Primera Impresión

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A unos kilómetros fuera de la gran área urbana, en un lago rodeado por niebla y aroma a vegetación sin perturbar, unos seres se movieron sin producir sonido alguno

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A unos kilómetros fuera de la gran área urbana, en un lago rodeado por niebla y aroma a vegetación sin perturbar, unos seres se movieron sin producir sonido alguno. De sus dedos se hizo visible el hilo de humo que los unió con aquel con el que pactaron para su especial empresa.

Fueron de camino a los suburbios de la ciudad de Estorné, la ciudad capital de Jeervalya, ubicada en la isla mayor. Ellos lucían un aparente aspecto humano. Kasumi y Noelle sus nombres.

La hora para el encuentro estaba por llegar, el plan pronto se pondría en marcha. En plena confianza de las capacidades del chivo expiatorio, sabían que mientras cumpliesen con su parte, todo saldría a la perfección.

Él dejó su suave nube en el que durmió rodeado de osos de peluche, Jack in The Boxes y juguetes que un niño podría tener. Había despertado cuando se percató que de una de sus manos salió el hilo de humo, tal y como se lo prometieron el día del Rito Enigma. Se quitó las lagañas y le pidió a un súbdito que el tiempo que estuviese fuera de los dominios, se encargase de dar órdenes al resto, siendo el elegido tan sumiso a la voluntad de su amo, cumpliría sin refutar. Abandonó el lugar sin si quiera contar el verdadero motivo de su misión, solo les dijo que tenía una muy importante, no cuál era la realidad.

Abajo, los individuos que esperaron el arribo del mandamás, comprobaron que sus más preciados objetos estuviesen bien. El hombre pensó, la mujer sintió; acciones tan humanas para una pareja que no lo era.

Sin tratarse de milnombres como al que convocaron, o anomalías como las que estaban en su poder, la naturaleza de ellos era la de anidadores; seres que podían disfrazarse con apariencias humanas, pero con capacidades fuera del alcance de muchos.

Su nombre era debido a que, por un tiempo, anidaban las cabezas de sus posibles víctimas y verdugos a consumir y les dejaban un especial: un amigo imaginario, un recuerdo falso, un sueño repetido.

Una vez que ellos hacían su trabajo, jamás olvidaban a su huésped. Tantas maneras de meterse en la vida de una persona y dejarle una cicatriz que tardaría mucho en perderse, pero ni con esa esperanza las víctimas se aseguraban el ser olvidadas.

La mujer casi dio un paso en falso al pisar unas yerbas. Al quedarse quietos los dos notaron que no eran los únicos, algunos humanos fueron para dar un paseo. Les convenía usar el teletransporte para solucionar el problema, no lo hicieron, quisieron dejar su rastro.

—Ve más de prisa —dijo el anciano—, no debemos hacer que espere, el Juego del Milnombres está por comenzar.

—Ve más de prisa —dijo el anciano—, no debemos hacer que espere, el Juego del Milnombres está por comenzar

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Juego de un MilnombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora