espuma

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- Creo que la cague, eso es todo.

Gian frunció el entrecejo y pasó un trozo de carne sobre la salsa picante, sin prestar la más mínima atención. El almuerzo de la cafetería siempre resultaba nauseabundo, pero esta vez su estómago le rugía tanto, que ni siquiera tenía las de ponerse a elegir. ganas

- ¿Ah? ¿De qué hablas?

Lourdes expulsó un poco de aire y soltó el cubierto sobre la mesa, con un rostro que denotaba que, al menos, no había dormido durante las veinticuatro horas pasadas. Tenía las mandíbulas y los dedos apretados, como si fuese a confesar que había matado a alguien de veinte balazos y mereciese el peor de los castigos.

Abrió los labios dos decenas de veces y finalmente se apresuró a hablar.

- Estoy enamorada, he caído, no pude controlarlo. Lo intente de muchas formas, pero ella es diferente, me hace sentir diferente... Créeme que intente e intente, una y otra vez, olvidarla, alejarme de ella, dejarla, decepcionarla, pero nada da resultado. Es tan hermosa y me hace sentir tan bien, que no puedo hacer nada por más que quiera... -tomó un respiro y sus ojos marrones se dignaron a enfrentarla - Estoy enamorada y no puedo hacer nada, Gian. - ¿Enamorada?

Se quedó estático durante un instante, sosteniendo el tenedor entre sus manos, mientras veía la cara de tortura y sufrimiento que la otra ponía, ¿estaba loca o en drogas? Se suponía que tenía que levantarse e insultarla hasta que reaccione, pero solo se metió la carne a la boca y empezó a masticar con algo de molesta tranquilidad.

- ¿Te lavaron el cerebro o qué? ¿De dónde sacaste semejante cosa?

- No lo sé, se siente, supongo. Por ejemplo, cuando la veo, mi corazón se acelera y empieza a latir como loco... y así esté teniendo un mal día, solo verla me hace olvidarlo todo.

Solo verla me hace olvidarlo todo.

No supo por qué, pero la imagen de camila se le presentó en su mente y casi se atragantó al recordar cómo ella lograba calmarlo con solo sonreírle y hacía que todos los gruesos nudos que se le formaban en el cerebro. se desaten. Una corriente fría le recorrió el cuerpo ante todos esos pensamientos y el apetito se le quitó. ¿A qué mierda venía eso de nuevo?

- Pienso en ella casi todo el día. Me imagino cómo estará o si ella pensará en mí también... Quiero estar a su lado y no me siento completa hasta tenerla conmigo. Es como si quisiera protegerla de todos, puede sonar loca, pero es la verdad.

- ¡Es que nuestra lu está sintiendo las maripositas!

La traviesa voz de Nico resonó antes de que apareciese y apoyase sus codos sobre la mesa. Lourdes resopló y lo golpeó con el codo, sin poder evitar una sonrisa.

- Cállate, idiota. Solo sé que me atrapo y hasta puedo decir que la amo...

- Vete a la mierda, eso no es verdad - Gian lanzó el plato hacia ella otro extremo, poniéndose de pie - Eso no existe, solo existe el sexo, ganas de cogertela, nada más.

- No, esto es diferente al deseo...

- Ya, para tu mierda. Tus porquerías me hacen vomitar.

Nico se carcajeó y soltó algunos libros sobre la silla, pasándose la mano sobre su sudada cabellera y bebiendo un poco de agua helada, mientras le guiñaba el ojo a una de las empleadas.

- Por cierto, ¿tienen tiempo mañana en la noche para ir a ver mi partido? Es el campeonato del mes y mi equipo reventará al equipo contrario como siempre. Ya luego podemos irnos a celebrar y perdernos toda la noche, ¿van o no?

- Yo estaré ahí, eso no lo dudes -respondió Lourdes, más animada.

Gian se colgó la mochila y la campera  azul sobre el hombro.

Inocencia Pasional |giamila|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora