CAPITULO XXXI

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Una vida por otra vida

HANK

El lord acaba con todas las plagas con una ira despiadada que jamás le había visto. Asesina a cada uno de ellos de una manera perturbadora y con un salvajismo que me pone los bellos de punta.

No puedo negar que se me destrozó el corazón cuando vio a la señora sin vida y me culpé a mí mismo por su destino. Pero nada había por hacer. Es un dolor que a mí también me pesa. Ella estaba muy entusiasmada con la idea de que él viese su castillo reconstruido. Sus planes se fueron a la tumba con ella.

Al terminar, se dirige rápidamente al cuerpo de su esposa y la toma entre sus brazos una vez más para levantarla del suelo. Todo termina en un caos, con una gran cantidad de cadáveres y el pueblo destrozado. La noche nos envuelve y muchos de los que quedan con vida encienden antorchas para iluminar un poco el lugar. Todo se ve terriblemente siniestro y los llantos de las personas por la pérdida de sus familias se hace presente.

—Hank. —el lord llega a mí con la pelirroja en brazos. Su mirada oscura me atraviesa las entrañas y por un instante las tripas se me tuercen. Aun con la ira remarcada en su rostro puedo sentir el temblor y su dolor en el tono de su voz. —Quiero que la revivas.

Palidezco ante sus crudas palabras. ¿Cómo demonios podría hacer eso?

—¿Qué? —trago saliva —Yo no puedo...

Su mirada se torna más sombría y turbia.

—La revivirás ahora o yo mismo me encargaré de sepultarte vivo.

Algunos guerreros se quedan en silencio, expectantes.

—Con todo respeto mi lord, es demasiado lo que le pides. —interfiere Aron con una tristeza devastadora. —Ella, ya no está. Acepta que...

—¡¡No pedí tu opinión!! —le ladra con furia llamando la atención del resto. —¡Y tú la revivirás ahora mismo! —me mira de pronto —¡Ahora mismo iremos a tu torre y con esa mierda que haces lo harás!

Aunque su grito salió potente hubo un punto de quiebre. Su voz se fracturó un poco, y sé que hará hasta lo imposible por traer a su mujer de vuelta, así tenga que ir incluso al mismísimo infierno.

Sin más remedio, termino por aceptar. No tiene caso seguir discutiendo sabiendo que no va a cambiar de parecer.

—¡Me voy al castillo, ustedes quédense y limpien todo! —les ordena a sus soldados.

Los dos nos dirigimos hacia el palacio. Mi caballo murió durante la batalla, así que Aron me prestó el suyo. El lord se subió al que siempre ocupa y recostó a la señora en su regazo.

Los guerreros se quedan en el pueblo recogiendo el desastre y ayudando a los sobrevivientes.

Al llegar al castillo nos dimos cuenta de que nadie logró llegar hasta este punto. Todo está intacto, tal y como lo dejamos la señora y yo cuando nos fuimos.

—Ya está de regreso, mi señor. —el mayordomo nos recibe, pero al ver el aspecto de la señora su cara se distorsiona terriblemente.

—Rápido. Prepare agua tibia, paños limpios y llévalos a la torre del brujo. —el lord ignora su preocupación y Arnold corre a hacer lo que le pide.

Nos dirigimos directamente a mi torre y deprisa enciendo las velas para que ilumine todo. El señor acuna el cuerpo de la señora en sus brazos y se niega a soltarla.

—Haz lo que sea necesario para traerla de vuelta. —su tono grave y exigente inunda mis oídos cuando estoy subiendo las escaleras.

—Haré que esté a mi alcance. —trago grueso porque no sé exactamente cómo.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora