Dos días llevaban casi sin desmontar nuevamente. El sol radiante los había vigilado sin descanso durante el día y de noche, la luna lo relevaba en su tarea.
Samira estaba cansada, le dolía todo el cuerpo del constante meneo de Layl. El pobre caballo llevaba horas relinchando en protesta al calor y el cansancio que el también parecía sentir. Pero Zeth se mantenía estoico en la montura. Cargaba con Samira que parecía dormir por momentos, pero no, en realidad solo trataba de concentrarse para ignorar la sed y el calor que sentía ya que no quería que el agua se les termine pronto.
—Samira... despierta. Debes montar detrás de mí...— Zeth la llamó suavemente.
— ¿Qué ocurre? ¿Viste a alguien? —
—Más adelante, parece haber un asentamiento. Tal vez sean amigos. Pero no estoy seguro. — Dijo Zeth deteniendo el caballo y bajando del mismo.
Luego sacó su bolsa de agua y bebió solo un trago y le dio de beber a Layl.
—Toma amigo, tú también, espabílate, te necesito alerta. — Le dijo Zeth al caballo.
—Ayúdame a bajar, solo un momento. Quiero estirar la espalda. – Dijo Samira apoyándose en el hombro de Zeth y luego tomando su mano.
—Bebe un poco de agua, tus labios están secos. — Observó Zeth tendiéndole su bolsa de agua.
—Guarda eso para ti, tengo aún la mía aquí... Toma, son almendras, la señora Zeynep me dio bastantes. – Le ofreció Samira.
—Gracias— Dijo Zeth tomando unas cuantas almendras y mientras las comía vigilaba que Samira también coma unas cuantas. –No demoremos, ya nos deben haber visto, no quiero que ellos vengan por nosotros. –
—Si— Asintió Samira aceptando la mano de Zeth y este la levantó de la cintura con facilidad para sentarla en la montura de Layl contra el equipaje de atrás.
Zeth sacó su espada de su espalda y se la ató a su cintura dejándola más a mano. Y luego montó de nuevo en la parte de adelante.
Comenzaron a avanzar de nuevo y a subir a lo alto de una duna. Samira se asomó hacia un costado en cuanto llegaron a la cima y vio a lejos en el horizonte un grupo de tiendas que se fundían con el color de la arena y algunas siluetas que parecían ser jinetes. De uno de ellos se pudo ver un brillo intermitente. Apretó su agarre en la cintura de Zeth quien apretaba las riendas y hacía que Layl avance a paso lento y sacando su espada, respondió haciendo reflejar el sol en la hoja.
— ¿Son amigables? — preguntó Samira
—Hasta el momento, creo que están más preocupados de nosotros que nosotros de ellos. – contestó Zeth con voz seria. –No te asomes, siempre detrás de mí. – le recordó.
—Si – le dijo Samira hundiendo su cara en la capa negra de Zeth y sintiendo el miedo en su estómago.
— ¿Tienes a mano el puñal Samira? – La voz de Zeth sonaba increíblemente tranquila, como quien habla del clima.
—Si— Dijo Samira tratando de disimular el temblor en su voz y tocando el puñal en su cintura.
—Si nos atacan, si debo bajar del Layl, tu deberás huir. No saques el puñal del estuche a menos que te derriben, cómo te enseñé ¿Lo recuerdas? –Dijo Zeth mientras veía un jinete acercarse a ellos y sus agudos ojos lo seguían sin pestañar.
—Si... pero... No me dejes Zeth...— Dijo Samira.
—Solo me separaré de ti, si no queda otro recurso. Y sigue mis órdenes. ¿De acuerdo? — Zeth empuño con fuerza la espada, pero no la levantó ni la agitó.
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Los hijos del Desierto
RomanceEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...