024.

491 52 16
                                    

MIKO
|NO CAMBIAS, VICTORIA|

Ya habíamos vuelto a Puerto Rico, y apenas habían pasado dos días desde aquella noche en la que Rina y yo casi... bueno, casi lo llevamos más allá después de la fiesta. El deseo estaba allí, pero por mi mala suerte, no sucedió. Y aquí estaba yo ahora, en mi habitación, rodeada de oscuridad y con el humo del porro llenando el aire. El leve mareo me hacía sentir extrañamente tranquila, mientras el tiempo se alargaba, lento.

Escuché que tocaban la puerta, y de inmediato entré en pánico. Me levanté de un salto, abriendo la ventana para dejar escapar el humo, echando perfume con torpeza, como si con eso pudiera borrar lo evidente. Pero antes de que pudiera pensar en qué decir, esa voz familiar sonó detrás de mí.

— Vic, Josh y yo... —me di la vuelta, y allí estaba Rina, con una ceja alzada, observándome con esa mirada que siempre me hacía sentir descubierta.

Enciende la luz, y el brillo repentino me hizo taparme la cara con una mano.

— Baby, what's up, —dije, evitando mirarla a los ojos, mi voz un poco más pastosa de lo que quería.

Rina se quedó en silencio unos segundos, cruzando los brazos. — Josh y yo vamos a salir a buscar la cena, ¿quieres que te traigamos algo?

Intenté recomponerme, aunque sabía que era inútil. — Lo que sea, algo que tú veas que me guste, —respondí, tratando de sonar casual, aunque sentía el nudo en mi garganta.

Ella entrecerró los ojos, dando un paso hacia mí, y cerró la puerta detrás de ella con un clic que resonó en el cuarto. Su mirada era intensa, y sabía que ya no había forma de salir de esta.

— ¿Estabas fumando, no? —su voz sonó calmada, pero con un filo que me hizo tensar los hombros. — Victoria, te conozco... solo mírame.

Evitando sus ojos, pasé una mano por mi cabello, fingiendo despreocupación. — Claro que no, —contesté, aunque sabía que mi voz me delataba.

Ella dio otro paso más, y ya podía sentir su presencia tan cerca que el aire se volvía denso. — Huele horrible aquí, Vicky... y tienes los ojos rojos. —Su tono era más bajo ahora, más íntimo, y su cercanía me hacía sentir acorralada.

El silencio que siguió fue pesado. La tensión entre nosotras creció en el aire cargado, como si estuviéramos en la cuerda floja de algo no resuelto. Sus ojos oscuros me estudiaban, desafiantes, y yo no sabía si era el humo o el deseo que todavía nos envolvía desde aquella noche lo que me hacía sentir tan atrapada.

— ¿Soy yo, o te ves más bonita de lo normal? —dije, dejando que el tono coqueto se deslizara en mis palabras mientras la tomaba suavemente por la cintura, atrayéndola hacia mí. — Tienes unos ojos preciosos color miel.

Rina me miró con un atisbo de exasperación, pero también vi algo más, algo que estaba luchando por no dejar salir. Intentó zafarse de mi agarre, aunque no con tanta fuerza. — Ya te hizo efecto el puro, tú no cambias, Victoria, —dijo, medio sonriendo, medio frustrada.

— Acho, baby, —le susurré, acercándome más, lo suficiente para sentir su respiración acelerada— ¿te vas a enojar conmigo, como lo hacías cuando éramos novias?

Su expresión cambió. Los nervios la traicionaron, y pude ver cómo sus ojos evitaban los míos por un segundo. — Victoria... —murmuró, su voz temblando ligeramente.

Aproveché ese momento de duda. Me incliné hacia su oído, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba bajo mis manos.

— Y yo siempre te quitaba el enojo de esa manera que tanto te gustaba, —le susurré, mi voz cargada de intención, casi rozando su piel.

Sentí cómo su respiración se aceleraba más, y aunque intentaba mantenerse firme, sabía que la tenía justo donde quería. Había una chispa de lo que éramos antes, de esa atracción irrefrenable que siempre nos arrastraba, y por más que intentara ignorarlo, estaba ahí, entre nosotras, creciendo.

Rina dejó escapar un leve suspiro, y su resistencia comenzó a desmoronarse. Su cuerpo, aunque tenso, no se alejaba.

— Rin...a —dijo Josh al entrar en la habitación, su voz interrumpiendo el momento y causando que ambos nos giráramos rápidamente hacia él. — Ehh... no quise ser mal tercio, te espero abajo.

Rina se apartó de mí, y el brillo en sus ojos cambió, de deseo a una mezcla de disculpa y prisa. — Me tengo que ir, —dijo, dándome un rápido beso en la mejilla que me sorprendió y me dejó con una sensación ambigua. — No sigas fumando, eso te quema el cerebro.

Me reí con fuerza, el sonido rompiendo el silencio que había llenado la habitación. La risa salió de mí casi como una liberación, un contraste con la tensión que había llenado el espacio antes. Vi cómo Rina se dirigía hacia la puerta, echando una última mirada hacia mí.

— Nos vemos luego, —dijo antes de salir con Josh.

Después de que Rina y Josh se fueron, me recosté en la cama, el aroma del porro aún flotando en el aire. La risa se desvaneció y me dejé llevar por una mezcla de melancolía y deseo. Mis pensamientos comenzaron a divagar, y antes de darme cuenta, me encontré en el pasado, hace diez años, reviviendo un recuerdo vívido.


___
La habitación de mi casa estaba llena de la luz suave de la lámpara de escritorio y el humo del porro que se desvanecía lentamente en el aire. Rina estaba en el centro del cuarto, visiblemente molesta, mientras yo estaba en el borde de la cama, intentando calmar la situación.

— ¡Victoria, basta ya con esa vaina! —dijo Rina, su acento venezolano marcando cada palabra. — No soporto el olor a marihuana. Me da asco y me hace sentir mal.

Me acerqué lentamente, con una sonrisa y tratando de suavizar el ambiente. — Baby, Rina, no es para tanto. Es solo un poco de humo. Déjame distraerte un poco, ¿sí?

Ella cruzó los brazos, claramente firme en su decisión. — Es que me fastidia, Victoria. Ya te lo he dicho. No quiero estar aquí con ese olor.

Me incliné hacia ella, dándole pequeños besos en la mejilla, tratando de convencerla.

— Baby, please, solo déjame intentar algo. Prometo que te vas a sentir mejor si me dejas.

Rina intentó apartarse, su expresión aún enojada. — Ay, Victoria, no estoy para tus juegos ahorita. Esto no tiene sentido.

— Vamos, mi amor, —dije, con un tono implorante— Solo un momentito, porfa. Te prometo que te va a gustar y vas a olvidar el olor.

Rina seguía resistiéndose, pero su postura se relajó un poco. — Ay, no sé... Es que esto me pone mal, Victoria.

— Solo confía en mí, —le susurré con voz suave, rozando sus labios con la punta de los míos— Déjame mostrarte que puedo hacerte sentir bien. Olvida el humo por un rato.

Rina respiró hondo, y finalmente, su resistencia comenzó a desmoronarse. — Está bien, está bien. Pero no te acostumbres a que te deje convencer así, ¿ok?

Sonreí al escuchar su respuesta y continué con los pequeños besos, moviéndome suavemente hacia sus labios. Sus manos empezaron a responder a mis caricias, y el deseo comenzó a reemplazar su enojo.

Los besos se volvieron más intensos y urgentes, y la ropa empezó a caer lentamente. La habitación se llenó de jadeos y caricias, el humo del porro casi olvidado en el calor de nuestras ganas.

Me acerqué a ella, mi camisa tirando suavemente hacia mí mientras sus manos se movían por mi cuerpo. Sentí su calor mientras mis manos acariciaban sus muslos, y mi boca se movía lentamente sobre su piel, dejando suaves besos en su pecho. Mi lengua se deslizaba sobre su piel, dejando pequeñas marcas que la hacían soltar gemidos entrecortados.

— Dios, te odio tanto, María Victoria, —murmuró Rina, su voz una mezcla de frustración y deseo...











________________

pinchis cochinas son, pero hoy se los dejo en su imaginación xq no ando inspiración para escribir eso AJJAJAJAJAJJ

BESOS, NIX💗

THE STORY OF US (YOUNG MIKO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora