Cuando Arskel abrió los ojos, estaba sentado sobre un lecho blando de hieba y apoyado de espaldas contra uno de los flancos de su dragón. Un ala oscura le tapaba la luz solar, pero más allá de la sombra que proyectaba, el prado era de un verde reluciente. El día ya había llegado.
Se quedó quieto durante unos momentos y luego decidió desperezarse. No recordaba haberse quedado dormido, como tampoco haber aterrizado, y mucho menos haber desmontado del lomo de Ragnarök para después recostarse contra él. Se preguntó si sus compañeros también estarían descansando o si ya habrían empezado los preparativos para el viaje de aquella jornada. Debería acabar de levantarse cuanto antes para ayudarles...
-¿Ya te has despertado? -preguntó Ragnarök al tiempo que retiraba el ala, descubriendo el cielo matinal sobre la cabeza de su jinete-. Me tenías preocupado. Nunca sueles dormir tanto.
Arskel bufó por toda respuesta, parpadeó molesto varias veces ante la repentina cantidad de luz que le nublaba la vista y miró a su alrededor, intrigado. Se encontraba en los límites de una estrecha pradera, rodeada por árboles dispersos. Cerca de sí vio a Shedeldra ayudando a Adrian, que tenía el brazo quemado ya vendado, a incorporarse. La mirada del pelirrojo deambuló por los alrededores y sorprendió al joven mago observándole.
-Anda, qué oportuno -dijo alegremente al tiempo que le saludaba con un gesto de cabeza-. Te has despertado justo a tiempo.
-Le has despertado tú con toda tu cháchara -señaló Shedeldra con voz calmada.
Adrian se encogió de hombros y sonrió, divertido.
-Necesitaba distraerme con algo; así me escocían menos tus truquitos curativos. No sé por qué te empeñas en revisar la herida, si ya ayer por la noche me la curaste bastante bien.
La chica suspiró y sacudió la cabeza, como diciendo Dejémoslo estar. Arskel vio su oportunidad para meter baza en la conversación e impedir que aquellos dos se fueran por las ramas.
-¿A tiempo para qué? -preguntó con la voz todavía pastosa. Después hizo un gesto que envolvía toda la pradera-. ¿Y dónde están los demás?
-Se han alejado un poco para dejarnos a ti dormir y a mí concentrarme en la herida de Adrian -le respondió Shedeldra mientras terminaba de volver a enroscar unas vendas que se habían salido del rollo que sujetaba-. Hace nada ha venido Valkiria para pedirnos que nos diéramos prisa, que había que marcharse ya si queríamos llegar con tiempo al sitio en el que Zenit ha planeado pasar la próxima noche.
-Más que pedirlo, lo ha ordenado -opinó Adrian con una sonrisa cómplice-. Pero sí, eso es todo. Así que yo en tu lugar me daría prisa en hacer lo que tuviera que hacer.
Arskel asintió y se incorporó utilizando a Ragnarök como apoyo. Las cinchas de cuero de la montura estaban aflojadas; alguien las habría desajustado para que el dragón pudiera dormir más cómodo, así que ahora tendría que volver a colocarlas bien y atar el arcón de viaje al lomo del animal.
-¿Necesitas ayuda con eso? -preguntó Adrian a sus espaldas, poniéndose de puntillas para ver por encima de su hombro.
-No hace falta. Además, creo que no deberías usar mucho ese brazo durante una temporada, ¿verdad?
Shedeldra asintió dándole la razón y echó a andar, arrastrando tras de sí al pelirrojo. Rägnarok los siguió con la mirada y después volvió la cabeza hacia Arskel.
-Le va a quedar marca -sentenció .
-¿Qué? -contestó el joven alzando la cabeza, ensimismado.
-La quemadura -aclaró con un paciente suspiro draconiano-. La vi ayer. Va a dejarle una cicatriz muy fea, aunque podría haber pasado algo mucho peor de no ser por la magia curativa de tu amiga.
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El ladrón de dragones
FantasíaCayn no es más que un ladrón hasta que la vida le pone delante el botín más valioso que pueda imaginar: un huevo de dragón. A cientos de leguas de distancia, el príncipe Arskel, heredero del trono de las Islas de la Serpiente, es exiliado y despoj...