Esmeralda

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"De personalidad fuerte y brillante, pero algo incomprendida"

Por si haber cumplido la mayoría de edad hace algunos días y no saber qué estudiar en la universidad es un problema

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Por si haber cumplido la mayoría de edad hace algunos días y no saber qué estudiar en la universidad es un problema. Ahora, por culpa de mi hermano menor, Silas, al que espero a que regrese con sus santas ganas de comprar unas gaseosas.

Le dije que ir vestido entero de negro era mala idea, ¿acaso hizo caso? No. Ah, claro. Pero si fuera "él" Seguro que lo haría sin rechistar. Lo mismo digo de la menor de mis hermanas.

Ser la segunda mayor de cuatro, apesta; ser el hermano o hermana del medio, es una burrada.

De vuelta con lo de Silas, por su culpa estoy en un callejón del que no puedo salir. No me refiero a esos con los que al final te encuentras una pared, si no, a... ¿Cómo podría hablar de este? Es complicado.

Estuve caminando de arriba hacia abajo, en línea recta hasta que me aburrí. No tengo batería en el celular y no veo a nadie cerca. Lo único que me quedó es un extraño folleto que me entregó un rarito —al nivel de Silas— que viene con la inscripción de: Do you believe in magic? ¿Crees en la magia? Se tomaron la molestia de ponerlo en los dos idiomas oficiales de Jeervalya; una maravilla. Me lo dieron cuando al alejarme de la molesta presencia de mi abuelo paterno, junto con el chalado de mi hermano, pasamos por una de esas plazas a la que acude mucha gente. Recuerdo que el crucé mirada con un chico y desvió su cabeza con actitud de: hago esto por trabajo.

Lo normal es que uno se deshiciera de los folletos. Este era diferente. Cuando lo quise depositar en un basurero, di vuelta atrás. Su diseño es extraño, pero a no propósito. Todos esos ojos y símbolos podrían confundir a la gente con un folleto de alguno de esos chalados satanistas. Lo que no entiendo es la 0bsesion por el negro de quién lo haya hecho. Solo hay dos colores, ese y el blanco.

Tonterías, puras tonterías.

Aunque mi nombre comience con las dos primeras letras de mi signo zodiacal, no creo en la magia ni en los horóscopos. Por desgracia, varios en mi familia creen que, si los aries son de una manera y los escorpios no y...prefiero no seguir con las descripciones, me enferman.

Di un suspiro de rabia. Me senté al lado de un cubo de basura. Esto iba a dar para largo rato. Maldigo a mi suerte.

Y, entonces, al pasar los dedos por uno de los bolsillos, sentí que tenía un peso extra en el rincón en el que se supone estaba el folleto; lo tuve que sacar.

Al observarlo por segunda vez en el día, los símbolos no estaban, tampoco las frases. ¿Cómo era posible?

Lo que siguió era digno de una de eses pelis de baja categoría que pasan por la tv en las noches: al poner el folleto en el suelo, en la dirección de este, apareció un ojo con pestañas extras y una pupila que no se veía para nada humana.

—Esto tiene que ser una puta broma.

Me levanté, apareció también un palito con triángulos en los dos costados. Hice un retroceso, desapareció, di unos cuatro pasos contados y aparecieron más símbolos.

Hasta que me puse en la entrada del extraño, se formó un círculo de palitos y en especial curvas con todas las formas y adornos posibles. El folleto regresó a mí con la peculiaridad de que algunos de los símbolos en él se pusieron de blanco.

Bajo mis zapatos, una hilera serpenteante se dibujó. Me adentré en el callejón y dejé atrás el cubo de basura. Aparecieron más símbolos en la hoja que se volvió de colores azul y carmesí, los colores de mi ropa. Pues vaya, que coincidencia.

No debo negar que esto era impresionante, parece que al pringado que lo hizo, pues le salió bien.

—Auch —dije, viendo el folleto saturarse de rarezas. Quedamos la pared y yo.

— ¿Hola? ¿Hermana? —sonó la voz de Silas que por primera vez en el día me llamó hermana. —No te enojes conmigo, compré tu bebida favorita y unos laxantes para el abuelo que, si sigue llenándose la panza de cerveza y jamón ibérico, se podría enfermar.

—Olvida al viejo, ¿puedes oírme? —me puse detrás de espaldas al muro, sin soltar el folleto.

—Sí. No lo sé, pero te escucho como si estuviera en una cueva o con una especie de eco.

«Mierda».

No tengo ganas de dar explicaciones, quiero irme.

—Espérame hermano, que voy por ti —alargué la «i».

Mi zapato se resbaló con una cosa metálica que alcancé a ver antes de que cayera ¿atravesando el muro? Vi un techo de concreto y unas paredes mientras resbalaba de espaldas, llegando al piso con el folleto intacto en mis manos, y, sin ninguna raspadura.

Los símbolos seguían ahí, con los mismos colores. Me puse de pie sin sentir dolor, esto sí tiene que ser una jodida broma. Había antorchas con fuego en las paredes.

Le di la vuelta al folleto pensando en encontrar una guía, estaba vacío. Y como si nada, los fuegos se hicieron azules. Qué clase de lugar sería este.

Caminé porque era lo único que quedaba, empezaron a aparecer símbolos en la parte en blanco. La diferencia principal con los anteriores es que ahora eran líneas en zigzag y trianguladas, junto con trapecios.

Llegué a un cruce con dos habitaciones iluminadas del mismo color: rojo intenso. El folleto se desprendió de mis manos y traspasó la habitación del lado izquierdo. Lo seguí y lo tomé de vuelta.

Este pasillo era más pequeño. El folleto seguía llenándose de símbolos y a mí no me quedaba más elección que caminar. En todos estos momentos el único ruido que escuché era el de mis zapatos al pisar.

—Qué fue eso —dije, juntando mis brazos al oír un ruido metálico.

Los fuegos se volvieron rojo carmesí y el pasillo apenas dejó un espacio de un metro de ancho para que caminara sin soltar la guía. Los símbolos se marcaron uno tras otro, pero se detuvieron.

Distinguí una puerta circular a unos metros junto con un camino de piedras puntiagudas que, para sorpresa, estaban con iluminación de líneas iguales a las de los símbolos.

—Bah, a qué va, no es momento de dramas.

Me puse en posición de correr y de un salto hice una carrera pasando el estrecho sin problemas. La puerta circular se abrió. Cuando aceleré, en el momento que me detuve, llegué a una habitación con montones de objetos extraños colgados. Lo único que pude reconocer era un trébol de cuatro hojas color del bronce.

La luz blanca del cuarto se apagó y de unos aplausos se prendió una idéntica al carmesí de las llamas. Vi tres personas, dos con trajes y una máscara que les tapaba la cara. En el centro de ambos estaba una mujer sentada con un collar de cuentas, cada una de un brillo distinto, todas de un color oscuro. Al hacer un esfuerzo, identifiqué el negro de sus perlas.

—Acércate. Sé cuáles serán tus preguntas. Soy Madame Deaynéi.

«Las rarezas no acaban. Creo que iré al centro del blanco», pensé para ahorrarme las molestias.

—Pues dígame qué es este extraño folleto y el lugar tan especial al que me trajo.

—Te daré las respuestas que necesitas. Vamos, acércate.

Cómo no soy de esas personas que se hacen rogar, fui hasta la señora. La gente de sus costados parecía de piedra, ninguno movía un dedo. Pero, me daba la sensación de que había visto o entrado en contacto con uno de ellos. Digo ellos porque los dos tenían pinta completa de ser hombres.

—Aquí estoy. —Mostré el folleto con los símbolos.

—Has llegado en buena hora.

—Qué hora será afuera, tengo que volver.

—Déjalos esperar, tú recién has llegado. Bienvenida, Esmeralda.

Juego de un MilnombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora