46. Luciérnagas

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Era una noche muy oscura en total silencio, en la que suele ser una pequeña ciudad muy ruidosa.
Mientras esperaba la hora para ir a la reunión de oración de la congregación donde asisto.
Contemplé desde la hamaca el árbol gigante que se encuentra en mi patio.
- ¿Dónde están las luciérnagas? - Me pregunté.
Al instante vino un recuerdo de mi niñez, donde solían visitar a mi cuarto pequeñas luciérnagas. Asombrada por su belleza, no podía dejar de contemplarlas.
Pronto me asomaba por una ranura de la ventana y divisaba cientos de ellas. ¡Qué espectáculo!

- Regresando al presente, noté que tenía años sin ver una. ¿Cuándo y donde habrá sido la ultima vez? - Me dije.

Es curioso que no pensé en esto, hasta que me vi en completa oscuridad.

Enseguida lo comparé con mi relación con Dios. Tenia tiempo sin disfrutar de esa inmensa quietud.
Tuve un alto total de todas mis actividades. ¿Cuándo fue la ultima vez de esto?
Siempre estoy llena de trabajos, pendientes, cosas que resolver. Aquí y allá, que pareciera que le hacen faltas horas al día.
Pero acaso he descuidado mi vida espiritual. Cuando fue la última vez que tuve un tiempo con Dios que disfruté de principio a fin, sin prisas, ni interrupciones.

No es hasta que estuve en completa calma que pude notarlo, como el hecho de no ver este insecto hace mucho.

Las luciérnagas están en peligro de extinción, por el cambio climático y contaminación del planeta. Hay cada vez menos.

¿Se extingue en mi también la pasión ferviente por mi Señor?

Cuánto bien me ha hecho detenerme. Reconozco que he tenido muchos distractores. Que fácil he caído en una rutina envolvente, donde Dios no ocupa el primer lugar.

Aunque estos insectos suelen aparecer en las noches de verano. Y buscan los lugares húmedos. No están y se nota, no hay una luz parpadeando entre los arbustos.

La frialdad espiritual en consiguiente se nota también.

Agradezco que me lo haga notar, agradezco que su Espíritu me lo revele.

Pero a más de eso, es necesario tomar cartas en el asunto...

Hay pequeños detalles que hacen la diferencia, y actúan como efecto dominó

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Hay pequeños detalles que hacen la diferencia, y actúan como efecto dominó. Desde un buen descanso del día anterior, como que mi teléfono no sea ultimo que vea antes de dormir, que para no tener la tentación de perder horas en las redes, dejarlo lejos de mi. Estratégicamente colocar la alarma y mi dispositivo lejos, para obligarme a levantarme temprano. Y no caer en esos cinco minutos engañosos, que terminan siendo hasta una hora.

Tener siempre organizado mi escritorio donde he de tener mi devocional, vaciar mis pendientes en una agenda para no estar sobre-pensando.

Que mi espacio sea agradable, huela rico y tenga buena iluminación.

Y así, muchos pequeños grandes detalles que hacen la diferencia.

Soy consciente que cada día será diferente, pero debo ser intencional, siempre intencional en anhelar mi apreciado tiempo con mi Padre.

Si el tiempo es un recurso valioso, que nadie, aun teniendo todo el dinero del mundo puede impedir que el sol se deje de ocultar. Porqué no ofrendarle a Dios también aquello.

Quizás sea poco probable que vea una luciérnaga en estos días, pero lo que esta mi alcance siempre es conectarme con él.

Estamos a una cita, una oración, una lectura, una respiración, una mirada hacia el cielo, un tiempo a solas, un camino, una noche, una madrugada, un tiempo muerto en el trabajo, estamos a una decisión de él. Siempre es así.

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ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora