El auto avanzaba lentamente por las calles de piedras de Haoyu. Los mellizos, Bei Wei Wei y Bei Tao Ming, observaban por las ventanas, sintiendo una incomodidad que no podían describir. A lo lejos, una feria se observa, pero no era una feria común. Los objetos en los puestos parecían reliquias de antiguedades de otra era, extraños y polvorientos, mientras que las personas se movían con una especie de lentitud antinatural, como si el tiempo retrocediera en sus pasos.
—Mamá, ¿qué clase de feria es esta? —preguntó Wei Wei, inclinándose hacia adelante, su ceño fruncido en confusión—. ¿Por qué la gente camina como si estuviera atrapada en una especie de... congelamiento—observando las carpas desgastadas y los objetos polvorientos.
—Es solo una feria tradicional, cariño. Haoyu siempre ha sido... diferente. Tus abuelos siempre hablaban de lo peculiar que era este lugar. —Suspiró—. Pero no te preocupes. Todo está bien.
Mientras el auto avanzaba por las calles, un oficial de policía apareció en la distancia, haciendo señas para que se detuvieran. El padre Bei bajó la ventana del conductor, una sonrisa cruzó su rostro al reconocer al hombre.
—¡Lao Zheng! —saludó con confianza a su viejo amigo—. ¡Qué sorpresa verte por aquí después de tantos años!
El oficial, un hombre de aspecto robusto, sonrió de vuelta, aunque su expresión era algo preocupante.
—¡Bei! Nunca pensé que volverías. —El oficila Lao Zheng les devolvio el saludo, su tono amistoso contrastando con el ambiente extraño y oscuro del pueblo —. ¿Aquí para ver a tus viejos?
Los mellizos, mientras tanto, observaban en silencio desde el asiento trasero, sintiendo que algo en el ambiente no encajaba. El aire se había vuelto más pesado con mas nieblina. De repente, un fuerte sonido se escucha. Desde la distancia, un toro desbocado avanzaba a toda velocidad hacia ellos.
—¡Cuidado! —gritó Tao Ming, sus manos instintivamente buscando el cinturón de seguridad.
El toro impacto contra el auto con una fuerza brutal, sacudiendo a todos en su interior. El vehículo se tambaleó y los mellizos se aferraron a sus asientos mientras el ruido de los vidrios rotos cayeron al suelo. Al final, el toro cayó muerto a un lado, pero el auto estaba gravemente dañado.
—¿Estás bien, Wei?—preguntó Tao Ming, respirando pesadamente por el impacto, con el pecho subiendo y bajando en un ritmo irregular.
Wei Wei, que había estado ajena al caos gracias a sus audífonos, se los quitó lentamente, mirando alrededor en estado de confusión. Su mirada se centró en su hermano, notando inmediatamente la dificultad en su respiración.
—¿Qué ha pasado? —murmuró, mientras sus ojos se volvían más preocupados al ver el rostro pálido de su hermano Tao Ming. Sin perder tiempo, abrió rápidamente su bolso y sacó el inhalador de su hermano.
—Toma. —Le entregó el inhalador con manos temblorosas.
Tao Ming lo agarró de inmediato, inhalando profundamente varias veces mientras el alivio comenzaba a notarse en su rostro. Tras unos segundos, su respiración se estabilizó lo suficiente como para hablar.
—Un toro... casi nos mata. —explicó, aún recuperándose del susto, mirando a su hermana—. Nunca he visto algo así.
Wei Wei tragó saliva, sintiendo un frío en la espalda y
Se giro hacía su madre.—Mamá, no quiero quedarme aquí. Este lugar me da escalofríos. Algo no está bien en Haoyu.
La madre Bei, afectada por el accidente, intentó calmar a sus hijos.
—Tranquila, cariño. Fue solo un accidente. Todo estará bien, te lo prometo. —La madre Bei la abrazó suavemente—. Tu padre y yo nos aseguraremos de que todo esté bien, y pronto llegaremos a la cabaña de los abuelos.
Sin embargo Wei Wei intentaba confiar en las palabras de su madre, pero no estaba convencida y la mirada preocupada de su hermano no ayudaba. Una sensación inquietante comenzaba a brotar en su corazon. El pueblo, el toro, la atmósfera... algo simplemente no encajaba...
El auto estaba inservible, y los padres Bei comenzaron a discutir sobre cómo llegarían a la cabaña de los abuelos.
—Parece que no iremos a ninguna parte con este auto... —dijo el padre Bei mientras observaba los restos destrozados del vehículo. Se pasó una mano por el cabello, claramente frustrado.
—Papá, por favor, vámonos de aquí. No quiero quedarme en este pueblo, —dijo con voz temerosa Bei wei wei.
Justo en ese momento el oficial Lao Zheng, observando la situación, ofrecio su ayuda de inmediato.
—No se preocupen. Los llevaré en mi patrulla. Este es un lugar pequeño, así que no hay problema en ayudar.
Ya en la patrulla.El trayecto hacia la cabaña de los abuelos fue más incómodo de lo que ninguno esperaba. Los mellizos observaban por las ventanas, como si algo los estuviera vigilando.
—Wei, mira eso. —Tao Ming susurró, inclinándose hacia la ventana.
En una de las calles laterales, un grupo de figuras cubiertas de pies a cabeza con velos negros avanzaba lentamente. Sus movimientos eran ceremoniales, casi como un aquelarre y no parecían percatarse de la presencia del auto.
—¿Qué... qué es eso? —Wei Wei se inclinó hacia adelante, intentando enfocar mejor su mirada.
—No lo sé, pero no parecen estar aquí por la feria. —Tao Ming sacó rápidamente su celular y comenzó a grabar.
Wei Wei sintió un escalofrío recorrer su espalda. Algo en esas figuras le resultaba profundamente perturbador como una pelicula de terror.
—No creo que sea buena idea grabar... —murmuró Wei Wei, susurrando en voz baja hacia su hermano.
—Esto es demasiado extraño, Wei. Tenemos que mostrarlo a alguien. —Tao Ming continuó grabando mientras las figuras avanzaban, pero cuando volvió a mirar por la ventana, las figuras habían desaparecido.
—¿Qué? ¿Dónde están? —preguntó, revisando frenéticamente su celular.
Wei Wei miró por la ventana nuevamente. La calle estaba completamente vacía.
—No puede ser... Las vimos, estaban justo ahí... —Su voz temblaba.
—Te lo juro, estaban ahí. —Tao Ming le mostró el video a su hermana. En la grabación, las sombras negras aún eran visibles, aunque apenas distinguibles.
Wei Wei asintió, claramente asustada.
—Mamá tiene que ver esto. —sugirió, intentando mantener la tranquilidad.
—Mamá... —Tao Ming interrumpió, mostrando su celular—, mira esto. Había gente caminando por la calle con velos negros. Algo no está bien en este pueblo.
La madre Bei tomó el celular de su hijo, observando la pantalla con una expresión de confusión. Pero cuando terminó de ver el video, frunció el ceño, claramente molesta.
—Tao Ming, no hay nadie en este video. —Le devolvió el celular—. Solo están las calles vacías y los puestos de la feria.
Tao Ming miró su celular, confundido. Las figuras que habían capturado se habían desvanecido.
—Eso no es posible... —dijo Wei Wei, revisando la grabación nuevamente—. ¡Estaban ahí!
La madre Bei suspiró profundamente, sin apartar la vista del camino. En sus pensamientos, comenzó a preguntarse si sus hijos estaban delirando por el cansancio o quizás influenciados por el ambiente del pueblo. Pero no dijo nada. Simplemente los ignoró, con una sonrisa agotada.
—Pronto llegaremos a la cabaña de los abuelos. Cálmense, chicos. Ha sido un día largo y creo que están viendo cosas que no están ahí. —Los ojos de la madre Bei brillaban con preocupación, pero trataba de mantener la compostura.
Tao Ming y Wei Wei se miraron en silencio con terror, Sabían lo que habían visto.
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Dimension Magica Apocalíptica
Fantastiksinopsis: Dimension magica apocaliptica. Los mellizos Bei Wei Wei y Bei Tao Ming son enviados por sus padres a pasar las vacaciones de verano en la cabaña de sus abuelos. El lugar está en el misterioso pueblo de Haoyu, un sitio que, desde el primer...