CAPITULO 5

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El cielo gris de noviembre se cernía sobre Hogwarts, y la fría brisa del otoño parecía arrastrar consigo un aire de incertidumbre. A lo largo de los días, Harry no había podido sacarse a Draco Malfoy de la cabeza. El encuentro en la biblioteca seguía presente en su mente, y aunque había tratado de concentrarse en las clases y su misión con Dumbledore, cada vez que veía a Malfoy en los pasillos, ese torbellino de emociones volvía a apoderarse de él.

¿Por qué le importaba tanto? Era una pregunta que lo atormentaba.

Harry había pensado en contarle a Ron y Hermione lo que había sucedido, pero algo lo detenía. Sabía que sus amigos le dirían que Malfoy era el mismo de siempre, que no merecía su preocupación. Pero Harry había visto algo más, algo que le decía que había más detrás de la fachada fría y arrogante de Draco. ¿Qué estaba ocultando Malfoy?

Una tarde, mientras caminaba por el castillo tras una agotadora clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, una voz lo detuvo en seco.

—Potter.

Harry giró rápidamente y encontró a Draco Malfoy, solo, apoyado contra una columna en uno de los corredores más apartados. Estaba tenso, como si se estuviera debatiendo entre decir algo o irse. Su rostro mostraba signos de fatiga, pero sus ojos estaban fijos en los de Harry con una intensidad que lo descolocó.

—¿Qué quieres, Malfoy? —respondió Harry, tratando de mantener la compostura, pero sintiendo el corazón latirle rápido en el pecho.

Draco no respondió de inmediato. En lugar de eso, se acercó a Harry, mirándolo de manera desafiante, aunque en sus ojos había un atisbo de algo más. Algo que Harry ya había notado antes: miedo.

—Necesito hablar contigo —dijo finalmente, con la voz baja y contenida.

Harry lo miró con cautela. ¿Por qué de repente Malfoy quería hablar con él? Estaba claro que algo lo había estado carcomiendo por dentro, pero no podía estar seguro de si esto era una trampa o algo serio.

—¿De qué se trata? —preguntó Harry, manteniendo la distancia, pero con la sensación de que esto podría ser importante.

Draco se quedó en silencio por unos segundos más, y luego, mirando hacia ambos lados del corredor para asegurarse de que estaban solos, se inclinó ligeramente hacia Harry.

—No aquí. Hay demasiados ojos... ven conmigo.

Sin decir más, Draco se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia una parte más desierta del castillo. Harry dudó por un momento, pero finalmente decidió seguirlo. Si Malfoy quería hablar, quizá era su oportunidad de descubrir qué estaba pasando.

Cruzaron varios pasillos vacíos hasta que finalmente llegaron a una sala poco utilizada en el ala este del castillo. Era un lugar oscuro, con paredes de piedra fría y viejas cortinas cubiertas de polvo. Draco cerró la puerta tras ellos, dejando a ambos sumidos en una penumbra apenas rota por la luz que se filtraba por una ventana.

Harry lo observó con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—Bien, ¿qué es tan importante que no podías decirlo en otro lugar? —dijo Harry, rompiendo el silencio.

Draco se quedó de pie, de espaldas a Harry, respirando profundamente. Parecía estar reuniendo valor, como si lo que estuviera a punto de decir fuera algo monumental. Finalmente, se giró hacia él, con una expresión que Harry no esperaba ver: vulnerabilidad.

—Hay cosas que no sabes, Potter —comenzó Draco, su voz temblando ligeramente—. Cosas que no puedes entender. Tú y tus amigos creen que tienen todas las respuestas, pero no tienen idea de lo que realmente está pasando.

Harry frunció el ceño, tratando de descifrar sus palabras.

—¿A qué te refieres? —preguntó.

Draco se acercó lentamente, sus ojos llenos de una mezcla de resentimiento y dolor.

—No todo es blanco o negro. No todo es tan simple como "el bien contra el mal" —dijo en un tono casi desesperado—. ¿Crees que disfruto haciendo lo que hago? ¿Que elegí esto?

Harry abrió la boca para responder, pero Draco lo interrumpió, avanzando más hacia él.

—¡No tienes idea! —gritó, su frustración saliendo a la superficie—. ¡No sabes lo que es tener que vivir con este peso, con esta... responsabilidad! No es algo que elegí, Potter. Nunca lo fue.

Harry sintió un nudo en el estómago. Había estado buscando respuestas sobre lo que Draco estaba tramando, pero ahora que lo tenía frente a él, el rostro de Malfoy no mostraba la arrogancia de siempre. Era un joven desesperado, cargando con algo mucho más grande de lo que Harry había imaginado.

—¿De qué estás hablando, Malfoy? —preguntó Harry en voz baja, sintiendo que se acercaba a una revelación importante.

Draco se quedó en silencio por un momento, apretando los puños. Harry pudo ver cómo temblaba ligeramente. Después de un rato, Malfoy dio un paso atrás, apartando la mirada.

—No puedo decírtelo. Si lo hago... ellos me matarán. —Sus palabras eran apenas un susurro.

Harry sintió un escalofrío recorrerle la columna. ¿Quiénes?

—¿Quién te matará? —insistió Harry, avanzando un poco más.

Draco lo miró, y en sus ojos Harry vio algo que nunca había esperado ver en Malfoy: puro terror.

—Los mortífagos —murmuró Draco, tan bajo que Harry apenas lo escuchó—. No hay escapatoria para mí, Potter. Ninguna.

El silencio que siguió fue pesado, cargado de una verdad que Harry no había visto venir. Draco estaba atrapado. Tanto como él estaba en su lucha contra Voldemort, Malfoy también tenía sus propios demonios.

—Hay una forma —dijo Harry con determinación, acercándose más a Draco—. Puedes venir con nosotros. Con Dumbledore. Él te ayudará.

Draco soltó una amarga carcajada, aunque no había humor en sus ojos.

—¿Con Dumbledore? —repitió, sacudiendo la cabeza—. No lo entiendes. Esto no es algo de lo que puedas escapar. No hay lugar en el mundo en el que pueda esconderme de ellos. Si no cumplo con mi tarea... me matarán. Y no solo a mí. También a mi familia.

Harry se quedó callado, comprendiendo finalmente la magnitud de la situación de Draco. Esto no era solo un juego de rivalidades escolares. Draco estaba atrapado en una red de muerte y traiciones, y no veía una salida.

—Déjame ayudarte —dijo Harry, sintiendo una urgencia creciente—. No tienes que hacer esto solo.

Draco lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de desconfianza y desesperanza. Por un momento, Harry pensó que tal vez aceptaría su ayuda. Pero entonces, Draco retrocedió, volviendo a poner su máscara de frialdad.

—No puedes ayudarme, Potter. Nadie puede —dijo en voz baja, y antes de que Harry pudiera responder, Draco se dio la vuelta y salió de la sala, dejándolo solo en la penumbra.

𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐀 →ᴅʀᴀʀʀʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora