Cristalino tiene por nombre y apodo justamente ese. Nunca supo la verdadera razón del por qué del mismo, pues fue depositado en un orfanato, a las pocas horas de haber nacido. Tal vez, quién lo haya bautizado de esa manera, no tuvo más razón que la propia musicalidad de la palabra, repetir el nombre de algún antecesor o finalmente, vaya uno a saber. En el caso de Cuartirolo, es fácil suponer que se trata de un apodo. Dicho sobrenombre para Rolando, también conocido como Rolo, fue surgiendo gradualmente como consecuencia de la adoración, misturada con veneración, que siempre sintió por ese queso de tan modesto perfil. Se conocieron en una de las casas de acogida por la que ambos transitaron y a partir de allí, forjaron una amistad que, pese a los días sucesivos por diferentes realidades, no se pudo quebrantar.
Liberados de la trashumancia de estadías temporales en distintos hogares, volvieron a reunirse y comenzaron juntos un no muy afortunado periplo. Descartaron sin más, la posibilidad de un trabajo decente y se lanzaron a la búsqueda de recursos por vías no muy formales. No acordaron de manera explícita cómo proceder pero sí lo hicieron de un modo tácito, al procurar ambos, no infringir violencia física a los sometidos. Eso, probablemente, fue lo que les permitió llegar hasta nuestros días vivos y casi en una sola pieza, sobre todo cuando los atracos recayeron sobre personajes que no tenían dudas en repartir violencia y con gran entusiasmo. Como ejemplo, en dos ocasiones interfirieron con los intereses de delincuentes poderosos y a pesar de querer enmendar los errores, recibieron fenomenales palizas correctivas. Ello los obligó a prestar más atención a la tarea de inteligencia, previa a un atraco.
Nada parece estar libre de las modas y los tipos de atracos, por irrisorio que parezca, tampoco están exentos. Bastó un par de casos resonantes por lo generoso de las sumas abonadas para recuperar la mascota, para que se desatara una oleada de secuestros de animales. Cristalino lo propuso y sin demasiado análisis, se sumaron a la movida. Como era de esperarse, los contratiempos no tardaron en aparecer. Hubo una situación donde el perro retenido era tan insoportable producto de sus continuos ladridos a la nada misma, que decidieron devolverlo antes de solicitar el rescate. Y hubo otra donde la simpatía por el peludo personaje fue tal, que decidieron conservarlo y como muestra de dudosa honestidad, no exigieron pago alguno. Con el robo a personas mayores tampoco tuvieron mejor suerte. Quizás, lo más inverosímil se produjo cuando abordaron a una tierna anciana al momento de ingresar a su hogar; ésta resultó ser la nada bondadosa abuela de un maleante que anteriormente había ordenado que los apalearan, tras el intento de querer sustraer uno de sus vehículos, situación que obviamente desconocían. Temiendo algo más que las lesiones producto de una buena pateadura, huyeron raudamente de la ciudad.
Recién instalados y con las reservas monetarias al rojo vivo, esperaron a la caída del sol y partieron en busca de buena fortuna. En proximidades de un oscuro callejón, fueron testigos de la agresión de un individuo con su cara oculta, hacia otro que recién emergía por una puerta de salida posterior. Dos golpes certeros y mientras la víctima, dando muestras de dolor, se revolcaba en el suelo, el victimario la registraba y extraía de entre sus prendas, un grueso fajo de billetes. C y C contemplaban todo desde la penumbra y a buen resguardo. La suerte, esta vez, pareció torcerse a su favor. El ladrón se dirigió exactamente hacia su ubicación, buscando un rápido encubrimiento y la posterior huida. Reducirlo implicó una seguidilla de lanzamientos no tan ajustados y una vez conseguido, pudieron apropiarse del dinero. Los comentarios que de inmediato comenzaron a circular en el ambiente, terminaron provocando la repentina y misteriosa desaparición de los recién llegados, cual ninja tras una cortina de humo. La situación los empujó a instalarse en los suburbios de un distante poblado rural, durante un buen tiempo. Los individuos iniciales eran nada más y nada menos que un traficante de cierto rango, retirándose con una abultada suma, luego de rendir cuentas y quién lo agrediera, probablemente un policía corrupto, pretendiendo dinero fácil. Como consecuencia de todo ello, dos grupos de delincuentes andaban queriendo ajustar cuentas con los ambiciosos malnacidos.
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Cristalino y Cuartirolo, los ladrones con poca suerte...
HumorCristalino tiene por nombre y apodo justamente ese. Nunca supo la verdadera razón del por qué del mismo, pues fue depositado en un orfanato, a las pocas horas de haber nacido... En el caso de Cuartirolo, es fácil suponer que se trata de un apodo. Di...