronto me siento más segura así. Dejo la bandeja en la pequeña mesita a un costado de la ventana y entro al baño con mi pecho aún agitado. Me agarro del lavamanos y veo mi reflejo en el espejo. Una lágrima recorre mi rostro, rápidamente la limpio, abro la llave del agua y me lavo la cara.

—No tengo miedo, no puedo tenerlo.

Cierro la llave del agua, abro la puerta y camino hasta la ventana, observo el perímetro y cuento al menos diez hombres armados caminando alrededor, además de un dron que sobrevuela el lugar, seguramente está repleto de cámaras de seguridad, escapar será difícil, pero no imposible.

Hoy volveré a casa. 

Dinastía, Ruleta Rusa 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora