Castillo

75 13 0
                                    

Sanemi miraba al cielo, con una piedra en la mano esperando el momento para derribar algún cuervo.
El suelo estaba lleno de cuervos inconscientes y magullados por los golpes con piedras. Otro cuervo paso y enseguida fue derribado, Sanemi se acercó a él para identificarlo.

-Shinazugawa ¿Que haces con mi cuervo? -el omega de diferente color de ojos estaba detrás de él, sentado en la madera vieja de la cabaña tan descuidada.

-Necesito encontrar el cuervo de Tomioka -volvio a su posición con varias piedras en la mano, aunque el cuervo de su omega no le agradaba, conocía muy bien la ruta de esa anciana ave.

Kaburamaru se enroscó en el cuello del azabache mientras este se reía ligeramente -Vaya, Shinazugawa planea disculparse con su omega -se burló del alfa -no muchos días se ve a un pobre perro arrepentido -disfrutaba ver el enojo del albino, su compañero es tan fácil de irritar.

-Pff- no me voy a disculpar, entrenaremos y el que pierda deberá disculparse - sonrió insanamente mientras se imaginaba el rostro molesto de su omega, el cuerpo ágil esquivando sus ataques; pensará en ser gentil.

-Vaya... Y de todos ¿Tu eres su destino? -receloso entrecerró sus ojos juzgando fuertemente al alfa. Ya hasta lamentaba que Tomioka tuviera la marca de esa rabiosa bestia.

-¡KAH-!

Cayó el cuervo correcto. Rápidamente Sanemi cogió al anciano animal, lo llevó dentro de la descuidada cabaña siendo seguido por Iguro quien curioso miraba como el albino tenía preparada una hoja de papel, una botella de tinta y un pincel.
El oji-lila le entrego el delgado pincel y lo sentó frente a la hoja de papel.

-Redacta bien mis palabras -los ojos del albino estaban bien abiertos, mirando con intensidad al omega frente a el. Vería cada trazo que hiciera y lo leería asegurándose de no se vilmente saboteado.

 Vería cada trazo que hiciera y lo leería asegurándose de no se vilmente saboteado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estaba sentado en una roca, preguntándose seriamente por que había ido. El cielo aún iluminaba sus tonos naranjas junto con un viento fuerte que azotaba las hojas de los árboles, barriendo el suelo y agitando su largo cabello. Ese viento arrasaba con todo.

La espera aumentaba sus nervios, no sabría que decirle a su alfa cuando llegara. Tal vez si debía pedirle una disculpa por su actitud, no fue muy maduro de su parte el dejarse llevar por sus emociones.
El viento jugaba con su cabello, obligando al flequillo a nublar su vista, y junto con el viento fuerte apareció su alfa.

Tomioka miraba al pilar del viento mezclarse con el fuerte aire que levantaba el polvo y hacia volar las más frágiles hojas que provocaban el crujir de los arboles. Los ojos lilas resaltaban brillantes e intensos, mirándolo tan fijamente que le provocaba escalofríos.
Shinazugawa se acercó al omega, alzando la mirado para hacer menos al de baja estatura.

Estando a un centímetro de distancia, alfa y omega, compartian miradas llenos de sentimientos. Los afilados ojos lilas miraban a los profundos ojos azules. El albino podía olfatear a su omega desde esa distancia, su mano temblaba y rogaba por sujetar al morocho, pero el orgullo estaba presente.

Viento FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora