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Agosto de 1991

Hoy era el día en que Ginevra y Draco por fin se conocerían.

-Mamá no quiero-dijo la pequeña Ginevra- ¿No puedo quedarme?

-No Ginevra-contestó Tom-Venga princesita que llegamos tarde- dijo él agarrando la mano de la niña. 

-Ya verás Ginevra, te encantará la casa de los Malfoy, además tienen un niño de tu edad y seguro que seréis muy amigos- dijo Helena ya en el coche.

Ginevra sólo podía pensar en lo mucho que extrañaría a Pimpo, el elfo doméstico que trabaja en su casa.

Al cabo de dos horas llegaron a la Mansión Malfoy. Cuando bajaron del coche pudieron ver en la gran puerta de la casa a Lucius y Narcissa, en medio de ellos había un pequeño con el cabello muy rubio.

Cuando llegaron a ellos los padres de ambos se saludaron y presentaron a los dos niños.

-Draco, esta es Ginevra- dijo Narcissa- ¿Por qué no te acercas y la saludas?

Draco muy tímidamente se acercó a Ginevra y depositó un beso en su mejilla. Acto seguido ambos hicieron una mueca de asco y Ginevra limpió con su mano el lugar que Draco había besado.

Los adultos rieron y entraron en la mansión mientras que Draco y Ginevra salieron al jardín a jugar. Una vez llegada la noche, Lucius y Tom se reunieron en el salón.

-Parece que se llevan bien-dijo Lucius rascando su nuca mientras tomaba una copa con Tom.

-Esto va a ser más difícil de lo que parece-sonrió Tom.

-Son niños, todavía tenemos mucho tiempo por delante- siguió Lucius.

-Mi hija le ha golpeado en la cabeza a tu hijo- dijo Tom haciendo reír a Lucius.

-Son cosas de niños, eso lo hará más fuerte.

Tom no podía dejar de pensar, ¿había hecho bien en aceptar el trato de Lucius? De igual manera ya era muy tarde para eso, el juramento estaba hecho.

Y tal como habían planeado sus padres, verano tras verano, Draco y Ginevra se encontrarían antes de que comenzaran las clases, con la esperanza de que, algún día, se enamoraran.


Por culpa del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora