Bajo la Sombra de los Laureles

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El sol comenzaba a descender en el horizonte del reino de Sylvania, tiñendo el cielo con tonos rosados y dorados. En lo alto de la colina, el castillo se erguía majestuoso, sus torres alcanzando las nubes, mientras las banderas ondeaban al compás del viento suave. La calma envolvía el aire, pero dentro de esas murallas, un torbellino de emociones se agitaba en el corazón de la princesa Elysia.

Sentada en el banco de mármol del jardín de la corte, Elysia observaba a su hermana mayor, Althea, practicando sus reverencias frente a un espejo de cuerpo entero. Althea lucía perfecta, como siempre, su vestido de seda azul brillante caía sobre su esbelta figura con la gracia de una corriente de agua. Su cabello dorado, recogido en un elaborado moño, brillaba como si atrapara los últimos rayos del sol, y su sonrisa dulce era suficiente para cautivar a cualquiera que la viera.

Elysia, en cambio, se mantenía en silencio, abrazando sus rodillas mientras los dedos de sus pies descalzos jugueteaban con la hierba húmeda. Aunque su cabello castaño oscuro caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos verdes brillaban con curiosidad, siempre se había sentido pequeña e insignificante al lado de su hermana. Era como si la belleza radiante de Althea absorbiera toda la luz, dejándola a ella en las sombras.

"¿Qué piensas, Elysia?" preguntó Althea con voz suave, sin apartar la vista de su reflejo. "¿Crees que estaré lista para el baile de esta noche?"

Elysia se obligó a sonreír, aunque su corazón pesaba con el secreto que guardaba. "Por supuesto, Althea. Siempre luces perfecta."

Althea se giró hacia su hermana con una sonrisa cálida, como si las palabras de Elysia fueran lo único que necesitaba oír. "Estoy nerviosa, ¿sabes? Esta noche... es importante."

Elysia asintió, aunque su mente estaba en otra parte. Sabía exactamente por qué la noche era tan importante. El príncipe Aidan de Llorentia, el reino vecino, había llegado al castillo el día anterior. Era el pretendiente más esperado de Althea, y esta noche, en el baile real, se haría el anuncio oficial de su compromiso. Todo el reino estaba al tanto, y los rumores de su belleza y nobleza ya habían llegado más allá de las fronteras.

Pero para Elysia, la verdadera razón por la que la noche sería inolvidable no era el compromiso de su hermana. Era Kieran, el guardia real que protegía a su padre, el rey Aldric. Desde la primera vez que lo vio, cuando ella apenas tenía diez años, algo en él había capturado su corazón. Con el tiempo, sus sentimientos solo habían crecido. Kieran no solo era valiente y honorable, sino también increíblemente guapo, con su cabello oscuro y sus ojos azules como el cielo de verano. Su sonrisa, aunque rara, iluminaba cualquier rincón sombrío de su vida.

Lo único que amargaba sus sentimientos era un doloroso secreto que la consumía: Kieran estaba enamorado de Althea.

Nunca se lo había dicho a nadie, pero Elysia lo veía en la forma en que Kieran miraba a su hermana, cómo sus ojos la seguían silenciosamente en cada uno de sus movimientos, con una devoción que Elysia deseaba para sí misma. Sabía que Althea jamás había notado esos sentimientos, ocupada siempre con los deberes reales y, últimamente, con el príncipe Aidan. Pero para Elysia, esos pequeños gestos, las miradas robadas, eran dagas en su corazón.

"Elysia, ¿me escuchas?" La voz de Althea la sacó de sus pensamientos. "Te noto distraída. ¿Todo está bien?"

"Sí, perdón, solo... pensando," murmuró Elysia, obligándose a concentrarse en el presente.

"Es normal estar nerviosa. Esta noche, los príncipes de varios reinos estarán presentes, ¿sabes? Incluso tú podrías encontrar a alguien interesante." Althea le guiñó un ojo con picardía.

Elysia esbozó una sonrisa débil. Nadie se fijaría en ella con su hermana en la misma sala, y lo sabía. Sin embargo, lo que más temía de esa noche no era quedar en el olvido, sino ver cómo Kieran, una vez más, centraba toda su atención en Althea, incluso cuando ella se comprometiera con otro hombre.

La puerta del jardín se abrió, y el sonido de pasos firmes sobre el adoquinado llegó a sus oídos. Sin necesidad de mirar, Elysia supo quién había llegado. El corazón le dio un vuelco mientras su mirada se dirigía involuntariamente hacia la entrada.

Kieran, vestido con su impecable uniforme de la guardia real, entró en el jardín con la gracia y la seguridad que lo caracterizaban. Llevaba la espada al costado y su porte era imponente. Althea, al notarlo, lo saludó con una sonrisa amistosa.

"Kieran, ¿vienes a asegurarte de que no nos hemos escapado antes del gran evento?" bromeó Althea.

Él inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto, pero sus ojos se mantuvieron fijos en Althea durante un segundo más de lo necesario. "Solo me aseguro de que las princesas estén a salvo, como siempre."

Elysia sintió un nudo en la garganta. Quería decir algo, cualquier cosa para captar su atención, pero las palabras no salían. En lugar de eso, se levantó torpemente del banco, sintiendo que las miradas de ambos la observaban.

"Creo que será mejor que me prepare," dijo, más para ella misma que para ellos.

"Nos vemos en el baile, Elysia," respondió Kieran cortésmente, pero su mirada ya había vuelto a Althea, quien continuaba hablando alegremente sobre la noche que se avecinaba.

Mientras se alejaba, Elysia luchó por contener las lágrimas que amenazaban con salir. Una vez más, quedaba relegada a un segundo plano, siempre la sombra tras la luz de su hermana.

Pero esta vez, algo dentro de ella se rebelaba. No estaba dispuesta a seguir siendo invisible. No cuando sabía que tenía la capacidad de brillar. No cuando su corazón latía tan fuerte por alguien que no la veía. Esa noche, algo cambiaría, lo sentía en sus huesos.

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⏰ Última actualización: Sep 15 ⏰

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