Capítulo Único

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¿Durazno?

Entre el misterio que rodeaba a los fantasmas y la vida ajetreada que todos llevaban debido a sus distintos trabajos, estar juntos se resumía a algo simple pero significativo: explorar casas embrujadas y ayudar a los espíritus atrapados a cruzar al otro lado.

Pang Pang, una beta siempre llena de energía y vitalidad, y Home, un omega igualmente activo, formaban un equipo dinámico que hacía que cualquier día, por monótono que pareciera, se convirtiera en todo menos aburrido. Ambos eran como una chispa que encendía la emoción en cada misión, siempre encontrando algo inesperado. Para equilibrar esa energía vibrante estaban Kan y Peach, dos betas con personalidades más tranquilas y serias, aunque Peach, siendo alguien particularmente nervioso y asustadizo, se encargaba de llenar los lugares con gritos cada vez que algo lo sobresaltaba. Eso añadía un toque divertido a las tensiones que normalmente se vivían en sus misiones.

Siendo el único omega en un grupo conformado por tres betas, la vida de Home era, en muchos sentidos, mucho más tranquila y relajada que en otros contextos. Cuando vivía en Estados Unidos, gran parte de sus conocidos eran alfas u otros omegas, lo que hacía que, en más de una ocasión, tuviera que lidiar con el agobiante ambiente lleno de feromonas. Era difícil encontrar un momento de paz en aquellos círculos, donde los aromas intensos y las energías alteradas lo envolvían constantemente, haciéndolo sentir incómodo. Por eso, trabajar y convivir con betas le resultaba una especie de respiro que rara vez encontraba en otros lugares.

Un día cuando su celo llegó sin previo aviso durante una misión. Nadie se percató de cómo su aroma comenzó a intensificarse poco a poco, ni de cómo su cuerpo empezaba a calentarse de manera inquietante. Peach, siempre atento a los detalles aunque fuera algo torpe para reconocer ciertas cosas, le preguntó si estaba resfriado, dado que las mejillas de Home estaban notablemente sonrojadas. Pero cuando Home le confesó que, en realidad, estaba en celo, el rostro del tímido beta se puso tan rojo que parecía a punto de explotar de la vergüenza.

—Lo siento mucho —murmuró Peach con torpeza, visiblemente apenado, antes de decirle que se quedara tranquilo, que él volvería en un momento.

A los pocos minutos, tanto Kan, Pang Pang como Peach regresaron apresuradamente, cargando con todo tipo de medicamentos. Trajeron pastillas, jarabes, algo de comida y hasta parches. Entre risas nerviosas, confesaron que no estaban muy seguros de lo que necesitaban comprar, pero decidieron llevar todo "por si acaso". Peach, en particular, estaba tan preocupado por el bienestar de Home que insistió en cancelar la misión para que todos pudieran volver a casa.

Al llegar a la casa de los hermanos, tanto Kan como Home decidieron quedarse a dormir, algo que ya era casi una costumbre. Ambos habían pasado más noches en esa casa que en sus propios hogares, lo que hablaba de la cercanía que compartían con Peach y Pang Pang. Esa noche no fue la excepción. Peach, fiel a su rol en la cocina, se encargó de preparar la cena, mientras Pang Pang y Kan decidieron pasar el rato jugando un juego de mesa. Como siempre, la extrovertida Pang Pang inventaba reglas nuevas a su favor, algo que hacía que los juegos fueran más caóticos pero también más divertidos. Kan, con su semblante serio y su concentración inquebrantable, no protestaba; simplemente seguía el juego.

Por otro lado, Home, quien estaba tumbado en la cama viendo videos en su teléfono, se sorprendió al encontrar una sudadera que claramente no era suya. Era de Peach, lo supo inmediatamente por el aroma. Aunque los betas no desprenden un olor tan fuerte como los alfas o los omegas, Home podía distinguir esa mezcla tan particular que caracterizaba a Peach: el perfume que solía usar, combinado con un ligero toque de albahaca, creaba un aroma único que Home había llegado a reconocer sin esfuerzo. Sin darse cuenta, se acurrucó con la sudadera, enredándose en ella mientras caía lentamente en un sueño profundo.

Pang Pang, siempre dispuesta a capturar los momentos de su ship, no perdió la oportunidad de tomar mil fotos de Home acurrucado en la prenda. Peach, por su parte, intentaba detenerla, pero su esfuerzo fue en vano. Días después, cuando el asunto salió a la luz, Home se disculpó, un tanto avergonzado, por haber impregnado la prenda con su aroma.

—No te preocupes — le respondió Peach de manera despreocupada — Ni siquiera me di cuenta.

Aquello despertó algo en Home. La idea de que Peach no pudiera percibir su aroma le hizo pensar que quizá debía hacer algo al respecto. Por esa razón, decidió someterse a una serie de pruebas en una clínica especializada en perfumes personalizados, buscando una fragancia que capturara su esencia.

Cuando llegó el cumpleaños de Peach, Home vio la oportunidad perfecta para regalarle algo realmente especial. Al recibir el perfume, Peach sonrió con gratitud, pero sin entender del todo lo que implicaba.

—Te regalo mi aroma —le confesó Home, con una sonrisa tímida pero segura.

Peach, sin darle demasiada importancia, rió.

—¡Vaya! ¿De verdad? —respondió entre risas— ¡No me digas que hueles a durazno!

—No estoy bromeando. En serio, ese es mi olor —insistió Home, sin poder contener la risa ante la incredulidad de Peach.

—¿Hueles a durazno? —repitió Peach, todavía incrédulo.

—Y un poco a manzana —agregó Home, con una sonrisa juguetona— Olores frutales, you know.

Después de aquella revelación, Home no esperaba que Peach utilizara el perfume. Sin embargo, durante una misión poco después, Home percibió su propio aroma en otra persona. Para su sorpresa, Peach estaba usando el perfume, y el omega no pudo evitar emocionarse al descubrirlo.

El ambiente en el que solían estar los cuatro amigos solía estar impregnado de suaves fragancias que todos compartían. Sin embargo, cuando Best, un viejo amigo de Peach, llegó de visita, casi se desmayó por la intensidad del aroma en el lugar. Fue él quien le mencionó a Peach que su olor a durazno era muy fuerte, lo que provocó que Home se sintiera completamente avergonzado, confesando que impregnaba a Peach con su aroma sin siquiera darse cuenta.

Home, consumido por la vergüenza, tardó varios días en ponerse en contacto con sus amigos, temeroso de que Peach se hubiera molestado o, peor aún, de que hubiera descubierto sus sentimientos hacia él. Temía que todo se hubiera arruinado. Por otro lado, Peach también deseaba hablar con Home, pero no quería presionarlo ni molestarlo. Sin embargo, alentado por las palabras de su hermana y sus amigos, terminó tomando una decisión. En lugar de llamarlo, se encontró a sí mismo parado frente a la puerta de la casa de Home. Un empleado lo dejó entrar, indicándole dónde se encontraba el omega.

Cuando finalmente se encontraron, Home estaba visiblemente nervioso. Apenas intercambiaron algunas palabras, y todas las cosas que habían planeado decirse quedaron atrapadas en el aire, reemplazadas por una película que decidieron ver juntos.

—Lo siento —dijo Home, rompiendo el silencio finalmente, y comenzó a explicarle cómo su aroma había impregnado la ropa de Peach. Entre titubeos y nervios, terminó confesando que lo hacía de manera inconsciente porque Peach era su "lugar seguro" y más adelante sin darse cuenta, reveló también sus sentimientos hacia él.

Peach, sorprendido, soltó un grito que asustó a Home. Por un momento, el omega pensó que había arruinado su amistad para siempre, que sus sentimientos habían asustado al chef. Pero la risa que siguió a ese grito lo desconcertó por completo.

—Por primera vez agradezco haber escuchado a Pang Pang — dijo Peach, riendo —Pensé que estaba viendo cosas donde no las había, pero resulta que estaba en lo cierto. Estoy emocionado... ¡muy emocionado! —dijo rápidamente, casi atropellando sus palabras.

Home apenas pudo procesar lo que decía, pero lo que más le importaba era lo que Peach le había revelado: "también me gustas". Y sin pensarlo más, lo besó. La película quedó en el olvido mientras ambos se perdían en ese momento, envolviéndose en un beso que lo dijo todo.

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