Papeles.

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Furina la odiaba.
O eso creía ella cuando cruzaba miradas con la contraria; una mujer bastante misteriosa, y para qué decir, extremadamente guapa.

Arlecchino había hecho que la vida de Furina en la universidad haya sido sumamente patética y miserable. Desde su primer día en la facultad llamándola "imitación barata de Focalors", hasta derramar accidentalmente jugo de naranja en su camisa en medio de una multitud de gente, haciéndola siempre el centro de burla para los demás. Sin embargo, el odio justificado hacia la más alta no fue suficiente para impedir que Furina comenzara a soñar con ella.

¿Acaso se estaba volviendo loca?

Hoy era un día soleado, aquellos que a Furina le encantaban.

Los trabajos académicos que le impartían en la facultad en realidad no eran tan difíciles como se los hacían ver, ya había terminado dos de sus tesis sobre leyes y artículos de Fontaine, y orgullosa iba a entregárselos a cada uno de los profesores correspondientes. En el camino, miraba de reojo a algunos de los estudiantes que se encontraban en los pasillos, examinando a unos cuantos de sus amigos y conocidos, como también a personas que no había visto nunca antes en su vida.

Finalmente, en uno de los despachos de sus profesores, Furina tocó la puerta que estaba en frente suyo, esperando pacientemente una respuesta que nunca llegó.

¿El profesor Neuvillette no se encontraba disponible? Era extraño, él siempre lo estaba.

Se dió la vuelta para retirarse de aquel lugar, supuso que debía entregárselo otro día o en algún otro periodo. Se dedicó un puchero a sí misma para después comenzar a caminar, buscando tranquilamente su otro trabajo para entregárselo al siguiente profesor.

Unos tacones resonaban por los pasillos mientras ella mantenía su vista fija en los documentos, revisando por última vez si su trabajo estaba realmente correcto, lo último que logró ver fue la espalda de una mujer junto con los papeles cayendo al suelo como si de la misma lluvia se tratara, y la persona que acababa de empujar se encontraba frente suyo, de brazos cruzados.

Los ojos de la mujer brillaban con malicia y diversión; había algo más, pero Furina no supo deducir de qué se trataba.

—¿Acaso no sabe caminar?¿Es necesario recordarle que estamos en una facultad, señorita Furina? Esto no es una guardería.— La más baja reconocería esa voz donde quiera que fuera, aquella que la había hecho pasar un par de vergüenzas en público, justo como ahora.

Pero esta vez, Furina no tenía ganas ni tiempo para responderle a la más alta.

Hoy no estoy de humor para esto.— Pensó.

En realidad estaba bastante cansada, los trabajos que había realizado no habían requerido cinco minutos, todo lo contrario; de hecho, Furina solo había dormido un par de horas antes de asistir a clases.

Suspiró derrotada antes de recoger sus cosas, sin poder evitar sentir una profunda mirada sobre sí.

Era incómodo.

Finalmente, con sus documentos ordenados y sin ningún desastre en el suelo, Furina se marchó, dejando atrás a la mujer que había sido responsable del pequeño accidente.

¿Por qué siempre tenía que fastidiarla a ella? ¿Acaso le había hecho algo malo?

Quizás Focalors, su hermana mayor, tenía algo que ver.

No, imposible, ellas ni siquiera se conocían, pensó.

No pudo evitar divagar en el asunto, no es como si fuese fácil lidiar con una persona tan... intimidante como lo era ella.

La mente de Furina se iluminó con un recuerdo.

Sus labios emitían un erótico chasquido mientras se besaban, la lengua de la más alta recorría la boca ajena, mordiendo y jugando con el labio inferior de Furina, quién no intentó ocultar los gemidos que se le escapaban.

Las frías manos de Arlecchino invadían sin desenfreno el cuerpo de la más baja por debajo de su ropa; provocando jadeos por parte de Furina, quien sentía como su piel se erizaba con cada roce que la contraria provocara.

Mierda.

¿Por qué tenía que recordar ese sueño justo ahora?

Sus mejillas se tiñeron de un rojo carmín mientras se maldecía a sí misma.

No era normal soñar con la persona que te hacía la vida imposible. ¿Acaso desarrolló algún tipo de síndrome de Estocolmo o algo parecido? Negó para sí misma al pensar demasiado en el asunto.

Quizás solo era el estrés académico.

Guilty as sin? ; arlefuri Donde viven las historias. Descúbrelo ahora