III

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Dio una suave reverencia a varios discípulos que se encontraban de camino a sus respectivas clases. Por su parte, se dirigía al Jinshi, pues debía afinar los detalles de la visita al Muelle del Loto, o más bien, pedir instrucción y consejo a la única persona que podía ayudarle en su situación. Aún se sentía extraño; no lograba asimilar del todo el hecho de estar fuera de su autoimpuesta reclusión. Tal como lo había solicitado su tío, había retomado las riendas de la secta, volviendo a ser el líder en todas sus funciones.

Seguramente, un evento de tal magnitud implicaría alguna conferencia entre sectas. Sin embargo, ese no era el mayor de sus problemas. Y no estaba con ánimos de dar explicaciones a nadie hasta haber hablado con quien representaba su verdadera preocupación: el líder de la secta Jiang. Estaba convencido de que Jiang Cheng no recibiría a la secta Lan de buena manera, no bajo las circunstancias que se avecinaban ni las que ya los antecedían.

—Xiongzhang —le llamó Wangji en cuanto lo vio en las inmediaciones del Jinshi.

—Wangji, buenos días. ¿Se encuentra el joven Wei? —preguntó, recibiendo de inmediato un asentimiento y una mirada dirigida hacia la entrada de la casa que ocupaban su hermano menor y su esposo.

Lo siguió, caminando los pocos pasos que faltaban para llegar a su destino. Una vez allí, pudo ver a Wei Wuxian impartiendo lecciones a un joven Lan Sizhui.

—Es un excelente maestro —dijo a su hermano menor con un leve halago.

El menor sonrió casi imperceptiblemente, con una sonrisa tan sutil que solo aquellos que lo conocían bien podían advertir. Era evidente su felicidad al ver a su esposo y a su hijo compartiendo conocimientos.

—Lamento haberte arrebatado esto... Si yo hubiera...

—No puedes hacer nada —lo interrumpió Wangji con serenidad—. El pasado es pasado. Lo que sucedió no se puede cambiar, pero podemos trabajar para mejorar el futuro.

—Me entristece ver que mi hermano menor es mucho más sabio que yo —confesó el mayor, con una mezcla de melancolía y gratitud.

—Tienes que aprender a perdonarte a ti mismo —respondió Wangji con calma.

—Es difícil cuando sabes que todos los errores cometidos fueron pura negligencia. No solo te dejé solo; no quise escuchar, ni a ti ni a Nie Mingjue. Probablemente ni siquiera quise escuchar a Nie Huaisang. En realidad, no quise escuchar a nadie que no fuera Jin Guangyao, y este es el precio que pagué por mis decisiones.

—¿Crees que Jiang-Zongzhu te quite a Lan Jingyi?

—Es lo menos que espero de su parte. Ni siquiera espero que me permita cortejarlo. Si ese hombre alguna vez sintió algo por mí, ten por seguro que yo mismo aplasté cualquier sentimiento.

—Sí, es lo más probable —respondió Wei Wuxian con la certeza de quien conoce los corazones de aquellos involucrados.

De alguna manera, sin darse cuenta, Xichen ya tenía a Wei Wuxian delante de él, mientras su sobrino, a una distancia prudente, practicaba las formas que le estaban enseñando, formas que claramente pertenecían a la secta Jiang.

Ante la inesperada presencia de su cuñado, Xichen no pudo menos que inclinarse respetuosamente. El de la cinta roja mostraba una sonrisa en sus ojos, aunque en ellos también había un brillo rojizo, señal de una molestia que aún contenía.

—Wei-gongzi...

—No te voy a mentir, Xichen-ge, y disculpa mi falta de modales, pero fue a mi familia a quien se le hizo el agravio.

—Lo entiendo. No espero nada realmente. Considero que ustedes tienen tanto derecho a estar molestos que soy incapaz de pedir algo en este momento, salvo tu consejo sobre cuál podría ser la mejor manera de abordar el tema con Jiang Cheng.

—No la hay. No existe manera en la que él tome bien que entregaste al hijo de ambos a Jin Guangyao, y que permitiste que ese mismo hombre envenenara su mente, haciéndole creer que su hijo estaba muerto.

El rostro compungido de Lan Xichen debía ser suficiente para que Wangji abogara por él ante su esposo, lanzándole una mirada consternada.

—Hagamos una cosa, Xichen-ge. Déjame hablar con Jiang Cheng. Sé que no estamos en los mejores términos, pero créeme, después de lo que le voy a decir, probablemente pida tu cabeza en una bandeja de bronce pulido. Y no seré yo quien le niegue esa petición. Yo estuve allí cuando él sentía que no sobreviviría al parto; mi Shijie estuvo a su lado...

—Nadie estuvo a tu lado... —intentó rebatir, recordando lo que Wangji les había revelado a su tío y a él.

—¿Quieres que te ayude?

—Como tú digas, Wei-gongzi.

—Lan Zhan, préstame papel y tinta... mandaré una carta a Jiang Cheng. Si todo sale bien, podremos ir al Muelle del Loto según lo previsto mañana; si todo sale mal, Zidian romperá los cielos de Gusu Lan esta misma noche, sin importarle su ridículo toque de queda... Deberían avisar a Lan-xiānshēng, la ira de Jiang Cheng no es legendaria sin razón.

Yǐncáng de Zhēnxiàng / Verdades OcultasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora