Scar

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La lluvia caía a cántaros, un aguacero interminable que oscurecía el mundo en tonos grises

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La lluvia caía a cántaros, un aguacero interminable que oscurecía el mundo en tonos grises. Te pegaste a la pared fría del callejón de Jinzhou, con el corazón latiendo con fuerza, como si intentara escapar de tu pecho. Cada inhalación era dolorosa, tu respiración entrecortada, los dedos temblorosos sobre tus labios para evitar emitir algún sonido. Intentabas mantenerte en calma, pero sabías que no importaba. Él siempre te encontraba.

Scar.

Su nombre atravesó tu mente como una advertencia casi imposible de ignorar. Sus ojos, ojos tan afilados como cuchillas, siempre estaban ahí, incluso cuando cerrabas los tuyos. Esa sensación constante de ser vigilada, atrapada en su presencia como una presa entre las garras del depredador.

Habías huido muchas veces antes. En más de una ocasión habías jurado que no volverías, que esta sería la última vez que huías, que lograrías escapar de esa sombra que él arrojaba sobre ti. Pero Scar... él tenía una forma de atarte a él, tenía un gran control sobre ti que iba más allá de lo físico. Era una red tejida de promesas rotas y susurros oscuros que se infiltraban en tu mente, haciéndote sentir que jamás podrías escapar.

Esta vez, sin embargo, te negabas a ceder. Tenías que encontrar la manera de liberarte.

Un sonido de pasos resonó en el callejón, el eco amplificado por la lluvia. El pánico te envolvió. Él estaba cerca. Cada paso, firme y decidido, te hacía temblar más. Trataste de contener el grito que luchaba por escapar de tu garganta. Quizá, si te quedabas quieta, pasaría de largo. Quizá, solo esta vez, no te encontraría.

Pero siempre lo hacía.

—¿Por qué corres, cariño?— La voz de Scar retumbó, profunda y baja, resonando como una amenaza suave en la oscuridad. Su silueta apareció al final del callejón, caminando hacia ti con esa familiar sonrisa. Sentías como si el mundo entero no fuera más que un tablero y tú solo una pieza de ajedrez.

Te quedaste paralizada. Los ojos de Scar, esos oscuros pozos de obsesión, se clavaron en ti, impidiéndote moverte. Su presencia, aunque distante, te envolvía como una cuerda invisible que se tensaba a tu alrededor con cada segundo que pasaba.

—No puedes huir de mí.— Su sonrisa, una curva peligrosa, no mostraba ternura. Solo terror. —Sabes que siempre te encontraré.

Tu cuerpo estaba inmóvil, pero tu mente corría. ¿Cómo habías llegado a esto? Scar había sido un misterio desde el principio, un enigma peligroso que te había atraído como una polilla a la luz. Te prometió el mundo, te prometió amor, y tú, ingenua, habías creído en sus palabras. Al principio, había sido todo lo que habías deseado. Pero pronto te diste cuenta de que su amor no era como el de los demás.

Era obsesión.

Destrucción.

—¿Por qué haces esto, Scar?— Tu voz salió en un susurro apenas audible mientras te preparabas para su reacción.

Pero él ya estaba frente a ti, su mano extendida, rozando con suavidad tu mejilla, lo que debería haber sido un gesto tierno, pero que solo te llenaba de miedo. —Porque me perteneces. No puedes alejarte de mí. Siempre te encontraré.

La forma en que te miraba, como si fueras un objeto importante, eso te asfixiaba. Quería arruinarte por completo, consumir cada parte de ti hasta que no quedara nada.

—Yo... no aguanto más.— murmuraste, tratando de retroceder, pero no había escape. El muro detrás de ti y Scar delante. Te sentías como un pájaro atrapado en una jaula de la que jamás habrías escapado, a menos que te dejaras caer desde las alturas.

Sus dedos recorrieron tu rostro, bajando hasta tu barbilla, inclinándola para que lo miraras directamente. —No puedes decidir. Yo decido por ti. Y te quedas conmigo.

Los latidos de tu corazón se aceleró con cada palabra de Scar, la presión sobre tu pecho se hacía más pesada, como si el aire a tu alrededor desapareciera. —Scar, por favor...— Pero tus palabras fueron inútiles.

—¿Sabes lo que hago cuando alguien intenta alejarse de mí?— Scar susurró, su boca cerca de tu oído. —No los dejo ir. Porque si no puedo tenerlo, nadie más podrá.

Había una promesa implícita en esas palabras, una amenaza que te hacía temblar. La frialdad en su tono era un recordatorio de lo poco que significaban tus deseos para él. Scar no amaba en el sentido tradicional; no era el tipo de hombre que permitía la libertad. Para él, el amor era dominio. Control.

Y tú estabas atrapada.

Quisiste correr, empujarlo, gritar... Pero te sentías desarmada, sin fuerzas para escapar. Sabías que no importaba cuán rápido corrieras, cuán lejos llegaras. Scar siempre te alcanzaría. Porque él no veía el mundo como los demás. Para él, tú eras suya. Y para siempre lo serías.

Sus ojos se suavizaron un instante, pero en esa aparente ternura, solo había más veneno. —No corras más. No hay necesidad de hacerlo, simplemente me perteneces ¿lo entiendes?

Y en lo más profundo de ti, una parte pequeña y rota lo creyó. Porque el poder de Scar no era solo su fuerza física o la forma en que controlaba cada aspecto de tu vida. Era la manera en que te había hecho dudar de ti misma, hasta el punto en que incluso tus pensamientos ya no te parecían propios.

Sus dedos se cerraron alrededor de tu muñeca, su agarre firme, pero no doloroso. Aún no. "Vamos a casa."

Quisiste negarte.

Pero cuando Scar tiró de ti, sabías que ya no quedaba nada por hacer.

Pero cuando Scar tiró de ti, sabías que ya no quedaba nada por hacer

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Wuthering Waves | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora