Cuando Taeyong desapareció de su vista, JaeHyun cerró los ojos, tratando de recomponerse.
Había conseguido mantenerse alejado los últimos ocho días y ahora el mocoso había deshecho todo el trabajo duro con apenas un toque. JaeHyun hizo una mueca. El hecho de que él supiera exactamente cuántos días había sido era sangrientamente ridículo. Tenía treinta años de edad. Un hombre adulto, no un colegial. No debería haber sido una lucha mantenerse lejos.
Pero lo era.
Solía considerarse a sí mismo un hombre racional, con la cabeza fría. Solía. Había pensado que sería más fácil cuando Taeyong ya no estuviera cerca para volverlo loco, pero era en realidad peor. Porque cuando Taeyong había estado, al menos podía culpar su debilidad por los ojos bonitos de Taeyong, y sus labios, y esa sonrisa enloquecedora. Con el niño fuera de su vista, JaeHyun no tenía ninguna excusa para pensar en él sin parar, con ganas de verlo, y simplemente quererlo Se había encontrado pensando en los labios fruncidos de Taeyong cada vez que se hizo una paja, y recordando la forma en que esos ojos aguamarina se ponían vidriosos por la necesidad, cuando JaeHyun se movía dentro de él.
Por el amor de Dios. Habían pasado ocho días. No había visto a Lia en más de un mes, mientras ella estaba en China y apenas había pensado en ella.
Lia.
JaeHyun suspiró. No estaba a la espera de esa conversación. Por supuesto que no iba a mentirle, pero siquiera pensar en explicarle esto a Lia le hizo desear que ella no hubiera regresado de China todavía. Él sabía que ella se había dado cuenta enseguida al volver, en el aeropuerto de que su estado de ánimo estaba apagado. Ella no le había gritado por eso, pero ella lo había estado observando cuidadosamente. Ella lo conocía; por supuesto, no había pasado por alto cuán agotado estaba.
Tomando una respiración profunda y mirando hacia abajo para asegurarse de que su excitación no se notaba, JaeHyun siguió a Taeyong por las escaleras.
—¿Pasa algo? —Lia murmuró, tocando su brazo. Ella tiró de él hacia la cocina, con el deseo de hablar con claridad. Se detuvo cuando él no se movió— ¿JaeHyun?
—Vamos a ver la película —dijo, tirando de ella hacia el sofá desocupado.
—¡Oh, vamos! —dijo Johnny poniendo los ojos en blanco— No necesitamos niñeras. Prometemos no derramar cosas en tu sofá si nos dejan solos —Él movió las cejas con una sonrisa.
JaeHyun apretó los dedos en un puño. Lia se río entre dientes.
—No me mires. Culpa a tu hermano.
—Escuchaste eso, ¿Verdad? -dijo Johnny, dando a JaeHyun una mirada que decía: vete como el infierno fuera de aquí y para de cortarme el rollo.
JaeHyun optó por fingir que no lo entendía.
—Esta es mi casa —dijo, haciendo su camino al mini-bar para sacar dos botellas de cerveza. Las abrió y volvió al sofá— Si no te gustan mis reglas, ve a otro lugar.
—Está bien —dijo Johnny lentamente. Johnny y Lia compartieron una mirada.
JaeHyun fingió no darse cuenta y le entregó a Lia una de las botellas.
—Entonces, ¿Qué estamos viendo? —preguntó Lia, tratando de romper la tensión repentina en la habitación. Johnny dijo algo y Lia se rió y dijo algo a cambio.
Taeyong no hacía ruido.
JaeHyun tomó asiento junto a Lia, enfocó sus ojos en la pantalla, y trató de relajarse.
—¿Vas a decirme lo que te pasa? —Lia murmuró, manteniendo su voz baja, a pesar de que no sabía por qué se molestaba: sus voces fueron enmascaradas por el sonido de las explosiones.