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•The Boxer y Oshi no Ko no me pertenecen créditos a sus respectivos creadores

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Hoshino Ai seguía postrada en la cama del hospital, luchando cada día por mantenerse con vida. Su heridabera profunda, pero su determinación era aún mayor. Quería regresar con sus hijos, Aquamarine y Ruby, aquellos pequeños que eran el centro de su universo. Sin embargo, cada día era una batalla, y los médicos hacían lo posible por mantener su débil corazón latiendo.

En casa de Saitou Ichigo, el ambiente era sombrío. Aquamarine y Ruby, los adorables hijos de Ai, lloraban desconsolados, aferrándose el uno al otro, incapaces de comprender completamente el porqué de la tragedia que les había arrebatado la alegría de tener a su madre junto a ellos. El vacío en sus corazones solo era rivalizado por el miedo que sentían al pensar que podrían perderla para siempre.

–¿Mamá va a volver, verdad?– Preguntó Ruby entre sollozos, sus ojos llenos de lágrimas, mirando a Saitou Ichigo, como si buscara una respuesta que calmara el dolor en su pecho.

Ichigo, quien cuidaba de los pequeños junto a su esposa, se arrodilló ante Ruby y Aquamarine, tomando sus pequeñas manos en las suyas. La tristeza en sus ojos era evidente, pero intentaba mantenerse firme para los niños.

–Su madre es muy fuerte– Dijo Ichigo con voz suave –Ella está peleando, igual que los héroes que ves en la televisión. Está peleando con todas sus fuerzas para regresar a ustedes.

Aquamarine, más callado, apretaba los puños, su pequeña mente dándose cuenta de la gravedad de la situación, pero sin querer mostrar más debilidad delante de su hermana. El pequeño sabía que necesitaba ser fuerte, pero las lágrimas se deslizaban por sus mejillas, incapaz de contener el dolor.

–Mamá va a volver– murmuró Aquamarine, como si intentara convencerse a sí mismo –Ella prometió que siempre estaría con nosotros.

Los días se sentían eternos, cada noticia del hospital hacía que el corazón de ambos niños latiera con fuerza, esperando un milagro. Ver a su madre luchar contra la muerte era el mayor dolor que habían sentido en sus cortas vidas, pero en el fondo, aún tenían la esperanza de que su querida madre, su brillante estrella, regresaría a ellos.

Aquamarine y Ruby apenas entendían por qué todo había cambiado tan de repente, por qué su madre, su radiante estrella, ya no estaba junto a ellos para arroparlos por las noches o cantarles esas canciones dulces que llenaban su hogar de alegría. La casa de Saitou Ichigo estaba en silencio, un silencio que pesaba en el aire como una losa. Ni siquiera los programas que antes divertían a los niños lograban arrancarles una sonrisa.

–Aquamarine, Ruby...– La voz de Miyako, la esposa de Ichigo, llegó con suavidad mientras entraba en la sala –He hecho algo de comida, ¿quieren venir a la mesa?

Ruby, con los ojos aún hinchados por el llanto, negó con la cabeza, sin ánimo para nada. Aquamarine permanecía en silencio, abrazado a una de las muñecas que Ai le había regalado. Sin decir una palabra, se levantó y se dirigió a su habitación. Miyako miró a Ichigo, quien suspiró.

–¿Crees que deberían ir al hospital a ver a su madre?– Preguntó Miyako, preocupada por los pequeños.

–No estoy seguro de que sea lo mejor– Respondió Ichigo –Ai sigue muy delicada, y ver a su madre en ese estado podría ser demasiado para ellos.

Pero mientras los adultos debatían, en el corazón de Aquamarine algo hervía. Sabía que su madre no quería que ellos la vieran así, débil y vulnerable. Pero también sabía que necesitaba hacer algo, cualquier cosa, para sentir que estaba ayudando a su madre. Desde que era pequeño, había aprendido a observar, a analizar el mundo a su alrededor, y en su joven mente, ya se forjaba una determinación. Tenía que encontrar al responsable. Él haría justicia.

El Boxeador y la Idol Donde viven las historias. Descúbrelo ahora