El Diario de Ella

El Diario Final

Clara se despertó ese día con la sensación de que algo dentro de ella había cambiado. No era una sensación súbita, sino el resultado de semanas de caos interno, en las que había atravesado por momentos de desesperación, rabia, miedo y, por último, una helada aceptación. Su vida, tal como la había conocido, se había desmoronado lentamente, como una construcción hecha de cartas que se derrumba con el más leve soplo de viento. Pero ahora, después de todo el dolor, las decisiones equivocadas y la pérdida, sentía que estaba en un punto donde debía hacer algo radical para enfrentar el vacío que sentía.

Durante semanas había intentado aferrarse a la idea de que podría rehacer su vida, que las piezas rotas de su existencia podrían ser de alguna manera reparadas. Pero el peso de su embarazo, el inminente divorcio con Robert, y el abismo que la separaba de Emily la llevaban hacia un precipicio emocional del que no sabía cómo regresar. La decisión de abortar era algo que había comenzado a rondar su mente de forma insistente, no como un impulso inmediato, sino como una salida inevitable. No podía traer a un niño a un mundo donde su vida era un caos absoluto, donde ni siquiera sabía quién era el padre, y donde cada día sentía que perdía más de sí misma.

Fue en ese estado de confusión que decidió empezar a escribir. Mientras se sentaba frente a su escritorio, en ese apartamento ahora casi vacío, rodeada de recuerdos de un pasado que ya no podía volver a tocar, Clara tomó una libreta nueva, una de esas que había comprado años atrás pero nunca había utilizado. Abrió la primera página y, con la mano temblorosa, comenzó a escribir.

"Este es mi diario final."

Las palabras salieron torpemente al principio. Nunca había sido buena escribiendo sobre sus emociones, siempre había preferido guardarlas dentro, escondidas, donde creía que estarían a salvo. Pero ya no había lugar para el autoengaño. Cada línea que escribía era como una pequeña herida que se abría, una revelación dolorosa de todo lo que había sucedido.

Escribió sobre Emily, desde el principio. Cómo se habían conocido cuando eran niñas, las aventuras y travesuras compartidas que habían definido su amistad durante tanto tiempo. Cómo había sido el vínculo más sólido y seguro en su vida, hasta que todo se quebró. La relación con Emily siempre había sido diferente de cualquier otra, algo más intenso, más profundo, aunque Clara nunca había sido plenamente consciente de cuánto significaba para ella hasta que fue demasiado tarde.

A medida que avanzaba en su relato, la narración se volvía más oscura. La aparición del diario de Emily, los relatos que había leído con una mezcla de horror y fascinación, y cómo esos escritos habían reavivado deseos y pensamientos en ella que había enterrado hace mucho tiempo. Clara no intentaba justificarse en su diario, no buscaba exculpar sus acciones. Simplemente estaba documentando lo que había sucedido, tal como había sido, sin filtros ni adornos.

Escribió sobre la obsesión que había comenzado a consumirla lentamente. Las visitas constantes a Emily, su incapacidad para apartar de su mente lo que había leído, y la creciente distancia emocional con Robert. Recordaba con claridad cómo todo había escalado, cómo cada encuentro con Emily se había vuelto más cargado de tensión, cómo había comenzado a perderse en sus propios pensamientos, incapaz de distinguir entre lo que deseaba y lo que era real.

Cada página del diario era una confesión, una exposición desnuda de su caída. Clara no ocultaba nada. Detallaba cómo, después de aquella noche en la que Emily había insinuado fantasías, todo había cambiado. Cómo su propia mente había comenzado a girar en torno a ideas que nunca había permitido antes. Escribió sobre la noche en la que había intentado provocar a Emily, enviándole un pasaje del propio diario de manera anónima, con la esperanza de que eso desatara algo entre ellas. Recordó el terror en los ojos de Emily cuando comenzó a sospechar que alguien la vigilaba. Clara, en ese momento, había querido confesarle todo, pero el miedo la había detenido.