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Eran altas horas de la noche cuando Fénix, agotada por el largo viaje, se acercó a la taberna The Flopping Axe. La taberna se alzaba en una esquina de la ciudad, iluminada por una tenue luz dorada que se filtraba a través de las ventanas sucias. El letrero colgante, con una imagen de un hacha de batalla inclinada, se balanceaba suavemente con la brisa nocturna.

El murmullo de las conversaciones y el sonido de la música provenían de dentro, mezclándose con el aroma a carne asada y cerveza que se filtraba hacia el exterior. La entrada de madera, adornada con hierro forjado, estaba entreabierta, invitando a los viajeros a entrar y buscar refugio.

Fénix empujó la puerta, que chirrió al abrirse, y se adentró en el cálido interior de la taberna. El bullicio de la gente se hizo más claro a medida que avanzaba, y pronto se encontró rodeada por una serie de mesas rústicas y bancos ocupados por locales y viajeros. El aire estaba cargado de humo de tabaco y el sonido alegre de risas y charlas animadas.

Se dirigió hacia el mostrador, donde una posadera de aspecto particular la recibió. A juzgar por su apariencia, Fénix pudo notar que se trataba de una urhal. Los Urhals son gente proveniente de lo más al norte de Imperos, específicamente del sector de Woldram. Lo que los caracteriza es sus mechones de pelo blanco y sus lineas de batalla en sus ojos, las cuales les son otorgadas en señal de honor. Ella era una mujer de aspecto imponente, con franjas azules en el ojo izquierdo y rojas en el derecho. Su presencia era acogedora a pesar de su apariencia hostil, y detrás del mostrador, botellas de alcohol y jarras se alineaban en estanterías de madera, iluminadas por la luz cálida de una lámpara de aceite.

—Buenas noches —dijo Fénix, tratando de sonar amable a pesar de su cansancio—. Busco un lugar para pasar la noche. ¿Tienen habitaciones disponibles?

La posadera la observó con una mirada franca pero amable, reconociendo el agotamiento en sus ojos. Asintió con una sonrisa.

—Claro, viajera. Tenemos una habitación sencilla disponible. Subirás por esas escaleras, y está al final del pasillo. Cuesta cinco pulsares de plata por la noche.

Fénix asintió y, después de pagar, subió las escaleras que crujían bajo sus pies. El pasillo en el segundo piso era estrecho y estaba iluminado solo por la luz tenue que se filtraba a través de las pequeñas ventanas. Se dirigió a la última puerta del pasillo y la abrió.

La habitación era modesta, con una cama sencilla, una mesa pequeña y una silla. Aunque el mobiliario era rudimentario, el lugar ofrecía el refugio que necesitaba. Fénix dejó su mochila sobre la silla, se sentó en la cama y se permitió un suspiro de alivio.

Mientras se preparaba para descansar, un último pensamiento cruzó su mente: el Gremio Sangre de Acero estaba aún por delante, y aunque el camino sería desafiante, había dado el primer paso hacia su objetivo. Mañana, con el amanecer, comenzaría su búsqueda en la ciudad de Alicantía.

Con ese pensamiento en mente, se recostó en la cama, cerró los ojos y permitió que el cansancio finalmente la envolviera. El sueño llegó rápidamente, llevándola a un descanso reparador antes de la jornada que tenía por delante.

A la mañana siguiente, Fénix se despertó temprano, agradecida por la comodidad de la cama después de una noche en la taberna. Al bajar al primer piso, el aroma a pan recién horneado y café fresco llenaba el aire. La taberna estaba llena de locales y viajeros que disfrutaban de sus desayunos.

Fénix se acercó al mostrador, donde una mujer de aspecto robusto y con las distintivas franjas azules y rojas en los ojos estaba organizando los platos y vasos. La mujer levantó la vista al notar la presencia de Fénix y le ofreció una sonrisa cálida.

—Buenos días —dijo la mujer con un tono amistoso—. Espero que hayas tenido una buena noche. ¿Cómo te has sentido en nuestra posada?

Fénix le devolvió la sonrisa mientras se acercaba al mostrador.

Navegando Entre Llamas y LeyendasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora