uno.

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1750.

Recuerda que desde pequeño le gustaba escuchar las historias de piratas que su nana le contaba a escondidas, en susurros mientras era arropado para que sus padres no escucharan aquella barbaridad que él gozaba escuchar.

La vida de George era muy privilegiada, hijo de un gobernador y predilecto a tener un cargo que diera servicio a la corona inglesa, que lo llenara de poder y privilegios como siendo un posible comodoro de un puerto. Para George siempre fue escrito aquel futuro, era por el cual había sido formado toda su vida y estuvo a nada de alcanzarlo, estaba a nada de ser aquel comodoro sino hubiera sido por ese fatídico viaje que hicieron y donde él no estaba de acuerdo en zarpar.

El barco donde iba había sido interpretado por piratas. Esa noche aquellas historias que su nana le contaba se hacían presente, un barco pirata tomaba como botín al suyo, un barco digno de la corona. George había visto morir a muchísimos hombres a tal grado que su barco quedó siendo consumido mientras los piratas huían de ahí con toda la comida y aquello demás que le servía. George había corrido con suerte de caer al mar donde se sujetó a una tabla y posteriormente lo encontró un barco.

Un barco pirata.

—Un jovenzuelo tan fino como tú no debería estar por estos rumbos. —murmuró aquel pirata que había dado la orden de que lo rescataran.

Era un hombre mayor, con el cabello castaño oscuro y un tanto largo, grasoso y decorado un sombrero negro, sus ojos eran cafés y parecían temibles pero su sonrisa era demasiado amable aunque posiblemente sus dientes estuvieran podridos por tanto alcohol consumido.

—Capitán Fernando. —murmuró el pirata. —Bienvenido a la tripulación del Sordida anima.

Y dicho esto el capitán Fernando ordenó que le dieran ropa nueva a George y posiblemente un trago de ron.

Eso había pasado hace tres semanas con exactitud, George había contado cada noche que veía el cielo llenarse de estrellas y se tenía que meter a dormir. Se había adaptado un poco rápido a aquella nueva vida impuesta de la nada, le gustaba el mar e internamente sentía que estaba viviendo una aventura como las que le constaba su nana cuando era niño y por la que su madre se escandalizaba.

Era como si aquellas leyendas se materializaran.

—¿Sabes a dónde vamos? —preguntó una tarde a Oscar.

Oscar era un chico menor que él, tenía 19 años pero llevaba desde los 15 en aquella tripulación.

—No mucho, Fernando conduce como loco a extrañas aventuras, así que solo él conoce nuestro destino. —se encogió de hombros. —Es un dolor de cabeza al inicio pero te acostumbras.

Y se había intentado acostumbrar aunque para George era un poco frustrante el ir sin un rumbo en específico, parecía ser cosa suya porque veía a los demás tripulantes bastante normal. Quizás era frustrante porque toda su vida siempre había sido planeada, siempre había llevado un orden algo que seguir con exactitud pero ahora en esta nueva etapa se sentía cohibido.

Cuando no estaba ocupado con alguna tarea que se le ponía era cuando se podía dar un pequeño castigo en pensar sobre su familia, en su madre que de seguro perdió la cabeza en el anuncio de su desaparición, en su padre quizás mandando a la horca a quienes descuidaron el barco donde iba él. George era consciente que sus padres seguramente lloraban su pérdida y quería decirles que estaba bien, que estaba completo pero había dos motivos: 1. Justamente no sabe dónde estaban ni a dónde irían. 2. Extrañamente no tenía esa carga de volver, algo dentro de él estaba tranquilo aunque de un barco pirata se tratara.

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⏰ Última actualización: Sep 21 ⏰

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el susurro de las olas ✩ ⧽ 1163 | s.p & g.rDonde viven las historias. Descúbrelo ahora