CAPÍTULO 4

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Beslaka.

¿Quién demonios se cree que es? ¿Qué tan descarado puede ser alguien para decirme que debo aceptar mis errores, cuando ha estado interfiriendo en cada uno de mis planes desde hace meses? No entiendo sus motivaciones, pero...

Desde que formé mi propio escuadrón, este hombre ha estado presente en cada una de mis operaciones. La primera vez que apareció, me disparó en el brazo, exigiendo que si quería salir con vida, mis hombres tienen que morir. Fue una experiencia fascinante y divertida, no te voy a mentir. Pero, ¿quién rayos es este tipo? No lo sé y, hasta ahora, nunca me ha importado. ¿Por qué? Porque desde ese encuentro inicial, se convierte en una sombra en mi camino, lanzando críticas como si eso fuera lo único que sabe hacer. ¿Le divierte? Sin duda. Puedo sentirlo y verlo; cada uno de nuestros encuentros es un juego macabro: aparece y desaparece, dejándome con más preguntas sobre quién se oculta detrás de esa máscara.

Siempre he creído que no debo indagar en lo que no me concierne; en la Yakuza, eso puede llevarte a la muerte. Pero este hombre comienza a despertar mi curiosidad, una curiosidad que debería mantener a raya.

—No sé de qué hablas —le digo, cruzándome de brazos—. Eres tú quien ha estado invadiendo mis territorios, y estoy segura de que sabes quién soy. ¿O me equivoco?

Una parte de mí quiere seguir adelante con esta investigación, pero otra me advierte sobre las posibles consecuencias. Quizás debería dejarlo ir... o tal vez no.

Las investigaciones que he realizado sobre él han revelado detalles intrigantes: no es japonés, sino hijo de un hombre poderoso. En su círculo, se le conoce como "el Diablo", un apodo que refleja su papel como ejecutor del trabajo sucio. Es un individuo extraño y contradictorio; en el ámbito legal, se presenta como un hombre respetable, pero en el submundo del crimen, es completamente otro.

Descubrí que solía visitar Japón con frecuencia hace cinco años, pero luego desapareció durante tres años. Ahora regresa solo cuando quiere interferir en mis planes. Realmente no tengo enemigos desconocidos; los que tengo puedo contarlos con una mano. Pero... ¿es este otro enemigo enviado por Yaska? ¿O simplemente alguien que busca problemas con la Yakuza? La incertidumbre me consume, y sé que necesito averiguarlo pronto.

Él sonríe, una pequeña y maliciosa sonrisa que se asoma por debajo de su máscara, como si disfrutara del juego que ha comenzado entre nosotros. A su lado, la mujer que lo ha acompañado todo el tiempo se coloca a cierta distancia de él, observándome con una mirada intensa. Detrás de ella, dos hombres la respaldan con una presencia amenazante. Kenshin permanece a cierta distancia; no lo necesito a mi lado en este momento. No porque no quiera su apoyo, sino porque estoy segura de que estos hombres no tienen intención de hacerme daño. Si realmente quisieran matarme, ya lo habrían hecho. Este hombre me necesita viva, no muerta.

Me aferro a la determinación de descubrir sus verdaderas intenciones mientras la sonrisa del Diablo sigue acechando mis pensamientos.

—Su escuadrón se aproxima, están a 10 millas de su ubicación —me informa el reloj, y miro mi muñeca para confirmar que efectivamente están muy cerca.

Kenshin llega en cuestión de minutos; su enorme pecho presiona mi espalda y, aunque las katanas me golpean ligeramente, el cuero me protege. Se inclina hacia mí y susurra en mi oído:

—Debemos irnos de inmediato. —Su mano se posa firmemente en mi cintura—. No es el momento para buscar respuestas. Sé que llevas meses investigándolo, pero ahora no es el momento, Shogun.

Asiento, dirigiendo mi mirada hacia el hombre y sus secuaces. Él me observa con una expresión desafiante, sus ojos color bosque brillan con intensidad, provocándome un escalofrío que recorre mi columna. El agarre de Kenshin sigue firme a mi lado, mientras mi mano libre se aferra a la de mi segundo al mando, que me sostiene con fuerza. «Odio sentirme expuesta».

Danza de Sombras y Susurros. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora