¿Quién te ama como yo cosita linda?

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El ambiente en la iglesia estaba cargado de tensión. El suave murmullo de los invitados llenaba el espacio mientras todos esperaban el inicio de la ceremonia. T/n, vestida con un elegante traje blanco, se encontraba en el altar, a punto de casarse. La emoción y la incertidumbre se entrelazaban en su pecho. Pero justo cuando el sacerdote comenzaba la frase tradicional:

—Si hay alguien presente que se oponga a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre...

Un eco resonó en la iglesia, pero no era el habitual silencio de consentimiento. Una voz profunda y firme rompió la calma:

—¡Yo me opongo!

Todos giraron la cabeza en dirección al intruso, y ahí estaba él. Ran Haitani, con su característico cabello violeta y su aire despreocupado, avanzaba por el pasillo de la iglesia con determinación. Sus ojos violetas, intensos como el crepúsculo, estaban fijos en T/n. Ella, sorprendida y al borde de las lágrimas, no sabía si aquello era real o una pesadilla.

Ran se paró frente al altar, mirando desafiante al novio, que estaba tan conmocionado como el resto de los invitados. Sus labios se curvaron en una sonrisa burlona, pero había un toque de amargura en sus ojos.

—¿Quién te ama como yo, cosita linda? —dijo, su voz temblando por una mezcla de emociones—. Si te casas, te llevarás mi vida... Es como el fin de una novela, y nuestra historia, la más bella.

El sacerdote intentó interrumpir, pero Ran levantó una mano, imponiéndose. Se giró hacia el novio, sus palabras cargadas de resentimiento:

—¿Tú? ¿Tú crees que la conoces? ¿Que puedes hacerla feliz? —Ran se acercó más—. ¿Sabes que aún llora por mí?

El ambiente estaba tenso. Los murmullos de los asistentes eran ahora susurros incómodos, y el corazón de T/n latía con fuerza. Ran volvió a mirarla, sus ojos eran un torbellino de emociones: dolor, arrepentimiento, amor.

—Hace un año que rompimos, pero los dos compartimos un corazón. —Ran se llevó una mano al pecho, su respiración entrecortada—. Hoy te casas solo para intentar olvidarme, pero eso no va a pasar. No salgo de esta iglesia si no es contigo.

La respiración de T/n se agitó mientras intentaba procesar lo que estaba ocurriendo. Los recuerdos de sus momentos con él la invadían, desde aquellos días en los que escapaba por su ventana hasta las noches en las que el sonido de su voz la calmaba en sus peores días. Se mordió el labio, luchando contra las lágrimas que amenazaban con salir.

—Mi amor... por Dios, recapacita. —Ran dio un paso hacia ella, ignorando por completo a todos los demás presentes—. Recordemos nuestras vidas, ese primer beso que nos dimos cuando éramos solo niños... el pacto de amor que hicimos, prometimos no separarnos ni siquiera cuando llegara el fin del mundo. ¿Te acuerdas?

Las lágrimas finalmente comenzaron a correr por las mejillas de T/n. Ran siempre había tenido ese poder sobre ella, hacerla sentir todo a la vez, incluso cuando intentaba alejarse de él. Y ahora, aquí estaba, interrumpiendo su boda, confesando frente a todos que no podía dejarla ir.

El novio, incómodo, intentó hablar, pero Ran lo detuvo con una mirada helada.

—Tú... no tienes idea de lo que significa hacerle el amor, ¿verdad? No la conoces como yo. No sabes qué la hace reír, qué la hace llorar. —Ran se giró hacia T/n nuevamente—. Tú y yo tenemos una historia. Yo sé que estás llorando porque sabes que tengo razón.

T/n se llevó una mano al pecho, sus pensamientos eran un caos. Aún recordaba los días que pasó sin él, las noches en las que se preguntaba si había tomado la decisión correcta al alejarse. Pero también recordaba el dolor, las peleas, las despedidas.

—No te abandoné —continuó Ran, su voz quebrándose un poco por primera vez—. Mi viaje fue necesario. Te envié una carta explicándolo todo, pero... nunca la recibiste, ¿verdad? No sabías por qué me fui.

La sorpresa cruzó el rostro de T/n. Había pensado que él la había abandonado sin explicación, pero ahora se daba cuenta de que había estado equivocada todo este tiempo. Sentía un torbellino de emociones. Ran la conocía de una manera que nadie más lo hacía, y aunque había sido complicado, no podía negar que había algo en él que siempre la atraía.

El novio, enfurecido, finalmente decidió actuar.

—¿Qué estás haciendo? —gruñó—. Esto es una boda. No puedes venir aquí y...

—¿Quién me va a detener? —respondió Ran, interrumpiéndolo de nuevo con esa arrogancia tan característica de él. Luego se giró hacia T/n una última vez—. Mírame, por favor, mírame cuando te hablo. No puedes negarlo, nuestra historia no puede terminar aquí, en esta farsa.

Las manos de T/n temblaban, sus lágrimas caían sin control, y el mundo entero parecía haberse detenido. Las palabras de Ran resonaban en su mente, recordándole el amor, el dolor, y todos los momentos que compartieron.

Y ahí, en ese instante, su corazón le hizo tomar una decisión.

Quedarse con Ran Haitani siempre sería su opción.

La BodaWhere stories live. Discover now