Capítulo VI

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   Metí mi lengua dentro de su boca a medida que el beso de alargaba y se volvía intenso. Paul apoyó sus manos en mis piernas, ejerciendo presión y rozando mi entrepierna.

   Pasé mi mano por su cintura, atrayéndolo hacia mí y haciendo que nuestros cuerpos se juntaran. Toqué su espalda por debajo de la camisa, sintiendo su piel erizarse ante el tacto.

   Paul se separó de mí, jadeando y teniendo sus labios hinchados. Estaba rojo. Y yo tenía una erección.

   —Te lo dije. Ibas a ser tú quién me besara primero.

   —Tengo que hacerte el favor de saciar tus ganas porque ni tu esposa ni tu amante te satisfacen. Da lástima la manera en que estás tan desesperado por sexo.

   Pasé mi lengua por mi mejilla interna, aguantándome una carcajada.

   —¿Vas a saciarme por lástima o porque estás loco por mí?

   —Por lástima.

   Me eché a reír, haciéndolo molestar.

   —¡Pero que alma tan caritativa tienes! Le vas a dar sexo a este pobre hombre necesitado.

   —Nunca dije que iba a darte nada. Si tan necesitado estás usa tu mano.

   Paul se levantó del sofá y yo, tomándolo de la mano no lo dejé avanzar.

   —Dame otro besito, por favor.

   —Tengo que hacer la cena para Mike. Suéltame.

   —Por favor, por favor. Uno más...

   Más rojo que un tomate intentó avanzar, y entonces yo me puse de pie. Lo tomé por la cintura y guié mis labios hacia los suyos, pero él giró la cabeza.

   —Ese beso fue un impulso. —Me aclaró—. No significa nada.

   —¡Ah, qué lástima! Ya iba a correr al altar con un ramo en manos dispuesto a besar a mi novio.

   Me eché a reír cuando, bufando, se soltó de mí y fue hacia la cocina. Yo lo seguí, recargándome en el umbral y mirando como sacaba los ingredientes para preparar un sandwich.

   —¿Puedo saber que te dijo Mike? —soltó de pronto, cortando unas rodajas de tomate.

   —¿Sobre qué?

   —No te hagas el tonto. Ese papel ya te asienta bien, así que no te esfuerces en ser más de lo que ya eres.

   Subí mis lentes al tabique y carcajeé.

   —Me advirtió que si iba a lastimarte me alejara de ti.

   Paul se reprimió una carcajada.

   —¿De verdad te dijo eso?

   —Sí. Y me dijo que si iba en serio contigo tomara en cuenta que tú aún estabas enamorado de una mujer que lo único que hace es correr a tus brazos cuando necesita ser consolada. Que ella estaba casada..., que tenía una hija... Ah, y que probablemente ibas a usarme.

   Sacudió su cabeza en negación, rodando los ojos con fastidio.

   —Eso último no me importa, ¿eh? Usame si quieres como objeto sexual. Estoy a tus pies... Haz con mi cuerpo lo que quieras, es tuyo. Quiero ser tuyo nada más.

   —Qué exagerado —murmuró—. ¡Y tampoco es que las uso! Es sólo que no quiero nada serio con nadie. Y ellas siempre se ilusionan.

   —¿Y quién no? Hasta yo me vi en vestido de novia cuando te vi por primera vez.

Once in a Lifetime ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora