9. Sangre en el viento II

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Pensamos que el camino de regreso a casa sería tranquilo, si, lo pensamos todos, desde el gigante conejo Nafa, hasta la pequeña Nuxtar, no teníamos dudas, el regreso a casa según nuestra planeación sería calmado, sin riesgos, sin nada fuera de lo común y eso a mí, quien siempre he vivido del espectáculo, del entrenamiento y de la diversión, era algo bastante cansado.

Pensé en mil y un ideas de que hacer para aligerar el viaje, no quería empeorar el ambiente psicológico del grupo, por fin estábamos todos al unisonó, había mucha verdad en las personas que a lo largo de la historia han hecho comparativos como:

Es más fácil destruir un reino que organizar un pueblo.

Tenía que ser algo sutil, algo que fuera ''cruel'', pero chistoso, así fue como la idea llego a mi mente, tuve que esperar varias horas para esperar que, con arrullo de la carretera, Nafa cediera ante el sueño, cuando tuve la dicha, tomé su tesoro más intimo entre más manos... Su pipa.

Todos me vieron, asintieron con la mirada en forma de aprobación, lo único que hice con ella, fue esconderla, paso de estar en el bolsillo inferior de su chaleco, justo en ese bolsillo que queda a la altura exacta del brazo cuando este esta extendido, a estar en el bolsillo que se localiza frente al pecho de los humanoides, era una broma sencilla, ¡Sabíamos que funcionaría!, Nafa no era el más inteligente.

Cuando despertó el conejo (aunque le llamé conejo, cabe mencionar que era un conejo humanoide, conejo era meramente mi forma de denigrarlo y hablarle con confianza), lo primero que hizo fue buscar su pipa, duro escasos 50 segundos en no encontrarla, todos lo mirábamos intentado aguantar la risa, solo ahí, cuando pasaron esos 50 segundos se dio cuenta que era el centro de atención.

- ¡Aline, mi pipa! - Exclamo con enojo.

Créanme, chicos, sin intentarlo comprobar, pero un conejo de 2 metros de alturas enojado no era tan tierno como esperaba.

Me sentí ofendida y traicionada, la primera persona que le vino a la mente de dicha travesura, el primero nombre que llego a su boca fue nada más y nada menos, que el mío, me ofendí, pero también me sentí feliz, el saber que me conocía me hacía sentir más allegada a él... pero, cuando dijo mi nombre, yo me encontraba escondida entre Theren y Vitros, ellos simplemente se quitaron, como entregándome, nunca me había sentido tan más traicionada.

Utilicé el mejor recurso de toda dama, mujer o niña, ese don que tenemos de nacimiento.

- ¿Aline?, si verdad, siempre que pasa algo malo tengo que ser yo, siempre deben tener esa imagen mía, no se me hace justo que pienses así de mí- Repliqué, intentándolo engañar.

Así, el mejor recurso defensivo que utilice fue hacerme la ofendida, la victima y después utilizaría el recurso de contraataque, el chantaje emocional, pero Nafa, no confío ni un poco en mi mentira.

-Aline, dame la pipa, no me hagas repetirlo- Esta vez el tono no tenía nada de paciencia.

- ¿Ya buscaste detrás de tu oreja? - Contesté con una sonrisa que no ayudaba mucho, ya que denotaba mi culpabilidad.

-Aline, última vez, ¡Dame mi maldita pipa! – Me gritó con odio, como si fuéramos enemigos.

- ¿Y ya revisaste en tu bolsillo superior? -Respondí con timidez.

Al encontrarla él se tranquilizó, el resto del grupo solo se reía en voz baja, menos Nuxtar, ella tenía sus propias prioridades, que era acabar con esa enorme baya de color rojizo.

Lo siguiente no estuvo bien, yo lo sé, pero mi naturaleza me hizo así, me acerqué al conejo, con todo mi cuerpo dominado por la maldad, me acerqué directo a su oreja, la cual se encontraba para abajo, como cuando un animal se siente deprimido, con toda la sutiliza... mejor dicho maldad, le susurre:

LA MINA PERDIDA- De AlineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora