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— Pensé que sería peor.

— Ugh... Siento que acabaré con indigestión —Malfoy dejó su taza de regreso en la mesa, con delicadeza—. No dejan de mirarnos.

— En unos días más ya ni les importará —el azabache agarró su tostada con huevos revueltos, bajo los escrutinios ojos de los amigos de Malfoy—.

— Algo me dice que no.

Continuaron comiendo en silencio, sin percibir como cuatro chicos -en realidad tres, porque Goyle solo se centraba en su comida, sin inmutarse- intercambiaban extrañas miradas.

— Cuando nos contaste sobre tu... entelequia conversación... realmente pensé que había sido una clase de broma peculiar —expresó un muchacho de piel morena—. Muy peculiar.

Malfoy solo se encogió de hombros.

La chica pelinegra carraspeó, llamando la atención de ese pequeño grupo—. Como te veremos constantemente, rondando a nuestro amigo, tendremos que... soportarnos. Soy Pansy Parkinson, la chica que estuvo por entregarte a Voldemort el pasado año escolar.

— Pansy —reprendió Draco a lo que la chica solo rodó los ojos.

— Y me... disculpo por ello.

— Oh, no hay problema. Es entendible la verdad —Harry sonrió en respuesta, a lo que la chica solo frunció el ceño.

— Yo soy Blaise Zabini.

— Theodore Nott y, este chico de al lado que sigue comiendo, es Gregory Goyle.

— Un gusto conocerlos.

La sonrisa de Harry, a pesar de la tensión de hace unos minutos, parecía ahora inmutable, lo que dejaba a las serpientes una rara sensación de haber acogido, lo que parecía, un dulce cachorrito.

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Cuando llegaron a las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras, los leones de octavo año no parecían demasiado sorprendidos cuando Harry se sentó en la mitad del salón que correspondía (indiscutiblemente) a Slytherin o quizás algunos sí, pero era sin duda más pasable que la sorpresa plasmada en la cara de las serpientes.

Hasta Draco llegó a abrir en demasía sus ojos cuando el moreno colgó su bolso a un lado de su mesa.

- ¿Qué estás haciendo?

- ¿Sentándome?

- No me digas -el chico rubio rodó sus ojos-. Hablo de por qué aquí.

- Sólo porque quiero, no hay mucho que pensar.

- Creo que tu repertorio de respuestas es bastante limitado -dijo acompañado de un suspiro-. Sólo no me distraigas.

- No hay problema -elevando las comisuras de sus labios en una suave sonrisa se mantuvo observando el perfil de Draco.

Los cuchicheos de sus compañeros eran apenas perceptibles, pero pararon totalmente en cuando el profesor Brindlemore ingresó al aula.

- En esta clase trabajaremos en el encantamiento de camuflaje -sus ojos recorrieron la sala viendo de forma general a los estudiantes y por ello no pudo evitar quedarse unos instantes en blanco viendo a los príncipes de Gryffindor y Slytherin sentados juntos- Señor Potter y Señor Malfoy, creo que ha sido la primera vez en la historia de Hogwarts que miembros de sus casas comparten mesa voluntariamente, los felicito por ello y... regresando a lo anterior, ¿alguien conoce la principal característica de este hechizo?

La mano de Hermione se levantó en cuanto se cerró la pregunta, que es a lo que estaban acostumbrados sus compañeros, pero en esta ocasión no fue la única.

- ¿Sí, Señor Malfoy?

El ojiplata echó su silla un poco hacia atrás para levantarse. - Un encantamiento de camuflaje bien ejecutado no sólo permite ocultar los objetos, sino que también sus propiedades mágicas.

- Excelente respuesta, 10 puntos para Slytherin.

Con gracia volvió a sentarse, sintiendo nuevamente la mirada del azabache sobre él, que decidió ignorar jugando con su anillo para mantenerse sereno.

La clase transcurrió sin problemas, el profesor había detallado la teoría del conjuro, la postura y movimientos correctos que debían hacerse con la varita, llegando por fin a la parte práctica donde se les colocó piezas de ajedrez mágico en los puestos de cada uno.

- La magia del ajedrez mágico es bastante ligera, pero igual es detectable, por lo tanto, varitas en posición y comiencen.

La primera vez que Harry lo intentó, no resultó, tampoco lo hizo en la segunda, ni en la tercera, ni en la sexta. Su mano izquierda se había acostumbrado un poco a acciones como comer, vestirse, bañarse, pero cuando debía utilizar su varita, se volvía tiesa, con movimientos frenéticos y hasta se escuchaban crujidos cuando giraba su muñeca. Eso lo llevó a soltar un fuerte suspiro, abandonando la varita sobre la mesa y admirando (otra vez) a Malfoy.

Su muñeca se movía con una elegancia, tan fluida y ligera. Logró ver el momento exacto cuando el encantamiento le resultó a la perfección, permitiendo que una sonrisa de orgullo apareciese en su -usual- rostro serio.

- No lo había notado, pero eres zurdo -soltó el azabache luego de espabilarse.

- ¿Eh? -Draco sacudió suavemente su cabeza mientras fruncía el ceño extrañado ante tal comentario de la nada-. ¿Cómo?

- Que eres zurdo, es la primera vez que me pongo cuidado de eso.

- Bueno... sería algo raro que supieses eso, deberías haberme visto demasiado en clases para notarlo -se encogió de hombros.

- Oh, sí lo hacía, en general dentro o fuera de clases, pero me fijaba más en tu rostro. Oh, también sé, por ejemplo, que tus dulces favoritos son las bolas de chocolate, las rellenas de fresas y nata -dijo tranquilamente.

A veces Harry tenía un problema: "Hablar antes de pensar".

Lo recordó ahora que veía a un acomplejado Draco Malfoy que lo miraba con los ojos muy abiertos y un brutal sonrojo en sus blanquecinas orejas.

- Joder, yo, no es lo que piensas -agitaba su mano derecha frente al rubio, entrando en pánico- o sea, no sé qué estás pensando, pero no es algo raro. Sé que sí suena raro, pero—

El sonido de la campana que indicaba el término de la clase lo interrumpió. Malfoy guardó rápidamente sus cosas en su bolso y se levantó (sin esperar las palabras del profesor) diciéndole a Harry un "nos vemos después" para salir caminando apresuradamente.

El azabache se golpeó la frente con su mano, sintiendo el rostro arder de la vergüenza.

- ¿Qué pasa, compañero? -Ron junto a Hermione se acercaron a Harry que aun no se movía.

- Debo pensar más cuando quiero hablar con otros.

- Me alegra que lo admitas, ya era momento -la castaña le dio unas amistosas palmadas en su hombro.

El azabache asintió en tanto se levantaba, comenzando a guardar sus cosas con la ayuda de Ron. En ello se percató de un -casi imperceptible- aroma a menta que rondaba a su alrededor.

- Me dieron ganas de comer sapos de menta -el comentario dejó fuera de lugar a sus dos amigos.

- Entonces vayamos por algunos, alguien debe estar vendiendo aquí dentro.

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⏰ Última actualización: Oct 11 ⏰

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Aroma a menta [Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora