Capítulo 19

14 2 0
                                    

Gisella y mi hija habían tenido que ir a dormir de nuevo a esa casa ¿La razón? Patrick debía hacerse cargo del traslado de nuestro padre. No me gustaba la presencia de ese animal cerca a mi hija, pero entendía que era su espacio y sus dueños no tenían por qué mantenerlo encadenado. Era a mí el que tocaba alejarlas del peligro y no a ellos.

La hora en el reloj de la pared marcan las siete de la mañana, en una hora ellas vendrían y mi agonía acabaría. Tomo de nuevo los expedientes enviados por mi abogado sobre mi caso y regreso a la lectura.

Me lo envío con su asistente junto con la orden de estudiarlo, adjuntó una nota dejando en claro su posición ante los cargos. El más complicado es el de secuestro, sustentado por las acusaciones de mis vecinos en nuevo México. El ataque a mi padre podía complicarse si no despertaba. Esa daga con mi ADN no llegó allí por arte de magia y hasta el momento no se ha podido sustentar que mi padre la llevara. Lo de Adrián eran solo conjeturas con base en el secuestro y ataque a papá.

«—Va a despertar ¡Por supuesto que lo hará! Dirá quien lo atacó y volveremos a ser una familia.»

Vuelvo a leer los cargos, sintiendo la bilis subir por mi garganta. Cada uno de estos detalles contaban con una explicación y si domingo no me hubiera robado, podría sustentarlo.

La primera acusación hablaba de no dejar sola a Gisella a quien parecía mantener intimidada. En las pocas ocasiones en que la dejaba sola, me llevaba a la niña para mantenerla controlada.

Lo segundo era mi amistad con domingo, un hombre alcohólico, de moral dudosa y comportamiento extraño, sobre todo con las niñas. A quien yo solía permitirle que se sentara en sus piernas.

¡Me estaban acusando de vender a mi hija!

—"Es autoritario y psicorrígido. Basta con ver esa huerta, su cultivo está ordenado por colores. Todos hemos escuchado los gritos de la niña y su madre en las noches, al otro día le toca fingir que todo está bien."

Uso el chantaje, me habían visto emplearlo con mi hija. Humor cambiante, no consumía licor, pero sí algún tipo de narcótico en pasta. En búsqueda de control, desconecté a mi esposa e hija de los vecinos y mi familia. Nadie ha venido a visitarme y no usamos móviles.

En algunas noches, se escucharon los gritos de auxilio Gisella y la niña. Mismos que Gisella negó, según la vecina que dejó la querella, de forma nerviosa.

—Amanecieron una mañana en nuestro barrio, nunca trabajaban y no parecían necesitarlo. —leo en vos alta.

Estoy convencido de que quien revolvió las aguas fue el marin, Rafael Gómez, un hombre que no se molestaba en ocultar que le atraía mi mujer. Un insignificante bastardo hijo de perra que muy seguramente se sintió herido al ser rechazado.

Ese infeliz me tenía contra las cuerdas y domingo, por robarme las cosas.

El movimiento de la puerta, al ser abierta, me hace cerrar los documentos y ver en esa dirección. En traje gris, corbata a juego, zapatos relucientes y sin una arruga a la vista, el recién llegado me observa.

—¿Has olvidado activar el GPS? Te estás perdido.

Sus labios se curvan en una sonrisa que no llega a sus ojos. Un gesto típico de William Sanders, cuenta con poco o nulo sentido del humor. Ingresa una mano en el bolsillo de su pantalón y escanea toda la habitación. Se sentiría mejor si el sitio en el que estoy fuera otro, uno a tres niveles por debajo de los suyos.

—Buenos días, Jake. —saluda cuando su escrutinio ha acabado.

—¿Pasó la prueba?

El gesto en los labios regresa con un ingrediente más, la frialdad que se refleja en sus ojos. Da un par de pasos hasta llegar a la camilla, revisa el monitor y lee el registro escrito en la planilla.

Un príncipe Bastardo 3er Libro Rancho Mallory Donde viven las historias. Descúbrelo ahora