Epílogo

3 3 21
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

(Comisión realizada por mi buen amigo Huetete)

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

(Comisión realizada por mi buen amigo Huetete)

—Listo, este es el último. —El mellizo varón colocó una imagen de Amadeus Mozart sobre un cartón.

—Ha quedado genial, por fin el último miembro de la familia. Ahora sí terminamos nuestro alfabeto secreto completo —le dijo su hermanita.

—Si que mola. Lil sis, ¿Quién es el mimo recortado tan mal? —preguntó.

—Es el primo Denis. Si es que no lo sabías, los mimos son de Francia.

—Vaya, todavía lo echo de menos.

—Yo también, hermanito.

A través de la ventana abierta, vi a los mellizos bajar la cabeza, en especial al varón; su melliza le dio un pellizco, riéndose de él, pero también echando de menos al franchute.

—Oye, ¿Qué no es este un personaje de ese juego que papá nos prohibió por ser demasiado violento? —preguntó ella.

—Sí. Recuerda, estos cartones son secretos al igual que nuestro alfabeto,

En el último de sus cartones estaban Mozart, un caramelo, un personaje de un videojuego y un recorte del protagonista del cuento del flautista de Hamelin.

—Déjalos, mejor vamos al patio.

—Es hora de salir de esta pocilga —dijo llena de energía, lista para nuevos retos.

—Si te escuchan que dijiste pocilga a la casa, mamá te castiga —él dio una clara y verdadera advertencia.

Estaban por salir al patio cuando usando mi núcleo, dejé un halo azul por su ventana, los dos me saludaron llenos de alegría y buen humor. Soy su amigo espectral azulado. Quisiera quedarme más tiempo a su lado, las obligaciones me lo impiden.

Carousel – Mr Bungle

Fui al encuentro entre el Señor Kasumi, Noelle y yo que se planeó en la casa del leñador. Los vientos en calma de pronto levantaron algunas h0jas. De mí cuerpo desprendí un humo para hacerme uno con el ambiente: ahora era del mismo color que el agua.

Cuando llegué a las afueras del punto de reunión, encontré dos cuerpos en al aire libre. Los vi de cerca, tenían las bocas abiertas. Qué maravillosa vista.

—Un alma para la anomalía y otra para nosotros. —Se jactó el anciano, revelando lo que hizo con las almas de las personas que murieron.

—Fue una excelente comida. —La mujer se limpió el mentón con una servilleta de tela.

—Llegas en hora, Lurmo —fui llamado por otro de mis nombres.

—Para qué me convocaron.

—Felicidades pequeño Milnombres, has terminado tu trabajo.

— ¿Qué? —hice que mi cuerpo se tornara azul.

—Has absorbido suficiente información sobre tus vigilados. Eres libre.

—Cabrones de mierda, no cumplieron con su parte del trato.

El hombre y la mujer se rieron. Malditos los dos.

—Paciencia, querido Milnombres. Tus recompensas van a llegar en menos tiempo del que puedes imaginarte —dijo el anciano decrepito.

—No deberías quejarte, rompiste las reglas en tu camino, aunque ni i Kasumi ni yo estamos molestos porque era de esperarse, pero has un hecho un gran trabajo. Como no que queremos dejarte sin nada, te daremos un vistazo a la anomalía de la que surgió nuestra empresa.

—No la veo con ustedes ¿Dónde está?

—Está donde tiene que estar: atrayendo siempre personas incautas. Porque la anomalía sabe qué historias mostrarles, cuál conocimiento otorgarles; quitarles.

El anciano apuntó hacia los cuerpos que fueron tragados por una masa negra con colmillos que salió de la tierra entre las yerbas. Fue un espectáculo maravilloso.

Desaparecida la masa, vi la razón principal de nuestra conversación: la anomalía. Tenía forma de un grueso libro con tapa dura, había sangre fresca sobre ella.

—Dilo, Kasumi, cuál o cuáles son los escogidos por ti, tu esposa y la anomalía.

—Lo lamento Lurmo, la información por la que preguntas es secreta.

—Exijo conocerla.

—Tú lo puedes saber en cualquier momento, eres un Milnombres, pero si no fueras como eres o fueses un humano, tendrías que esperar para conocer el resultado.

—Una respuesta inteligente, Kasumi. —Me preparaba para volver a mi hogar.

—Regresa en paz a tus dominios. El rastro que dejaste en estas tierras podría desaparecer pronto, como no ser olvidado jamás —Sonó burlesco e intrigado a la vez.

—Maldito vejestorio, no me dijiste nada.

—No te quejes. Es el precio que hay que pagar por cumplir nuestros objetivos —intervino Noelle.

No quiero saber la clase de seres o personas que podrían estar tras mis pasos o los de ellos.

—Nosotros tenemos que atender unos asuntos importantes con un par de mandamases —habló la pareja al unísono. Quise entrar a su mente para saber a quiénes se referían. Me detuve al ver que no era seguro.

La anomalía en forma de libro se elevó por los aires, se volvió unos papiros sellados con un sello de platino puro. Los pocos dibujos que alcancé a divisar en su interior eran llenos de trazos de aspecto antiguo; sus colores, brillantes, parecían materiales orgánicos. Intensifiqué el brillo de mi cuerpo por tanta belleza.

Lo que fuese que fuese que fuesen Kasumi y su mujer, estaba claro que ninguno de los dos era una anomalía, pero tampoco seres humanos. Sus poderes y conocimiento estaban lejos de lo común. Cualquiera que se los encontrase, pasaría por la intriga y confusión.

Llegará el momento en el que se revele la verdad. Hasta que llegue ese día, voy a seguir con mis asuntos. 

Juego de un MilnombresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora