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Agosto de 1995

Agosto, el peor mes del año. Hoy volvía a la Mansión Malfoy y eso significa que estaría un mes entero con Draco, lo que no me hacía especial ilusión.

El primer verano que nos conocimos jugábamos mucho juntos, aunque siempre terminábamos discutiendo. Solían ser discusiones tontas, yo quería jugar a los disfraces, él a las espadas... Nuestros padres siempre decían que en Hogwarts nuestra relación cambiaría, pero esto no fue así. 

El primer día intentó hacerse amigo del famoso Harry Potter, algo que no salió nada bien, por lo que se pasa todo el día buscando cualquier excusa para molestarlo. Yo sin embargo durante el trayecto hacia Hogwarts conocí a la que luego sería su mejor amiga, Hermione Granger, la chica con las mejores notas de todo nuestro curso. Por lo que sin buscarlo conocí a Harry Potter y a su vez a Ron Weasley, ya que nunca están el uno sin el otro.

Esto no sentó nada bien a Draco. Odia a Harry porque no aceptó ser su amigo, a Hermione porque sus padres son muggles y a Ron... En realidad no sé porque odia a Ron.

Durante estos años también hice algunos amigos de Slytherin, lo único malo es que también eran los amigos de Draco, por lo que habíamos aprendido a tolerarnos el uno al otro cuando estamos todos juntos. 

-Ginevra- dijo mi madre sacándome de mis pensamientos- Ya casi llegamos.

No sé en que momento mis padres pensaron que esto era buena idea, entiendo que ambas familias están muy unidas y quieren que sus hijos también lo estén, pero es imposible que Draco y yo seamos amigos, son pocas las veces que hemos hablado sin molestarnos el uno al otro. 

Cuando llegué saludé a los padres de Draco, Narcissa me cae muy bien, sin embargo Lucius es más serio y cortante. Subí a mi habitación, deshice las maletas y me tumbé en la cama, todavía no había ni rastro de Draco y no podía estar más agradecida por ello.

-Ginevra- dijo mi padre entrando a la habitación- Vamos a salir, pero no te preocupes, no estarás sola por mucho tiempo, Draco llegará en unas horas.

Por desgracia. Yo asentí y él salió de la habitación. Desde la ventana pude ver como mis padres y los padres de Draco subían al coche y se marchaban.

Hoy el día era muy caluroso, por lo que decidí ponerme mi traje de baño y bajar a la piscina. Tumbé mi toalla en el césped y me dispuse a leer mi nuevo libro.

Estaba tumbada boca abajo leyendo cuando alguien me arrojó un balde de agua fría. No me hizo falta ver quien había sido, reconocería su risa a un kilómetro de distancia.

-Eres imbécil- le grité levantándome. 

Él no podía parar de reírse

-Has destrozado mi libro- le dije viendo como mi libro estaba empapado.

-Oh vamos Gin, lo he hecho por tu bien- contestó Draco-Ibas a derretirte.

-Te he dicho mil veces que no me digas así- dije mientras agarraba una toalla. 

Él se acercó a mí.

-Intenta obligarme- susurró muy cerca de mi cara.

Como no dije nada, se giró dispuesto a marcharse.  Corrí detrás de él y con todas mis fuerzas le empujé haciéndole caer dentro de la piscina. Ahora era yo la que no podía parar de reír. 

-Más te vale correr- dijo amenazante mientras salía de la piscina.

Corrí al rededor de toda la casa, pero Draco estaba apunto de atraparme así que entré dentro de la mansión. Él se paró de sopetón en la entrada, apoyando su brazo izquierdo en el marco de la puerta. 

Por culpa del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora