Capitulo 29.

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—Tenemos que hacer algo.

—¿Qué podemos hacer? —pregunto botando la última bolsa de basura al contenedor.

—Tenemos que avisarle a la policía.

—¡Hanna acaso te volviste loca! —exclamó—. No tenemos pruebas.

—Entonces debemos obtenerlas.

—Esto es una locura, esa mujer se atrevió a hacer algo tan sádico —balbuceo—. Podría ser capaz de cualquier cosa.

—Delaney, estamos trabajando juntas en esto —susurra—. Ella es más peligrosa de lo que imagine.

—Estoy segura de que no fue un accidente que haya empujado a Tess.

—Eso fue todo, menos un accidente.

Estábamos a punto de retomar nuestra conversación cuando, de repente, una interrupción inesperada nos sorprendió. Era Hellen, quien apareció con varias bolsas de basura en las manos, arrojándolas al suelo mientras nos observaba con una atención casi inquietante. Su presencia, aunque inesperada, trajo consigo una energía que alteró el ambiente, haciendo que nuestras palabras se detuvieran en el aire, como si el tiempo se hubiera congelado por un instante.

Justo cuando Hellen parecía dispuesta a marcharse, se dio la vuelta y se plantó frente a mí, capturando mi atención de inmediato. La vi mirar con nerviosismo, como si estuviera lidiando con un torrente de emociones que la invadían. En un instante, sus ojos, que antes reflejaban incertidumbre, comenzaron a brillar con una intensidad que me dejó sin aliento, como si en ese momento estuviera a punto de revelarme algo profundamente significativo.

—Lo lamento, Delaney —sollozo—. He estado comportándome como una desquiciada porque Brais cumplió su primer año hace poco.

—Eso no te justifica, Hellen —intervino Hanna—. Has sido irrespetuosa y maleducada, casi un grano en el culo.

—Lo lamento, es difícil para mi —sollozo—. Lo amaba y fue mi primer amor, estuve loca por él.

—Es difícil salir del duelo, tal vez nunca lo hagas y de eso se trata el trauma —respondo.

—Solo quería ser feliz.

—Lo sé, Hellen —susurro—. Pero a veces me das tanto miedo.

—Lo siento, lo siento —sollozó—. No soy así.

—Está bien, deberíamos dejar el tema.

—Solo quiero que termines de escribir la biografía de mi marido —balbuceo—. Solo eso, es todo.

—Y lo haré, Hellen.

Con una expresión cargada de nostalgia, ella se aleja, mientras Hanna me observa con una intensidad que me inquieta. De repente, golpea el contenedor de basura con frustración y comienza a sollozar, dejando escapar un torrente de emociones que no puedo comprender del todo. No sé qué pensamientos la atormentan en este momento, pero es evidente que está profundamente afectada. Todo parece indicar que la raíz de su dolor se encuentra en Brais, un nombre que resuena con un peso abrumador en el aire.

Una sombra de tristeza se apodera de mi rostro mientras me acerco a ella, deseando ofrecerle consuelo. Sin embargo, justo cuando estoy a punto de abrazarla, ella me rechaza con un gesto sutil y se aleja, dejándome en un mar de soledad y confusión. La sensación de desamparo me envuelve, y me pregunto qué podría haber hecho para ayudarla en este momento tan crítico. La distancia que se crea entre nosotras es palpable, y me deja con un vacío que parece imposible de llenar.

Hanna ha sido la más valiente y la más expresiva,pero especialmente cuando se trata de Brais. En esos momentos, sus defensas se desmoronan y se revela una versión de ella que es frágil y vulnerable. Es doloroso ver cómo sus muros se desvanecen, dejando al descubierto una herida que parece profunda y difícil de sanar. La tristeza que la envuelve no solo afecta su espíritu, sino que también me impacta a mí, ya que me siento impotente ante su sufrimiento. Es un recordatorio de que, a veces, las personas que más amamos son las que más luchan en silencio.

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