CAPITULO 7

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La Sala de los Menesteres estaba completamente en silencio, con solo el crujido de objetos antiguos y olvidados resonando en el aire. Harry mantenía su varita en alto, enfrentando a Draco, cuya expresión estaba llena de determinación y desesperación. Por un momento, ambos parecían estar atrapados en una especie de suspensión, como si el tiempo hubiera dejado de correr, conscientes de que el próximo movimiento cambiaría el curso de los acontecimientos para siempre.

—¿Qué quieres, Malfoy? —preguntó Harry en voz baja, su tono más cauteloso de lo que pretendía.

Draco no bajó su varita, pero su mano temblaba ligeramente. Harry notó el ligero temblor, y algo en su interior se retorció al ver a Malfoy tan claramente desbordado por lo que fuera que estaba ocurriendo en su vida.

—No entiendes nada, Potter —gruñó Draco, con la voz tensa—. Estás metido en algo mucho más grande que tú. Crees que puedes ser el héroe y salvar a todos, pero no tienes idea de lo que realmente está en juego.

Harry dio un paso hacia él, con cautela pero sin intimidación.

—Tal vez no lo sepa todo —dijo—, pero sé que no tienes que hacer esto solo. No importa lo que estés planeando, Malfoy, no tienes que enfrentarlo solo.

Draco apretó los labios y bajó la vista momentáneamente. Parecía debatirse internamente, como si estuviera al borde de tomar una decisión crítica. Luego, levantó la mirada nuevamente y sus ojos se encontraron con los de Harry.

—No puedes ayudarme —dijo Draco, con un toque de tristeza en su voz que Harry nunca había escuchado antes—. Nadie puede. No es solo mi vida la que está en juego aquí. Si fallo... si no lo hago...

Draco dejó la frase inconclusa, pero Harry lo entendió. Era una cuestión de vida o muerte, no solo para él, sino para otros. Voldemort lo había puesto en una situación imposible.

—¿Es eso lo que crees? —preguntó Harry, dando otro paso hacia él—. ¿Que estás completamente solo en esto? Porque no lo estás, Malfoy. No lo has estado nunca. Sé que las cosas entre nosotros no han sido fáciles, pero no importa. Si me dices qué está pasando, puedo ayudarte. Dumbledore puede ayudarte.

El nombre de Dumbledore provocó una reacción inmediata en Draco. Su rostro se tensó y sus ojos se encendieron con furia.

—¡No metas a Dumbledore en esto! —gritó, levantando su varita amenazadoramente—. ¡No tienes idea de lo que estoy haciendo! Esto es por mi familia, Potter. No entiendes lo que significa ser yo, lo que se espera de mí. ¡Tengo que hacerlo, o todos los que me importan... morirán!

El eco de su voz resonó en la sala. Harry se quedó en silencio, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Draco estaba actuando bajo una amenaza directa hacia su familia, probablemente de Voldemort. Por primera vez, Harry comprendió completamente la magnitud del peso que Draco llevaba sobre sus hombros.

—No tienes que ser tú el que lo haga —insistió Harry, su voz más suave ahora—. No tienes que ser tú el que cargue con esta responsabilidad. Voldemort está manipulándote, te está utilizando. No te preocupas por él, ni él por ti. Sólo te está usando porque eres el más vulnerable ahora.

Draco apretó los dientes, luchando contra las emociones que amenazaban con desbordarse. Por un momento, su varita bajó ligeramente, y Harry pensó que tal vez, solo tal vez, había llegado a él.

—Es demasiado tarde para eso —dijo finalmente Draco, su voz llena de amargura—. No hay vuelta atrás. No puedo fallar, Potter. No lo entiendes. Si fallo, estoy muerto. Y mi familia también.

Harry dio otro paso adelante, cerrando la distancia entre ellos.

—Draco —dijo, usando por primera vez su nombre de pila—. No tienes que hacer esto. No tienes que ser tú. Dumbledore puede protegerte, puede proteger a tu familia. Si nos cuentas lo que está pasando, podemos encontrar otra manera.

Los ojos de Draco se llenaron de angustia por un breve instante, y Harry pudo ver el conflicto en su interior. Draco no quería hacer esto, no quería seguir adelante con el plan, pero parecía atrapado en una trampa de la que no sabía cómo escapar.

—¿Qué sabes tú de las decisiones imposibles, Potter? —preguntó Draco con amargura, aunque su tono ya no era tan agresivo—. Siempre has tenido una salida, alguien que te protegiera. Yo... yo no tengo eso. No esta vez.

Harry negó con la cabeza.

—No es cierto. Siempre hay una salida, si la buscas. Dumbledore, yo, incluso Snape... te protegeríamos. No tienes que seguir el camino que Voldemort te ha marcado.

El nombre de Snape hizo que Draco vacilara aún más. Harry se dio cuenta de que Draco sabía algo sobre Snape, algo que lo atormentaba, pero no podía adivinar qué.

—Snape... —murmuró Draco, con un tono extraño en su voz—. Ni siquiera sé si puedo confiar en él. Está jugando un juego que no entiendo. Todos lo estamos.

El silencio se instaló entre ambos. Harry podía sentir que Draco estaba al borde de una decisión crítica. Una elección que podría cambiar todo.

Antes de que pudiera decir algo más, un sonido en la puerta los interrumpió. Ambos giraron hacia la entrada de la sala, y Harry sintió un escalofrío recorrer su columna. Snape estaba de pie en la entrada, su expresión ilegible pero sus ojos oscuros fijos en Draco.

—Draco —dijo en un tono suave, pero autoritario—. Es hora de que tomes una decisión.

Draco se congeló, su rostro palideció aún más. Harry pudo ver cómo el miedo y la duda se apoderaban de él.

—Profesor... yo... —comenzó Draco, pero las palabras se ahogaron en su garganta.

Snape no apartó los ojos de él.

—Has llegado al punto en el que no puedes seguir dudando —dijo Snape, su voz más dura ahora—. O terminas lo que empezaste, o lo dejas. Pero no puedes seguir vacilando, Draco. El Señor Tenebroso no tolerará la indecisión.

Harry dio un paso adelante, sintiendo la urgencia de la situación.

—Draco, no lo hagas —insistió—. No tienes que hacerlo.

Draco miró a Harry, luego a Snape, y por un instante, parecía estar debatiéndose internamente. El peso de su decisión parecía abrumador, pero al final, bajó la cabeza, derrotado.

—Lo siento —murmuró—. No tengo otra opción.

Y con esas palabras, Draco salió corriendo de la sala, dejando a Harry y Snape en un tenso silencio.

Harry se volvió hacia Snape, enfurecido.

—¿Por qué no hiciste nada? ¡Podrías haberlo detenido!

Snape lo miró con frialdad.

—No es tan simple, Potter. Hay cosas que no entiendes. Y ahora, no es momento para preguntas. Necesitas prepararte para lo que viene.

Harry lo miró, confuso y enfadado, pero algo en la expresión de Snape lo detuvo. Había un trasfondo en todo esto, algo mucho más profundo de lo que Harry comprendía en ese momento.

—Entonces, ¿qué hacemos ahora? —preguntó finalmente Harry, con frustración.

Snape lo miró con su habitual expresión impenetrable.

—Ahora, Potter, intentamos evitar que Draco cometa un error del que no pueda regresar. Pero recuerda esto: no todos pueden ser salvados.

Con esas crípticas palabras, Snape giró sobre sus talones y salió de la sala, dejando a Harry solo, con más preguntas que respuestas. La guerra que se avecinaba no sería solo contra Voldemort, sino también en el alma de Draco Malfoy, y Harry sabía que no podía rendirse aún.

𝐄𝐋 𝐀𝐑𝐎𝐌𝐀 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐀𝐌𝐎𝐑𝐓𝐄𝐍𝐓𝐈𝐀 →ᴅʀᴀʀʀʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora