13. Bajo la Mirada de Snape

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El salón estalló en murmullos; era la primera vez que alguien escuchaba a Snape mencionar un nombre propio. Sarah, desconcertada, se preparó para preguntar, sabiendo que eso solo aumentaría la furia del profesor.

—¿Qué ocurre, señor? —cuestionó Sarah, su tono desafiante.

—Quiero que se mantengan lejos el uno del otro. No toleraré que continúen con estas estúpidas escenas frente a todos. Controlen la situación ustedes mismos o lo haré yo —la voz de Snape estaba helada, más fría que nunca.

—¿De verdad? Inténtelo... —Sarah, con una sonrisa desafiante, decidió aprovechar la oportunidad para provocar a Snape. Sabía que hacer esto le brindaría una oportunidad para el espectáculo que deseaba montar.

—Prince, a mi despacho. Tenemos que hablar seriamente —Snape ordenó con severidad.

Sarah, con una sonrisa traviesa, se puso detrás de su hermano y lo tomó de los hombros, disfrutando del caos que había provocado. Eileen fue la primera en reír, y pronto muchos más se unieron, contagiados por la diversión de la situación. Sarah se dirigió a Lukas, haciendo eco de la atmósfera general.

—¡Vamos, Lukas! ¡A cumplir tu castigo con Snape!

El Gran Comedor estalló en carcajadas, el rostro de Sarah se iluminó con una sonrisa que no podía contener. La sorpresa de ver a alguien como ella comportarse de esa manera, normalmente asociada con los bromistas Fred y George, hizo que la risa se propagara. Snape, furioso, no podía creer la osadía de Sarah. Ella siempre le causaba problemas, y esa actitud desafiadora le preocupaba y le irritaba. Algo debía estar ocurriéndole a Sarah para comportarse de manera tan desafiantes, y esa preocupación hizo que Snape se molestara aún más.

–¡Yo no, Sarah! ¿Por qué lo dices? —protestó Lukas, siguiendo el juego con entusiasmo.

—Porque eres un... —Sarah no pudo terminar la frase, ya que una voz más potente y autoritaria que la suya la interrumpió, cortando el espectáculo que había creado.

—¡Sarah Prince, ven aquí de inmediato! —la voz de Snape cortó el aire con una autoridad implacable. Sarah, sintiendo que no tenía opción, se dirigió hacia él, aunque con la intención de dejar un último comentario antes de partir.

—¡Ay vale, mamá! ¿Qué prisa tienes?

El salón estalló en un nuevo caos, con murmullos y risas que seguían a Sarah mientras ella se acercaba a Snape. Fred Weasley no perdió la oportunidad de lanzarle un último comentario antes de que se marchara.

—¡Buena suerte, Sarah! —gritó uno de los gemelos.

—¡Te recordaremos como a una heroína! —añadió el otro, entre risas contagiosas.

Sarah se alejó con Snape, las carcajadas resonando en sus oídos hasta que se desvanecieron. A pesar de su deseo de sonreír, la mirada severa de Snape la mantenía en alerta. Sus piernas temblaban, no por la adrenalina, sino por un miedo profundo que apenas podía controlar. Sentía un pánico parecido al que experimentaba cuando su padre la amenazaba, temiendo que Snape pudiera hacerle algo similar.

Al llegar al despacho de Snape, el silencio era abrumador. Sarah mantuvo la vista fija en el suelo, sus temblores intensificándose. Snape, a pesar de su decepción y preocupación, sabía que gritar no resolvería nada. En cambio, trató de abordar el problema de manera más constructiva, consciente de que Sarah se estaba desviando hacia un camino peligroso. Su preocupación por ella era mayor de lo que él mismo comprendía, quizás porque veía en ella un reflejo de potencial mal dirigido.

Finalmente, Snape comenzó a hablar, su voz cargada de una mezcla de frustración y empatía:

—¿Te das cuenta del problema tan grande que has causado? Y aún así, sigues actuando por un impulso imprudente que claramente no es propio de ti.

Our Safe Place | Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora