Finn:
Estaba agotado. Las últimas semanas habían sido un torbellino de estrés, largas noches y mucho trabajo, pero lo peor no era el cansancio físico, sino la distancia que sentía con Andrea. Ella estaba en el rancho de Tom y María, cuidando a Jeremy, mientras yo apenas la veía cada tres días.
Mi única excusa para visitarla era revisar cómo se recuperaba Tom y asegurarme de que el niño estaba bien. El resto del tiempo, solo hablábamos por teléfono, y esa distancia empezaba a afectar más de lo que me gustaría admitir.
Cada vez que encontrábamos una posible pista sobre el paradero de María, mis amigos y yo nos asegurábamos de verificarla, despejar todo lo que pudiéramos antes de que Tom y su gente llegaran.
Esta última ubicación no fue la excepción: trabajamos duro, y Tom y su equipo llegaron tres días después, como de costumbre. Pero la rutina, la tensión y el tiempo alejados de Andrea comenzaban a desgastarme.
Esta mañana en particular, estábamos reunidos en una casa en las afueras de Austin, un lugar que Miller había conseguido para que pudiéramos coordinar sin levantar sospechas. Allí estábamos todos: mis amigos, Tyson, Miller... todos, tratando de trazar el próximo paso. Tyson, como siempre, era quien mantenía a Tom informado sin revelar de dónde obtenía la información.
Pero yo no podía evitar sentirme frustrado. Estaba harto de que nuestras vidas, y sobre todo mi relación con Andrea, estuvieran sufriendo por culpa de todo esto. Sufríamos por las decisiones y acciones de otros, y me preguntaba cuánto tiempo más podríamos resistirlo.
- Se acabó... no buscamos más, le toca a tus muchachos. Llegado el momento estaremos allí para cubrirles la espalda, pero hasta aquí llegamos - le informé a Tyson, quien me miró sorprendido, casi molesto.
En cambio, Miller esbozó una sonrisa de costado, como si estuviera satisfecho con mi respuesta.
- Finn... Ustedes mismos reconocen que esa gente es mucho para ustedes solos, y para ellos también. No pueden dejarlos ahora - intercedió Tyson, defendiendo a sus muchachos con fervor.
- Si hicieran las cosas bien, seguiríamos, pero no lo hacen, así que ¿para qué esforzarnos? - añadió Johann, claramente molesto.
- ¡Tampoco es así! ¡Ellos no son unos novatos! Saben bien lo que hacen - replicó Tyson, alzando la voz, visiblemente enojado.
- Nadie dijo que sean novatos. Son buenísimos para arrasar con todo, mejores que cualquiera en este mundo, pero lentos - respondió Arthur, con frialdad.
- Les dimos tres ubicaciones y en lugar de ir en ese mismo momento, decidieron esperar a que Tom estuviera en condiciones, que se recuperara de sus heridas! ¡Eso se llama estupidez! - se quejó Stephan, visiblemente frustrado.
- Tyson... Entiendo que Tom quisiera ir por su esposa, pero si no estaba en condiciones, los demás debieron haber ido por ella. Era obvio que la estarían moviendo de lugar para que nadie la encontrara. Eso alargó todo... María ya podría estar en su casa - le expliqué, manteniendo la calma.
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Sencilla dignidad- La liberación de los secretos - Libro II
RomanceEn ocasiones, las ataduras que nos aprisionan nos sumergen en una oscuridad intrincada, donde solo los secretos más profundos de nuestros corazones encuentran refugio. Es entonces cuando el orgullo y la vanidad irrumpen, desatando la destrucción a s...