CAPITULO 1

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Era una mañana sombría en Hogwarts, con las nubes bloqueando el sol y una ligera neblina cubriendo el suelo, como si el castillo quisiera envolver a sus estudiantes en un velo de misterio. Harry Potter se apresuraba a llegar al aula de Pociones. Estaba retrasado, lo cual no era ninguna sorpresa. Entre las clases, los deberes y las constantes preocupaciones que ocupaban su mente —las Horcruxes, la guerra, la amenaza de Voldemort—, últimamente sentía que todo se le venía encima.

Mientras descendía las escaleras de piedra que llevaban a las mazmorras, el ambiente se volvía más frío y lúgubre. Pociones con Snape no era algo que Harry esperaba con entusiasmo, pero debía admitir que era aún peor desde que había descubierto su inesperado talento en la asignatura bajo la guía del Príncipe Mestizo. Ahora Snape parecía aún más decidido a humillarlo, como si encontrar algo en lo que Harry pudiera destacar lo irritara profundamente.

Harry llegó a la puerta del aula justo cuando sonaba el reloj. Abrió rápidamente y se coló dentro, tratando de evitar la mirada acerada de Snape, que ya estaba dando instrucciones. Al cruzar la puerta, su mirada se encontró brevemente con Draco Malfoy, quien ya estaba sentado, tan impecable y altivo como siempre. Los ojos grises de Malfoy lo miraron con ese brillo de superioridad que tanto lo irritaba.

Snape, sin perder un segundo, dijo con voz gélida:

—Cinco puntos menos para Gryffindor por tu tardanza, Potter.

Harry apretó los dientes y tomó asiento junto a Hermione y Ron, sin protestar. No valía la pena pelear.

—Hoy prepararán la Amortentia, la poción de amor más poderosa que existe —continuó Snape mientras caminaba lentamente entre los pupitres, sus ojos oscuros fijos en cada estudiante como si estuviera evaluando cada respiración que tomaban—. La Amortentia tiene propiedades únicas, una de las cuales es su capacidad para emitir el aroma de lo que más desea el corazón.

Harry apenas escuchaba. Sabía de la Amortentia, la había visto antes, pero su mente estaba ocupada en otra cosa. Desde hacía semanas, sentía que algo no estaba bien con Draco Malfoy. Había rumores. Draco se veía más cansado, más ausente, y había sido sorprendido varias veces murmurando algo cuando creía que nadie lo escuchaba. Harry no podía evitar observarlo, intentando adivinar qué estaba tramando. Después de todo, Malfoy siempre parecía estar en el centro de algún tipo de conspiración, y Harry estaba seguro de que esta vez no era diferente.

—Potter, ¿me harías el favor de prestarme atención? —Snape lo interrumpió bruscamente, acercándose a él como un depredador acechando a su presa. Harry se tensó—. Si tu mente no está en la clase, puedes acompañarme en una detención esta tarde.

Ron le dio una mirada preocupada, pero Hermione ya había comenzado a preparar los ingredientes necesarios. Harry se sacudió el desconcierto y se concentró en el caldero frente a él. Tenía que cortar la raíz de asfódelo con precisión, mezclar el polvo de luna y esperar a que la poción comenzara a burbujear.

Conforme los ingredientes se mezclaban, un suave vapor plateado comenzó a elevarse de su caldero. El salón se llenó lentamente de los olores individuales que cada estudiante percibía. Lavanda y menta, para Hermione; tarta de calabaza y pasto fresco, probablemente para Ron. Pero lo que Harry detectó en ese instante lo dejó completamente desconcertado. Era un aroma suave, pero inconfundible: una mezcla de almizcle y algo picante, como clavo de olor, entremezclado con el olor a lluvia recién caída.

Su corazón dio un vuelco.

Miró instintivamente hacia Draco, quien seguía ocupado con su poción, totalmente ajeno al hecho de que Harry no podía apartar la vista de él. El aroma lo rodeaba como una nube invisible, una presencia silenciosa que lo abrumaba. Harry frunció el ceño, convencido de que algo había salido mal con su poción. No podía ser Malfoy. Era imposible. Decidió ignorarlo y centrarse de nuevo en lo que estaba haciendo. Pero el aroma resistía, envolviéndolo, aferrándose a sus sentidos.

Hermione, que había estado observando el resultado de su propia poción, lo miró de reojo.

—¿Qué hueles, Harry?

Harry se quedó en blanco un momento, sin saber qué decir. Si le confesaba que olía algo que lo vinculaba con Malfoy, Hermione probablemente pensaría que estaba perdiendo la cabeza.

—No... no estoy seguro —murmuró, desviando la mirada hacia su caldero.

Pero la verdad era clara: olía a Malfoy. Esa fragancia inconfundible que parecía rodearlo cada vez que pasaba por el corredor, una mezcla de su colonia costosa y algo más primario que Harry no podía identificar.

Los siguientes minutos de la clase se hicieron insoportablemente largos. Harry seguía lanzando miradas discretas a Draco, preguntándose por qué su poción le había revelado eso. No podía ser verdad, pensaba. Tenía que haber un error. Tal vez Malfoy simplemente había exagerado con la colonia esa mañana, y de alguna manera, su fragancia había interferido con su poción.

—Potter, deja de soñar despierto —dijo Snape con su usual desprecio, interrumpiendo sus pensamientos—. Si no puedes seguir una simple receta de pociones, tal vez deberías volver al primer año.

Al terminar la clase, Harry se apresuró a guardar sus cosas, tratando de evitar cualquier conversación con Hermione o Ron. Lo último que quería era que empezaran a hacer preguntas sobre lo que había percibido. Pero no podía sacudirse el pensamiento: ¿Por qué olía a Malfoy?

Mientras salía del aula, el aroma aún lo perseguía. Era como si ahora estuviera grabado en su memoria. ¿Era posible que él... deseara a Draco Malfoy? La sola idea le provocaba escalofríos, pero no podía ignorar la posibilidad.

No puede ser, se dijo una vez más, caminando rápidamente por los pasillos hacia la sala común de Gryffindor. Tenía que haber alguna otra explicación. Tal vez estaba exhausto, tal vez la presión de todo lo que sucedía lo estaba afectando de maneras que no comprendía.

¿Qué estaba pasando con él?

𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐀 →ᴅʀᴀʀʀʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora