Chiara
El sonido del despertador rompió la paz de la habitación. Eran las cinco de la mañana y la luz de la luna aún se colaba por las cortinas. Chiara alargó la mano con esfuerzo, aplastando el botón para apagarlo. No tenía energías para nada, pero sabía que tenía que levantarse.
Se incorporó lentamente en la cama, dejando escapar un suspiro mientras miraba el techo. Ruslana y Nerea dormían en la habitación contigua y no quería despertarlas. Se deslizó fuera de la cama como un ninja adormilado, asegurándose de no hacer crujir las tablas del suelo. Tomó su ropa de la silla sin encender la luz y, con los ojos entrecerrados, se vistió de forma apresurada.
Cuando llegó a la cocina, lo hizo con una tranquilidad sobrehumana. Abrió el frigorífico muy despacio, intentando no hacer ruido. Buscó el yogur de limón, pero justo al sacarlo, resbaló de su mano torpe y cayó sobre la encimera.
-¡Mierda! -susurró mientras veía cómo el yogur se desparramaba por toda la superficie.
No podía perder tiempo. Cogió un trapo, lo pasó rápidamente sobre la encimera y dejó todo mal limpio, solo por evitar hacer más ruido. El olor a limón invadía la cocina, pero no había tiempo para más. Cogió su mochila y salió de casa, cerrando la puerta con cuidado.
Cuando llegó a la cafetería, ya era tarde. El sol empezaba a asomarse por el horizonte y Chiara sentía que su cabeza flotaba entre las nubes. Entró corriendo y se puso el delantal a toda prisa. Apenas saludó a Raúl, su compañero de turno, antes de lanzarse detrás de la barra.
-¿Chiara? -dijo él, sorprendido-. Llegas tarde...
-Lo sé, lo sé -respondió ella, intentando esconder su caos interior tras una sonrisa.
El primer pedido del día llegó pronto: un café con leche de avena templada, sacarina, gotitas de miel y polvos de canela. Chiara preparó el café, pero cuando se lo llevó al cliente, se dio cuenta de que había olvidado las gotitas de miel. Volvió, lo rehizo, pero esta vez se equivocó con la cantidad de sacarina. Por tercera vez, intentó hacerlo bien pero al servirlo, su mano temblorosa derramó un poco del café sobre la bandeja.
-Lo siento muchísimo -se disculpó, sintiéndose cada vez más torpe.
El resto del turno no fue mucho mejor. Derramó café dos veces más, se confundió con tres pedidos más y hasta le dio a una clienta azúcar moreno en vez de servilletas. Para cuando llegó su descanso, estaba completamente agotada.
Se dejó caer en una silla al fondo de la cafetería y justo cuando pensaba que podría disfrutar de unos minutos de paz, su teléfono vibró. Era Ruslana.
-¿Cómo se te ocurre irte dejando toda la cocina oliendo a limón? -le dijo nada más descolgar.
-¿Qué? -Chiara se frotó los ojos, confundida.
-El yogur, Chiara. Lo has dejado esparcido por toda la encimera y ahora huele tanto a limón que podrían grabar un anuncio de Don Limpio en nuestra cocina.
Chiara no pudo evitar soltar una risita.
-Lo siento, estaba intentando no hacer ruido y, bueno... ya ves. No es mi mejor día -admitió con voz culpable.
-Ya veo -respondió Ruslana con un tono divertido-. Por cierto, Nerea y yo vamos a salir a cenar esta noche, así que te dejo casa sola -le dijo con un tono insinuante.
-Rus, ya te he dicho que no estoy para conocer a nadie. - mintió pero no quería que su amiga siguiera insistiendo con la idea de tener a alguien en su vida. ¿Quería? Obvio. ¿Lo iba a decir? No por ahora.
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Entre lienzos y café || KiVi
Romance¿Qué pasaría si un simple error cambiara el rumbo de dos vidas? Violeta, una joven apasionada por el arte que trabaja en una galería, y Chiara, llena de energía y siempre sonriente detrás de la barra de una cafetería, viven en la misma ciudad sin c...