Encuentro

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La noche se cernía sobre el pequeño pueblo costero de Eldergrove, en la escarpada costa de Escocia. Las olas rompían suavemente contra los acantilados, creando un murmullo rítmico que acompañaba la brisa salina, impregnada del aroma del mar y la tierra húmeda. Las pocas luces de las casas se veían como tenues destellos entre la neblina que se asentaba sobre el puerto, envolviendo el pueblo en una quietud cargada de misterio.

Rose caminaba por el sendero de adoquines frente a su casa, sus botas resonando ligeramente con cada paso. El frío del aire otoñal mordía su piel, pero había algo en esa noche que la hacía sentir viva, alerta. Sentía que la oscuridad la observaba, que cada sombra a su alrededor tenía una historia que contar. Se detuvo un momento y respiró hondo, llenando sus pulmones con el aire frío. El mar y el bosque siempre la habían llamado, pero esta vez el tirón era más fuerte.

Desde que era niña, había escuchado los cuentos que sus padres y vecinos contaban sobre Eldergrove. Historias de espíritus vagabundos y criaturas que se movían entre los árboles bajo el manto de la noche. El bosque, en particular, siempre había sido tema de advertencias: "No te acerques después del anochecer, Rose", le decían. "Ese bosque no es un lugar seguro". Pero esa noche, la sensación era diferente. Sentía que algo, o alguien, la estaba esperando.

El camino de adoquines terminó en un sendero de tierra que bordeaba el bosque. Rose se detuvo, contemplando las sombras que se alargaban entre los troncos. El susurro de las hojas era más fuerte aquí, casi como si el bosque mismo respirara. Alzó la mirada y vio cómo la luna llena colgaba alta en el cielo, bañando todo con una pálida luz plateada que apenas lograba penetrar el denso dosel de árboles.

De pronto, un aullido resonó a lo lejos, profundo y desgarrador. El sonido hizo que se le erizara la piel, pero no de miedo, sino de una emoción que no podía explicar. Era un llamado, uno que sentía que iba dirigido a ella. ¿Qué significaba? Rose vaciló, observando el interior del bosque, preguntándose si debía seguir adelante.

Los árboles, imponentes y oscuros, parecían invitarla a entrar. Y antes de darse cuenta, sus pies ya la habían guiado al interior. La luz de la luna desapareció casi por completo cuando las ramas sobre ella se cerraron, creando un pasadizo natural lleno de sombras y ecos lejanos. Cada paso que daba crujía bajo sus pies, como si el bosque respondiera a su presencia.

A medida que avanzaba, un escalofrío recorrió su espalda. La brisa fría que venía del mar había desaparecido, y el aire aquí dentro era denso, casi sofocante. Los árboles parecían susurrar, como si le contaran secretos. A medida que se adentraba más en el bosque, comenzó a ver cosas que antes no había notado: extrañas formas talladas en los troncos, símbolos que parecían antiguos, desgastados por el tiempo. La sensación de que alguien la estaba observando no la abandonaba, pero no era una presencia amenazante, sino algo más... curioso.

El aullido volvió a resonar, esta vez más cerca. Rose se detuvo en seco. A lo lejos, entre los troncos, algo se movía. Una figura oscura, ágil y poderosa, se desplazaba entre las sombras. Por un momento, pensó en regresar, pero algo en su interior le dijo que debía continuar. Avanzó con cautela, siguiendo el leve movimiento en la distancia.

Finalmente, llegó a un claro en el bosque, un lugar donde la luna lograba penetrar y bañar el suelo con su luz plateada. Allí, en medio del claro, estaba el lobo. Su pelaje negro brillaba bajo la luz de la luna, y sus ojos... esos ojos dorados la miraban con una intensidad que la dejó sin aliento. No era un lobo común. Había algo en él que la hacía sentir una conexión inmediata, profunda, como si ambos compartieran un secreto ancestral.

El lobo no se movió. Simplemente la observaba. Y cuanto más lo miraba, más sentía Rose que algo dentro de ella despertaba, algo que había estado latente durante toda su vida. Era como si, en la presencia de esa criatura, todo comenzara a tener sentido. Dio un paso adelante, pero el lobo no retrocedió. En lugar de eso, inclinó ligeramente la cabeza, como si la estuviera evaluando.

—¿Quién eres? —susurró Rose, su voz apenas un susurro en la quietud de la noche.

El lobo no respondió, al menos no de la manera en que un ser humano lo haría. Pero en sus ojos, Rose sintió que había una respuesta. Era un ser antiguo, un guardián de los secretos del bosque, tal vez de más allá. Y sin embargo, en ese momento, parecía vulnerable, casi como si estuviera buscando algo, igual que ella.

De repente, el lobo se movió, dando un paso hacia ella. Rose no se movió, pero su corazón latía con fuerza en su pecho. Había algo magnético en la criatura, algo que la atraía. Y en ese momento, lo supo. Este encuentro no era casual. El lobo era más que un simple animal; era parte de algo mucho más grande, algo que ella no podía comprender del todo. No aún.

El lobo levantó la cabeza hacia la luna y emitió un suave aullido, uno que resonó en el claro y en el pecho de Rose. Y de alguna manera, ella supo que este era solo el comienzo. Su vida, tal como la había conocido, estaba a punto de cambiar para siempre. La magia del bosque, la magia que había estado dormida dentro de ella, comenzaba a despertar.

La noche estaba llena de susurros, y Rose sabía que debía escuchar.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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