CAPITULO XXXIV

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Daremos un pequeño y relajante paseo

<<El paseo se pone turbio>>

¡<<Sus confesiones se ponen turbias>>!

Siento unos brazos rodear mi cuerpo cuando despierto. Me doy vuelta para echar un vistazo y veo a Tarren reposar a mi lado. <<¿A qué horas llegó?>>

Su respiración es serena. Uno de sus mechones cubre parte de su rostro y con sumo cuidado estiro mi mano para apartarlo. Ni siquiera se inmuta. Está profundo. Sin hacer mucho ruido salgo de la cama, lavo mis dientes, me pongo un vestido y me escabullo de la habitación. No quiero que se despierte innecesariamente.

Ya estando en el pasillo me cubro con el abrigo que saqué del guardarropa, hace mucho frío y por un momento no sé hacia dónde dirigirme.

Hasta que lo decido.

—Señora, ¿qué hacéis tan temprano por aquí?

Me pregunta Bruno, el cocinero. Lleva puesto su habitual delantal. Es un señor y aún sigue sorprendiéndome lo fuerte que se ve, fácilmente se podría pasar por caballero y no por un cocinero.

—Bueno, me acabo de despertar. Dejaré que Tarren descanse un rato más, no quiero molestarlo e interrumpir su sueño. —le digo —¿Puedo quedarme aquí un momento?

—Por supuesto. —resopla sonriente mientras tres sirvientas me hacen una reverencia. —Eres la señora, claro que puede quedarse. Hay pan fresco con mantequilla, chocolate caliente con leche para evadir el frío, también hay salchichas a la parrilla por si te apetece. Makenna me dijo que te gustan mucho. Hay sopa de carne de conejo y también tenemos estofado de unicornio.

Las mujeres lo voltean a ver desconcertadas.

Me quedo perpleja por la cantidad de comida que han preparado a estas horas, en especial por lo último que mencionó y no puedo ocultar mi asombro al igual que las náuseas.

—¿Estofado de... unicornio?

—Es broma. —aclara Bruno a punto de soltar una carcajada mientras eleva una mano a modo de chiste. —¿Qué queréis comer primero?

—Seguro querrá las salchichas. —decide Jacinta, alegre.

—No, que primero pruebe la sopa. —propone Isela —Yo misma la preparé.

—Mejor el pan con el chocolate. —alega Emily —El pan está recién sacado del horno.

—Calma, calma. —las reprende Bruno —Que la señora elija por ella misma. No la abrumen. —las regaña y luego dirige sus palabras a mí. —¿Qué desea comer primero, mi lady?

Me pregunta y todas me miran expectantes a mi respuesta.

—Bueno... no lo sé.

—O quizás te sirvo un poco de todo. —sugiere con una sonrisa.

Esa me parece una mejor idea.

—Está bien. —asiento.

Me siento en la mesa que está en la mitad de la cocina. Solo hay tres sirvientas aquí, supongo que el resto debe de estar aseando los pisos de los salones, limpiando el polvo y atendiendo el jardín. Ellas continúan con sus deberes y yo empiezo a comer de lo que Bruno me pone en platos diferentes. Todo se ve delicioso, el chocolate está exquisitamente bueno. Las salchichas y lo demás está realmente sabroso. Disfruto de cada bocado y no quiero que se termine nunca o no llenarme jamás.

—Vaya, tal parece que alguien despertó con mucho apetito hoy. —la voz de Hank inunda la cocina. Como de costumbre, trae puesta su túnica descolorida. —Come despacio, te vais a atragantar. —exclama y ruedo los ojos irritada. Nunca deja de ser tan descortés. —Por lo que veo disfruta mucho su desayuno, mientras que yo desafortunadamente no he comido desde ayer en la tarde. Por si no lo sabias tu marido me encomendó un trabajo complicado.

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora