Pov Rus - La nueva inquilina.

433 28 15
                                    

–Pss, Rus –susurró alguien a mi oído. Me retorcí
un poco, dándome la vuelta como pude en el escaso
espacio que tenía en el sofá–. ¡Ruslana!

Abrí los ojos de golpe y agité mi brazo al aire,
arrasando con lo que encontró en su camino que,
en este caso, resultó ser la cara de Paul.

–¡Ay, bruta! –se quejó llevándose la mano a la
zona golpeada.

–¿Cómo se te ocurre despertarme así?

–Porque no había manera de que despertaras –
masajeó su mejilla, mirándome con algo de rencor
–. Espabílate. Dentro de un rato viene Chiara.

–¿Quién?

–Chiara, la nueva inquilina.

–Ah –crují mi espalda, que estaba algo
entumecida por dormir en el sofá–. ¿Por qué me
despiertas por eso?

–Porque no creo que dé muy buena impresión que
lo primero que vea al entrar sea a ti durmiendo en
el salón.

–¿Y por qué querría causarle buena impresión?

–Para que seáis amigas para siempre, vayáis de
compras y os contéis secretitos, yo que sé. Lo que
hagáis las chicas.

–Claro, y de paso vemos series por las noches
comiendo aceitunas –ironicé–. Se realista.

Paul rodó los ojos. Sabía que dialogar conmigo a
veces era misión imposible. Nada más levantarme
del sofá se puso a recolocar los cojines en su
posición correcta. Miró su trabajo con el ceño
fruncido y, al no estar conforme, volvió a repetirlo
tres veces más.

Yo por mi parte, fui a prepararme el desayuno,
concretamente unos deliciosisimos cereales con
leche. Pensé en ponerme con mi teléfono, pero el
espectáculo que estaba dando Paul corriendo
histérico de un lado para el otro no tenía precio.

–¿Puedes relajarte? Viene una nueva compañera,
no un inspector de sanidad.

Segunda vez en lo que llevo despierta que Paul
me fulmina con la mirada.

–Quiero que Juanjo y tú os comportéis...–levantó
el dedo en mi dirección.

–¿Cuándo no lo hacemos?

–... y que seáis simpáticos.

–¿Cuándo no lo somos? –Paul me sostuvo la
mirada, por lo que tuve que corregir mi frase–.
¿Cuándo no lo soy?

Antes de que pudiera contestar, Juanjo salió de la
habitación, por lo que se convirtió en la nueva
víctima de la histeria de Paul sobre que todo
estuviera perfecto. Como no me interesaba
escuchar lo mismo dos veces, comencé a recoger
mis cosas del desayuno. Al dejar mi cuenco vacío
de cereales en el fregadero, se me ocurrió una idea.
Saqué el teléfono y busqué la receta de galletas más
sencilla de hacer que hubiera en internet.

¿Paul no quería buena impresión? Qué mejor que
unas galletas recién hechas.

Comencé a buscar todos los ingredientes
necesarios por la cocina.

–¿Qué haces? –preguntó Juanjo sentándose en
la isla de la cocina y sirviéndose un café.

–Galletas para... –¿cómo había dicho Paul que
se llamaba?

–¿Chiara? –adivinó Juanjo.

–Eso.

–Lo veo muy buena táctica para que salga huyendo
y no vuelva más. Te apoyo.

–¿Qué dices?

–Rus, a ver cómo te lo digo sin ofender...–golpeó
rápidamente la encimera con los dedos–. Cuando
repartieron la habilidad para saber cocinar, tú
llegaste tarde y te quedaste sin nada.

Inevitable - ruski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora