Jason
-¡Si no bajas en cinco minutos, te tocará limpiar toda la cocina! -La voz de mi madre atravesó la puerta de mi habitación, firme y familiar, como un reloj que marca la hora exacta del caos cotidiano.
Ya estaba despierto, pero prefería aferrarme a esos últimos momentos de quietud, tratando de mantener la calma antes de enfrentar el día. Mi cama seguía siendo un refugio, aunque sabía que, en esta casa, la paz duraba lo que un suspiro.
-¡Lo haces siempre! Tu niño consentido tiene miedo de ensuciarse las manos -grité de vuelta, mi voz cargada de ese tono sarcástico que sólo usaba con mi madre.
Cubrí mis ojos con el brazo, como si eso pudiera aislarme del bullicio del otro lado de la puerta.
El "niño consentido" no era otro que Aaron, mi hermano menor. Dos años más joven, pero parecía que ese margen de edad le había bastado para convertirse en el rey de la casa.
Deportista estrella, la joya del equipo de hockey sobre hielo local, casi una pequeña celebridad en Kansas. Mientras yo intentaba encontrar mi lugar en el mundo, Aaron ya tenía su nombre grabado en la lista de promesas locales. Era el tipo de chico al que todos admiraban, dentro y fuera del hielo.
Pero a pesar de todo eso, de que siempre lo trataran como si fuera el favorito, no podía enojarme con él. Aaron no sólo era mi hermano, también era mi mejor amigo. Teníamos una conexión única, algo que, a pesar de la diferencia en nuestras vidas, nos mantenía unidos.
Sabía que, en el fondo, siempre estaríamos el uno para el otro, sin importar lo que el resto del mundo pensara. Aunque ahora mismo, no podía evitar sentir un poco de envidia mientras yo me debatía entre bajar a enfrentar el día o quedarme en la cama por unos minutos más.
Miré el reloj en la pared. Cinco minutos, quizás menos. La amenaza de mi madre no era una broma. Si no bajaba pronto, me esperaba una hora entera de fregar platos y tazas.
Con un suspiro resignado, me destapé y me senté al borde de la cama. Miré hacia la ventana; el sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, trayendo consigo la promesa de otro día normal en Kansas.
Pero en el fondo, sabía que algo estaba cambiando, que pronto nuestras vidas tomarían un giro inesperado. Lo sentía, aunque no podía explicarlo aún.
Me estiré, preparándome mentalmente para bajar. Tal vez hoy sería uno de esos días en los que algo interesante finalmente sucediera.
-Buenos días, inútil. Bajaste último, así que te toca limpiar la cocina -me saludó Aaron con su habitual energía, dándome un golpe en la espalda que resonó como si hubiera sido un puñetazo.
-Buenos días, estúpido. Te pusiste la camiseta al revés, creo que los golpes del hockey están acabando con tus últimas neuronas -le respondí, devolviéndole el golpe, esta vez en el brazo, con la misma intensidad.
Era nuestro ritual diario, una especie de lenguaje no verbal entre hermanos que, aunque a veces parecía agresivo, para nosotros no era más que una manera de mostrar afecto. Nadie entendía nuestra dinámica mejor que nosotros mismos.
Mi padre, Charles, ya estaba sentado en la mesa, bebiendo su café en silencio mientras hojeaba el periódico. Siempre tan puntual y sereno, se preparaba para ir a trabajar en la planta de fabricación aeronáutica más grande del país, aquí en Wichita. Como ingeniero aeronáutico, era jefe de ensamblaje, un trabajo que lo mantenía ocupado pero del que estaba visiblemente orgulloso.
En cuanto a mi madre, Noami, era la directora de la escuela primaria local. Entre ella y mi padre, éramos el modelo clásico de una familia acomodada de clase media, viviendo en un barrio tranquilo.
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Desearía...
RomanceEn un mundo donde los deseos son más poderosos de lo que imaginamos y los celos pueden desatar tormentas, surge una historia donde la búsqueda de un lugar perfecto se convierte en la clave para alcanzar todos los sueños. En este rincón especial, do...