29. Los Primos.

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Cuando entró al cuarto y vio a su novia montando sobre la verga de Osvaldo, Renzo no sintió nada. Luego lo invadió una especie de vacío en la boca del estómago, justamente por ser consciente de eso. Ver a Silvana cogiendo con el portero ya no le generaba el mismo impacto que antes y temía que ella tuviera razón, que mientras más lo viera, más se acostumbraría. No quiere acostumbrarse a ver a su novia disfrutando de la verga de otros hombres.

—Al fin, amor. Te estábamos esperando.

—¿Para qué?

—Vos sabés muy bien para qué. No te hagas el boludo. Sacate la ropa, dale.

Renzo obedeció como si la orden fuera un mandato del cielo que su mente no era capaz de ignorar.

—Em... no sé si estoy listo para esto, amor.

—Si seguís dando vueltas, nunca le vas a pagar tu deuda con Osvaldo. Y como sé que no te vas a decidir nunca, se me ocurrió una cosa.

Silvana se puso de pie, la verga de Osvaldo quedó apuntando al techo, cubierta de flujos vaginales. Ella le hizo señas a Renzo para que se subiera a la cama, él obedeció dubitativo y se quedó mirando el erecto miembro del portero. Había dado su palabra, se lo tenía que chupar. Pero... ¿que pasaba si...?

Volvió a la realidad en cuanto vio a su novia con un enorme pene plástico entre las piernas. Lo tenía sujeto por un arnés y lo estaba cubriendo con lubricante.

—Esto es un strap-on —explicó—. Me lo prestaron mis amigas las reposteras.

—¿Y para qué querés eso?

—Ponete en cuatro y te explico.

—No, ni hablar. No me vas a meter eso.

—La idea es no meterlo... siempre y cuando le chupes la verga a Osvaldo. Se lo debés. Digamos que esto es para darte un pequeño empujoncito —dijo, sacudiendo su verga artificial—. Solo te lo voy a meter si no chupás.

—Pero... ¿tenemos que hacerlo ahora?

—Basta, Renzo. Perdiste tu apuesta. No pongas más excusas. Osvaldo hubiera pagado de haber perdido.

—Es cierto —dijo el portero—. No deberías apostar si las chances de perder son tan altas.

—Es que... si llegaba a ganar... era mucho dinero.

—Basta de cháchara. Ponete en cuatro y empezá a chupar. Ya sabés lo que va a pasar si no lo hacés.

Renzo obedeció a regañadientes. Se colocó en la posición que le pidió su novia, con la verga de Osvaldo cerca de la cara. Había algo en ese pene grueso y venoso que lo intimidaba. No era solo el tamaño; pero no sabría decir de qué se trataba.

Sintió un objeto húmedo, duro y frío en la entrada de su culo y fue recién ahí cuando se dio cuenta de que su novia hablaba en serio.

—Hey, pará... ¿me lo vas a meter de verdad?

—Claro, si no la chupás... ¡adentro!

—Pará, Silvana... necesito más tiempo para pensarlo.

—Pasaron cinco días, Renzo. Creo que tuviste tiempo más que suficiente. La paciencia de Osvaldo no es infinita. Mañana juega Argentina contra Nederland y no te voy a dejar apostar si antes no pagás tus deudas. Así que... a chupar, mi amor. Disfrutalo, vas a entender por qué me gusta tanto la pija de Osvaldo.

Renzo agarró el miembro y lo sintió palpitar entre sus dedos. Abrió la boca... pero no fue capaz de tragarlo. El dildo presionó más y comenzó a entrar.

Mi Vecino SuperdotadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora