CAPITULO XXI

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El dolor de una partida puede dejarnos con el corazón roto

SAHORY

Hace rato amaneció y estoy en la habitación con Tarren. Nos acabamos de bañar y ahora me está secando el cuerpo con una toalla. Lo hace con extrema delicadeza mientras no deja de mirarme con amor. Ha estado más cariñoso de lo normal.

Me pongo una de sus túnicas frente al espejo. Él se pone unos pantalones cómodos y sacude la cabeza para quitar el exceso de agua del cabello. Parece que hoy tampoco saldrá. No ha salido a trabajar durante estos tres días como lo prometió.

—¿No te duele, pequeña? —me pregunta mientras me abraza por detrás y acaricia con suavidad mi coño.

—No. —respondo mirando sus ojos en el reflejo que ahora tiene gotas de agua por su culpa.

—Vamos a la cama. —me susurra —Sé que tienes hambre.

Hace un momento Makenna nos trajo el desayuno y la verdad es que tengo mucho apetito, así que asiento y nos sentamos allí. Él se posiciona tras de mí como si fuese ese ser protector que tanto necesité por años. Me ofrece un poco de zumo de naranja y lo bebo como si hubiese estado en sequía por semanas.

—Despacio, te vais ahogar. —me quita el vaso.

—Oye. —protesto.

—Si te tomas todo el jugo no comerás bien. —pone una fresa en mi boca y la recibo, gustosa. Él también come un poco y me ofrece pan con mermelada.

Es entonces cuando de pronto recuerdo algo que he querido preguntarle desde hace un tiempo. Algo que nada en mi cabeza como un pez y no me deja tranquila, así que me animo hacerlo:

—Tarren, quiero preguntarte una cosa.

—¿De qué se trata? —besa mi cabeza y me remuevo para quedar de lado aún acunada contra su cuerpo para poder mirarlo a los ojos.

—Quiero saber si tenéis dos mazmorras.

Me mira con extrañeza y al mismo tiempo interesado.

—Solo tengo una. ¿Por qué lo preguntas?

No quería que supiese que mi madre era una mujer sangrienta, pero aun así se lo conté:

—Una mañana, cuando fui a darle de comer a mis patos escuché algo extraño. Eran los lamentos de un hombre, así que invadida por la curiosidad seguí esa voz hasta que me llevó a una zona muy apartada. —continuo y él me mira intrigado. —No había guardias vigilando el lugar que encontré, y se trataba de un calabozo. Mucho más sombrío que el que mamá solía vigilar. Y...

Hago una pausa cuando siento que Tarren se tensa. Frunce el ceño y aprieta la mandíbula con fuerza. Por un segundo, solo por un segundo veo enojo en su mirada.

—¿Sucede algo? —pregunto preocupada y confundida.

—¿Entraste a ese lugar? —su tono es un poco duro.

—S-sí. –contesto dudosa sin saber el porqué de su reacción.

—¿Qué día fue? —interroga de nuevo.

—El día después de la velada. —se me queda mirando y yo continuo. —Cuando entré vi algo que jamás se borrará de mi mente. Había cadáveres de hombres que fueron torturados cruelmente y no solo eso, uno de ellos aún seguía con vida, pero muy lastimado. Su aspecto era deplorable.

Y ahora que lo menciono olvidé preguntar por ese hombre en el telegrama que le envié a mi nana. Al menos para saber si sigue vivo o si Elvira terminó por matarlo.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora