Capítulo 3.

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ENID

Cuando entramos en el espacio
privado, el cual daba a la gran
vista de la hermosa noche de The
Sound, exhalé, alisando mi vestido
sin mangas con rayas negras, solo
para escuchar a alguien gritar mi
nombre desde el otro lado de la
sala.

Unas horas más tarde entramos al
restaurante, y el camarero nos llevó
a un espacio privado en la parte
trasera. Me alegré, porque cuando
atravesamos por el concurrido
comedor, la gente comenzó a mirar fijamente a Erik susurrando entre
sí, fanáticos de las celebridades
reconociendo al mariscal titular
de los Seahawks. Naila agachó la
cabeza y trató de seguir a toda
prisa hacia adelante, claramente
avergonzada, pero Erik la tomó de
la mano, acercándola a su lado. Él
odiaba ser el centro de atención
también.

-¡Enid!

Esbocé una sonrisa hacia Divina,
una de mis mejores amigas, quien
se había levantado de su asiento y
corría hacia mí. Mi corazón se llenó
mientras se acercaba, aún pequeña
y delgada figura, pero de aspecto
saludable ahora que había estada
comiendo más desde la universidad. Su cabello castaño ahora era largo, hasta la mitad de la espalda. Llevaba un vestido verde largo hasta las rodillas con mangas largas y botines.

Se veía hermosa.

Extendiéndome, tomé las manos
de Divina entre las mías y me incliné para besarla en la mejilla. Apreté sus dedos con fuerza y di un paso atrás. Tuve que reprimir las ganas de acercarla en un abrazo. Divina no podía ser tocada de esa manera a causa de su anorexia. A pesar de que estaba en recuperación, todavía era un detonante para ella que la tocara en la espalda.

-Te he echado de menos -dijo
Divina suavemente, sonriéndome
tiernamente.

-También te he extrañado. ¡No
puedo creer que estén viviendo en
Seattle también! ¡Es una locura!
¡jugando para los Seahawks!

En ese momento, Yoko Addams,
la mejor amiga de Erik, apareció
detrás de su esposa y se inclinó
sobre ella para darme un beso en la
mejilla.

-Enid -saludó y, retrocediendo,
envolvió sus brazos con algunos
tatuajes alrededor de los hombros
de Divina y la apretó contra su pecho. Yoko era la única excepción a los detonantes de Divina, la única
persona que podía tocarla. Yoko
había salvado su vida hacia cinco
años cuando casi perdió la batalla
con su trastorno alimenticio, pero el amor entre ellas demostró ser más fuerte. Era su razón para vivir, y ella la de Yoko.

Divisando una cabeza de cabello
negro desordenado detrás de Yoko y
Divina, me incliné rodeándolas, solo para ver a una chica joven y guapa de pie nerviosa. Era esbelta y atlética. Me miró sonriendo
tímidamente, y mi boca se abrió
cuando me di cuenta de quién era...

-¿Tay? ¿La pequeña Taylor
Addams? ¿Eres tú? -le pregunté.
Me encontré con sus ojos negros
cuando levantó la cabeza, con un
profundo rubor rojo recubriendo
inmediatamente la piel aceitunada
de sus mejillas.

-Hola, Enid. -Fue su respuesta
tranquila mientras corrí hacia ella y
lanzaba mis brazos alrededor de su
cintura, apretándola con fuerza.

Taylor exhaló una risa tranquila
por encima de mí, abrazándome
de vuelta. Me empujé hacia atrás
y extendí los brazos, estudiando lo
mucho que había cambiado.

-¡Tay, estás tan grande y me has
superado!-bromeé, y ella bajó sus ojos para evitar mi mirada, con
una tímida sonrisa en sus labios-
¿Cuántos años tienes ahora, cariño?

-Diecinueve-respondió. Erik
caminó detrás de ella y le alborotó
el cabello. Taylor le dio un codazo
alejándolo.

-¡Bueno! ¡Diecinueve!

Dulce Esperanza (Wenclair Gip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora